domingo, julio 29, 2012

Diagramas

Click en la foto para
descargar los diagramas.
Esto, en muchos sentidos, es toda una novedad en soledades.

Nunca me ha gustado diagramar. ¿Cómo explicarlo? No es que tenga algo en contra de los diagramas, que de hecho siempre me han gustado. Lo que nunca había logrado era encontrar el gusto por la acción de diagramar. Sin embargo, me gusta aquella magia cada vez más perdida de encontrar secuencias armoniosas y un poco misteriosas en los plegados. Además,  bien sé que un libro sin diagramas no es un libro. Así que después de los años que pasé en compañía de Fabian Correa para la creación de  "Papel, Piel y Palabra", he realizado aún algunos diagramas.

Y, contrario a lo que creí, en algunos casos ha logrado ser un asunto entretenido.

A raíz de DoBras 2012, evento en el que participé hace algunas semanas, debí realizar algunas secuencias de plegado que poco a poco iré compartiendo con los lectores de estas soledades. Mi esperanza es que los disfruten, que plieguen y compartan con el mundo las fotografías de sus modelos. 


Por ahora, se encuentran en descarga gratuita, y quisiera en lo posible invitaran a quienes los desean para que los descargaran directamente desde esta página. 


Aunque tienen una licencia copyleft bastante simple y por lo mismo no están realizados con una intención comercial, sobra decir que se reciben todo tipo de donaciones vía paypal en el correo. Cualquier millón de dólares que se reciba será usado para la compra de un lego o dos, y quien sabe, incluso para la realización de algún otro libro.


Espero lo disfruten, y si les gusta compartan sus comentarios. Por ahora, los diagramas del caballito de mar. Pueden dar click en la foto para descargar


Abrazos a todos.

lunes, julio 23, 2012

La luna y el toro




Sí algo nunca ha de faltar a la luna son enamorados.

Cuando está llena, lobos y coyotes aullan su nombre al cielo. Mariposas nocturnas tratan de alcanzar su tenue luz, como sí la vida dependiera de ello. Incluso enamorados hombres cantan al astro celeste, mientras sueñan que la regalan a mujeres sin duda alguna terrestres.

Pero la luna, serena y dulce luna, a ninguno de aquellos ama. Sueña desde el cielo con aquel toro bravio que pasa días y noches en soledad.

Seguramente la luna a de ser mujer, pues no confiesa su amor al macho toro. Silenciosa, va dejando aquella redondez y poco a poco dibuja sobre ella un sutil llamado que tarda el toro en comprender. Aquella sonrisa de luna no es más que el dibujo que hace la luna con su llamado.

La ama el toro cuando está menguante, y la ama también cuando está creciente. Pero cuando es luna nueva y desaparecida está en el cielo, se enloquece el toro, y brama desesperado. Tanto la anhela, tanto la espera, que de su espalda salen alas y trepa al cielo en su búsqueda.

Y en aquella noche oscura luna y toro se aman en secreto. Nadie los ve, pues sin luz de luna no distinguen nada los ojos indiscretos.

martes, julio 10, 2012

El elefante





¡Has tu truco! le decían. Y Lentamente subía a lo alto de una esfera que parecía iba a estallar con su peso.

¡Otro más!, gritaban, y bajaba de la esfera y levantaba sus patas mientras el público estallaba en gritos de admiración.

¡Has otro!, y entonces levantaba una pata más, quedando en un equilibrio que poco tenía que ver con su tamaño. 

Decían que era un gran acróbata, un talento innato como saltimbanco. Algunos lo confundían con un contorsionista. Pero en realidad, bien sabía que no era más que un simple payaso, obligado a hacer reír a quienes el circo visitaban. Su mejor truco, su único truco real, era evitar que cada noche lo vieran llorar. Descubrió que era en realidad cuando una noche la esfera que cargaba su peso reventó y el cayó tonelada a tonelada sobre un piso que no quiso amortiguar el golpe mientras carcajada a carcajada el público reía. Un payaso. Nada más.

A veces, se consolaba pensando que su vida no era tan mala. Un viejo orangután le decía que el sabia de zoológicos y que eso si era una vida triste, todo el día recorriendo la misma jaula. Le decía que los elefantes en esas jaulas simplemente se balanceaban, añorando vidas que no tuvieron. Había recorrido el mundo, o algo así. No era mucho el mundo que se recorre cuando desde un contenedor sólo puede verse hacia afuera, estirando un poco la trompa. A su madre le habían tocado otros tiempos, en los que ella misma vagaba por las calles, con un aviso que colgaba sobre ella. Pero ya las ciudades no daban permiso a los elefantes de caminar por media calle, que siempre complicaban el tráfico y obligaban a pagar horas extras a los encargados de limpiar. Su vida se pasaba del contenedor a la carpa, y de la carpa al contenedor. Pensaba a veces que los suyos eran barrotes de color, pero a fin de cuentas barrotes.

Sobra decir que recordaba. Cada año de su vida, cada momento, cada risa.  A veces hubiera querido olvidar, dejar aquella memoria prodigiosa, y vivir un día a la vez. Pero no podía luchar contra su naturaleza de elefante.

Una noche, en las afueras de una ciudad pobre, de la cual nunca supo su nombre, descubrió que la puerta del contenedor no estaba bien cerrada. Un nuevo ayudante del circo había olvidado poner el candado que evitaba la puerta se moviera. Así escapó. Corrió toda la noche y todo un día, ebrio de libertad, aquel payaso triste que no sabía que esperar. Despertó en un bosque hondo, oscuro, rodeado de una enorme soledad. Aprendió a sacar raíces, a encontrar algo que comer. Nunca supo si lo buscaron o no. A fin de cuentas era un elefante viejo, que probablemente no valdría la pena recuperar. 

Hizo nuevos amigos en los animales del bosque, o al menos eso quiso pensar. Todos ellos se impresionaban por su tamaño, por esa trompa larga y sobretodo por esa fuerza que permitía arrancar un árbol de raíz. 

En las noches se reúnen a su lado, y lo escuchan contar sus historias del circo. Nunca falta un animal que sorprendido le diga: ¡Has tu truco! y entonces hace equilibrio en una sola pata, y sin que nadie se de cuenta comienza de nuevo a llorar.