Los lectores frecuentes se habrán dado cuenta que durante las últimas semanas estas soledades han estado llenas de rostros. Un árbol lleno de rostros, un rostro que crea un árbol, uno que produce una persona, alegría y tristeza en una sola hoja. En fin, rostros y más rostros que responden a distintas emociones y realidades, a distintas voces.
La razón de estos modelos, o por lo menos la excusa para crearlos ha sido una exposición que está próxima a realizarse: Rasgos – máscaras en origami. La exposición se realizará en el Museo de la Universidad de Antioquia en la ciudad de Medellín y, como es habitual, se presentarán modelos originales creados por los miembros de LAO, y modelos de aquellos famosos del origami mundial.
No quiero hablar esta vez de los problemas típicos que trae el hacer una exposición así: Problemas de gusto, de coordinación, e incluso los problemas conceptuales que pueden surgir con las directivas del lugar en que se organiza la exposición o entre los propios miembros del grupo. Quiero señalar, esta vez, la oportunidad increíble que trae el realizar una exposición temática. Y es una oportunidad de estudio, de repasar aquellos rostros impresionantes que otros han creado, de estudiar técnicas y, si algún milagro ocurre, de crear las propias. Existen en origami algunos libros que son “piezas maestras” sobre el tema. El increíble “The Mask” de Tomoko Fuse, el recopilatorio “El libro de las Máscaras de Papel Plegado” del grupo Riglos, el boletín de la BOS sobre las máscaras de Eric Joisel, los “Origami VIP” de Carlos González y, por supuesto, las impresionantes fotos que se encuentran en la red.
No quiero hablar esta vez de los problemas típicos que trae el hacer una exposición así: Problemas de gusto, de coordinación, e incluso los problemas conceptuales que pueden surgir con las directivas del lugar en que se organiza la exposición o entre los propios miembros del grupo. Quiero señalar, esta vez, la oportunidad increíble que trae el realizar una exposición temática. Y es una oportunidad de estudio, de repasar aquellos rostros impresionantes que otros han creado, de estudiar técnicas y, si algún milagro ocurre, de crear las propias. Existen en origami algunos libros que son “piezas maestras” sobre el tema. El increíble “The Mask” de Tomoko Fuse, el recopilatorio “El libro de las Máscaras de Papel Plegado” del grupo Riglos, el boletín de la BOS sobre las máscaras de Eric Joisel, los “Origami VIP” de Carlos González y, por supuesto, las impresionantes fotos que se encuentran en la red.
Pero también es una oportunidad impresionante para estudiar sobre las máscaras y los rostros en general. Es un tema apasionante, porque el rostro es lo primero que dice quienes somos. Habla de la belleza y de la simetría. Habla del carácter. Eso es quizás lo más difícil de encontrar en una máscara plegada: Carácter. Pero es también la búsqueda más frecuente. Cada máscara de aquellos maestros del origami encierra un secreto que corresponde también a la época en que fue creada. Esa es, sin duda, una cuestión interesante. No estoy seguro de que la búsqueda haya sido desarrollada de manera independiente, especialmente porque el gran adelanto en la representación del rostro ha comenzado en los últimos 10 o 15 años, en los cuales el internet se ha convertido en método de transmisión de ideas y diagramas, o, como mínimo, de fotografías. Reconocer la mágica aparición de aquellos modelos que han dado nueva norma al arte de los rostros en origami es apasionante. Como breve recuento tomemos como punto de partida están aquellas máscaras tipo Yoshizawa, tan usadas por Gabriel Álvarez y por Kasahara, en las que el rostro es el resultado de dos puntas de papel. Una de ellas revela los ojos y la nariz, y la otra revela los labios. Máscaras hermosas que dominaron la escena del origami mundial durante años. Es esa la primera "norma del arte" de plegar rostros en papel.
Encontrar después las máscaras de “the mask” un paso en la misma dirección comenzada por los anteriores, pero con un giro más de tuerca. Los modelos de este libro son “lejanos” a lo que los occidentales acostumbramos ver como rostros, al menos en su temática. No aparecen en estas máscaras divinas proporciones ni tampoco esa identificación que tanto buscamos al ver a otros (especialmente aquellos que no son de papel).
Luego aparece la ruptura de dichos rostros con las máscaras de Joisel, en las que los ojos aparecen cada uno metido en medio de sus órbitas, dominando con su mirada, controlando, diciendo más de lo que antes había dicho cualquier ojo. He saltado, sin intención, los bustos de Elías, poco conocidos, poco señalados y plegados. Si se conocieran más, los espectaculares rostros plegados por Joisel no sorprenderían tanto por lo novedosos, sino por la forma en que lograron reinterpretar lo que otro planteó. Ese es uno de los caminos de la genialidad, el dar una nueva dimensión a lo que otros ya habían hecho. Esa genialidad la señala Saadya con sus rostros, tan llenos de carácter como los de Joisel. Parecidos, pero diferentes. Semejantes, pero distintos... Especialmente encantadores en su caso resultan sus mujeres, tema que en origami no me parece difícil sino imposible... Otra magia del arte. Hacer posible lo imposible.
Por último, como no, aparecen los rostros de Joel... Ir más allá de lo alcanzado por Saadya y por Joisel resulta difícil. Es necesario tomar otros caminos para llegar a ese destino. Y el camino tomado por Joel es bien distinto a cualquier otro. Sus teselados dan un nuevo camino al origami, y otro posible norte al arte. Sus rostros son a un tiempo extraños y conocidos. Ajenos a cualquiera, pero cercanos a todos.
Me queda igual una pregunta y una certeza. Sé, sin duda, que mis modelos están lejos de llegar a darle regla a nuestro arte, pero como es lógico, queda la pregunta de cómo llegar a hacerlo... Al mismo tiempo, en el amor propio herido surge una respuesta y una consolación. ¿Por qué habría de buscar el darle regla?... Pero igual la pregunta sigue, y la respuesta dice poco...