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(¿Pensará el caracol que camina lento?)
Normalmente escribir las entradas de este blog es una labor sencilla. Algunas entradas tardan más que otras, otras salen de un solo impulso... Pero ésta viene lenta, con las palabras a cuestas como caminar de caracol, ésta se toma su tiempo, sabiendo que, a la larga, ha de llegar a algún destino.
Empieza hablando sobre el tiempo, ese engaño que inventaron antiguos dioses para que las cosas no ocurran todas a un mismo tiempo. Hablando de la mentira y el engaño que el tiempo trae consigo. Bendición y maldición, premura y parcimonia. Tiempo que cura, tiempo que condena... Ante todo, tiempo que se vuelve relativo. En la felicidad el tiempo es corto, y en la tristeza suele ser eterno. En la guerra, cualquier tiempo es mucho, y en la paz siempre ha de ser corto. Es el tiempo un tirano que nos rige y que a veces nos colma de favores. Es el tiempo aquel bien extraño cada vez más difícil de encontrar.
Resulta entonces agradable encontrar un modelo como este. Sin prisas, conciente de su tiempo. De su propio tiempo. Un modelo que sabe que llegará a su destino alguna vez. No es una figura común, y se presta a encantadoras interpretaciones. Un caracol que lleva sobre si a una mujer que es su casa, una casa que es una mujer. (“Si esa mujer es una casa su sexo ha de ser mi cama” ). Una mujer, que es dueña del tiempo y sobre él camina. (“no somos otra cosa más que tiempo”). Una mujer que es de agua, y cuyo único rastro lo deja el caminar de un caracol. Una mujer que es un caracol.
Bonita imagen, y cercana a la realidad. Es la mujer un caracol que carga a cuestas a quienes la habitan. En el caracol de mi oído resuenan siempre palabras de mujer. Algunas dulces que hablan de amores. Otras que me hablan de recuerdos.
***
Este modelo, para ser honesto, ha venido lento. Lleva varios días dando vuelta en mi cabeza tratando de salir, pero solo ayer encontró un camino. El caracol está lógicamente basado directamente en los trabajos de Tomoko Fuse y sus hermosas espirales y, visualmente, en los hermosos caracoles de Manuel Sirgo y Nícolas Terry, aunque la forma de plegarlos es bien distinta. La mujer, por su parte, es una de las típicas mujeres que resultan de mis dedos cuando de acariciar una hoja de papel se trata. No sé si existen otros modelos similares a este. Surge de una sola hoja de papel cuadrada, sin cortes, que convierte mujer en caracol. En este modelo es especialmente atractivo la diferencia entre las dimensiones de los dos protagonistas. El caracol puede ser visto como un abuso, y la mujer como apenas un suspiro. Solo me queda entonces una pregunta: ¿Qué estará pidiendo mi alma en estos momentos que me dice a gritos que coloque a una mujer a lomo de caracol?
Hace algunos meses observaba, desde la barrera, una idea que hablaba sobre el oráculo. No era el de delfos, sino el de google. Un moderno adivino que obsequiaba a los visitantes, llenos de preguntas, respuestas que a veces son oscuras y engañosas, y otras veces son de una claridad que asusta… Provocativamente, esa idea se convirtió en un puerto al que visito todos los días. Hace algunos meses, menos de los que dije antes, observaba como celebraban los 10.000 algúnos de los blogs que son hermanos de este. Uno agradecía, el otro miraba atrás y descubría que había crecido. Hace algunos meses añoraba la mágica llegada a 10.000. Hoy, las soledades han sido plenamente concurridas. Con visitantes que han sido magos, críticos, enamorados, silenciosos, amantes…
Preguntando yo también al oráculo descubro maravillas que me permiten comprender que, en últimas también he construido un lugar ambiguo, oscuro y engañoso, y que a veces tiene una claridad que asusta.
Me he dedicado tambien a imaginar los rostros de los visitantes: Aquel que llegó buscando “mujeres en hilos” y que llegó a las soledades de babel. Pobre. Uno anhelando piel y viene a encontrarse con palabras. Aquel que buscaba sobre las “soledades de Ana” que en últimas no sé quien sea, pero que imagino que se siente sola. Existen también quienes han venido buscando diagramas o modelos nuevos para plegar, esos casi siempre han salido decepcionados… Y también, existen aquellos que se han sentido felices con uno. Porque sí. Porque uno dijo la palabra justa en el momento justo y con el tono justo. Y quienes se han sentido heridos, o defraudados. Otros han venido buscando mitos y se han sorprendido encontrandolos en papel, y otros han tenido la capacidad de leer lo que he escrito con más claridad que la que yo escribi. Esos sobretodo me sorprenden.
Hoy, he llegado a los 10.000 y encuentro que no hay nada que celebrar…
He llegado también a los 10.001 y he descubierto que tengo mucho por agradecer. Especialmente agradecer al 1. Ese uno que ha venido y me ha dado las gracias, ese uno que se volvió compañía de las noches, ese otro uno que es un crítico implacable y detestable que por sobre todas las cosas considero maestro y amigo, ese uno que se casó conmigo y una vez al mes lee estas soledades, ese uno que entendió que busco convertir el origami en un medio para comunicar. Ese uno sin pelos en la lengua que se rodea de sus propios pliegues que con seis patas y un par de alas llenan los rincones. Ese uno que también es colombiano y que no lee todos los días, pero que siempre esta pendiente. O ese otro uno que se queda despierto hasta las 3 de la mañana para preguntarme como estoy y que sin duda pliega mejor que yo aquello que yo mismo creo. Ese uno que supo entenderme mejor que yo mismo. Ese uno que se sorprende, ese uno que regresa ese uno que esta aquí en este momento…
Solo me resta, a todos esos unos decirles algo: 10.001 gracias, a cada uno de ellos…