Así nacieron las musas. Una por cada arte.”
El mito es hermoso: Las musas surgen de la unión de la inspiración divina y la memoria.
A mi puerta han regresado las musas y su llegada me hace agradecer especialmente a aquellos que pública o privadamente me han dado apoyo en su ausencia. No sé si estas musas vienen solo de paso o si planean quedarse por unos meses (o una vida, que curiosamente surge en 9 meses, bonita relación). Espero, eso si, que se sientan bien recibidas.
El primero de estos modelos brotes de la inspiración es precisamente una semilla, un árbol, un bosque. No es una idea nueva, se representa habitualmente en los “bastones de mando” de diversas culturas suramericanas, se representa en diversos mitos clásicos europeos y se representa en una postmodernidad que es regida por la tiranía de la cabeza, del pensamiento: Solo vale lo pensado, no lo sentido, no el cuerpo, no la inspiración. Solo vale la idea, la información. He plegado un “hacedor de árboles” que bien podría ser un hacedor de ideas. Nace de la cabeza, semilla del pensamiento. Nace de la inspiración divina y de la memoria. Nace con este “hacedor” una idea que puede ser explotada y modificada permitiendo nuevos nacimientos.
Es un modelo que me gusta, no puedo negarlo. Obedece a esa línea estética que busco y a todo aquello que conceptualmente deseo que posea cada una de mis creaciones. El rostro emplea la técnica estudiada por Román Díaz en sus máscaras tipo Eric Joisel, aunque ligeramente simplificadas, el árbol emplea un viejo diseño propio que creo nunca vio la luz pública. Su nombre, especialmente atractivo en inglés, emplea una palabra ya famosa en el origami mundial: Treemaker. Por si alguien duda, dicho programa claramente no fue usado para la creación de este modelo.
Solo me queda esperar que florezca, y recordar un proverbio gitano: “Un árbol no es un bosque, pero es un buen comienzo…”
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