Cabalga en mi cabeza,
sin brida, sin jinete;
el eco de sus cascos
rebota en los muros desnudos
de palacios ya vacíos
-candelabros sin cera
luces sin aceite-.
¿Dónde marcharon,
recuerdos de lo posible,
señales que hablaban
de nuevos mares
caminos y destinos?
Golpea con sus patas la arena de mi playa,
vestigio de tormenta
naufragio compartido.
Vástago sin padre,
azul sobre amarillo.