jueves, septiembre 27, 2018

El día que se inventó el color (4)


El día que se inventó el color (4)
Cuatro: cuando los colores son un asunto del idioma.


Cuando dijimos que los colores, en últimas, viven dentro de nosotros, dejamos una implicación en el aire: el color y la percepción del mismo es un asunto cultural.

Culturas diferentes, en momentos diferentes, interpretan los colores de manera distinta. Es increíble pero cierto. Los griegos de la antigüedad, por ejemplo, tienen una extraña relación con el azul: básicamente no existe. Cuando se revisan los textos como la Ilíada o la Odisea se encuentra algo sorprendente: el mar es rojo, a veces negro, pero nunca azul. No se trata de que Homero fuera daltónico (aunque sería bueno tener un compañero tan famoso en eso del daltonismo). Los textos de la época no mencionan nunca el azul. No, tampoco es que el mar en aquella época fuera de otro color. Es que para una cultura entera el azul no existía.

Seguramente alguno pensará que los griegos estaban locos, pero no eran los únicos que no veían el azul. Los himnos védicos, textos religiosos anteriores al budismo, no tienen referencias al azul. Hablan de cielos hermosos, de la luz sobre el horizonte, de las nubes, pero nunca del azul del cielo. En textos como el Corán o la Biblia (en sus versiones más antiguas) parece no haber referencias al azul. En muchos textos de la antigua China pasa igual. En resumen, pareciera que el azul no existe sino hasta que los egipcios le dieron un nombre y comenzaron a utilizarlo (aproximadamente 2500 años a. de C.)

La existencia (o no) del azul permite ilustrar un punto sumamente interesante: lo que no se nombra, parece no existir. Y eso es algo especialmente claro con los colores.

Muchas culturas clasifican los colores en categorías muy amplias: oscuros y claros, (blanco y negro, luz y oscuridad) por ejemplo. Luego agregan colores rojos a la clasificación, luego verde y luego azul. El amarillo, por ejemplo, suele ser muy cercano al blanco. Otras culturas son mucho más exactas. Hay por ejemplo, una leyenda urbana que señala que los esquimales tienen hasta 50 nombres para denominar el blanco. En Rusia, por ejemplo, el color azul tiene nombres diferentes y categorías diferentes si se trata de azul claro o azul oscuro. Mientras, en Namibia, la tribu Himba no tiene nombre para el azul. De hecho no logra reconocerlo en diferentes estudios similares a los que se hacen para saber si alguien es daltónico o no. En cambio, tienen tantos nombres para el verde que son capaces de reconocer gamas que otras culturas no. Algo similar ocurre con los chinos, que tienen múltiples palabras para el rojo, mientras que emplean muchas menos para el azul.

¿Qué podemos concluir entonces?

Bueno, por lo menos un par de cosas. Para comenzar, que el color que vive dentro de nosotros, vive también en nuestra propia cultura (como siempre, la cultura lo permea todo).
Y, para terminar, que el color es siempre una cosa hermosa, independiente de cómo lo nombremos.

jueves, septiembre 20, 2018

El día que se inventó el color (3)


El día que se inventó el color (3)
Tres: llevamos los colores por dentro.

En cierta forma el color parece no existir afuera de nosotros mismos. Es decir, ¡por supuesto que existe!, pero la forma en la cual interpretamos el color es completamente personal. El color que vemos solo existe dentro de nosotros mismos. Es una cuestión difícil, casi metafísica: ¿El azul que ves es el mismo azul que ven los otros? ¿Si pudiera mostrarte el azul que en realidad veo, también lo llamarías azul?

El cerebro procesa la luz de manera particular. Es un órgano maravilloso, que en realidad usa el contexto de lo que ve para crear una imagen completa. Digamos que el cerebro es un buen cuentista: toma indicios y fragmentos de información y con ellos crea la historia completa en un instante. Y, como les pasa a todos los cuentistas, miente deliciosamente bien. Incluso se miente a sí mismo.

¿Recuerda el fenómeno el Internet del vestido azul y negro (digo, blanco y dorado)? Como ese hay decenas de casos que muestran la forma en la que el cerebro procesa el color. Según la cantidad de luz, la forma del objeto e incluso el color de los demás objetos que observa, el cerebro asume los colores de toda la escena. En otras palabras, el cerebro colorea, con su propia y particular caja de colores, cada escena que ve. Hay muchas historias y anécdotas que ilustran ese punto, pero para mí la más sorprendente tiene que ver con una botella de gaseosa en el fondo del mar. Los buzos saben que, en realidad, los colores que se ven a partir de cierta profundidad son bastante pocos y bastante más opacos que los que se ven en la superficie del mar. Esto es debido a que a mayor profundidad menor cantidad de luz (entre otras, esa es una de la razones por la que los peces abisales suelen ser traducidos). Pues bien, cuando un buzo encuentra una botella de Coca Cola en el fondo observa un fenómeno bastante extraño: inicialmente la botella no tiene color, pero pasados unos segundos el cerebro completa la imagen con los colores faltantes: de repente el logo se tiñe de rojo. Físicamente aquello es imposible. El color rojo no es visible por debajo de los 5 metros de profundidad, pero allí está, gritando descaradamente desde el logo de la marca.

El color vive dentro nuestro, aun cuando afuera haya dejado de existir. Pura belleza: el color es un recuerdo vivo.

lunes, septiembre 17, 2018

Algunos días

Algunos días me despierto con el pie contrario. 
      (y también la mano, y la cabeza, y el brazo y el pensamiento)

Es cómo si los planes se me hubieran quedado 
  del otro lado del espejo. 
Esos días, me toca buscar adentro
    a ese al que le gusta pasarse el día soñando despierto 
      (que es, por cierto, la única forma real de soñar)

Me invento una alegría que no existe
     un mundo que no es más que un recuerdo de cosas que no pasaron
     un futuro que suena distinto del presente sin porvenir

Con frecuencia me pongo a compartir aquello que me he imaginado.
No es fácil, lo confieso. 
La realidad es casi siempre más fácil de creer que la fantasía. 
Y si eres banquero, electricista o cuidador de tigres de zoológico
tienes una tendencia innata a mantener los pies en la tierra
   y la cabeza
       y los sueños.

Pero soy terco e insisto siempre
    y a algunos pocos convenzo a veces.
Esos son los que después me regañan y me hacen reclamos.
     porque hay días en los que uno despierta con todo puesto al contrario.
     y me cuesta de más pensarme distinto. 

Y así nos vamos pasando todos,
  los días
  los convencidos
  y yo
diciéndonos unos a otros que seguro,  
          no cabe duda alguna,
mañana nos inventaremos algo mejor.

jueves, septiembre 13, 2018

El día que se inventó el color (2)

El día que se inventó el color (2)
Dos: colores que suman y colores que restan.


Decíamos que la luz es la suma de los distintos colores. Para mí nunca fue fácil comprender esa idea. 


¿Acaso la luz no es de color blanca? ¿No implicaría eso que la suma de todos los colores daría como resultado el blanco?

Cualquier niño sabe que cuando mezcla los colores de su caja de colores (o sus témperas o sus vinilos) lo que obtiene no es blanco sino negro. Mientras más colores, más oscuro.

Para los niños y en general para las personas que tienen una caja de color en sus manos, aquello de que “el blanco es la suma de diferentes colores” es una mentira.

Lo que ocurre en realidad es que no es lo mismo el color puro de la onda de luz, que el color de los pigmentos que usamos para pintar.

Cuando usamos la luz, pintamos sumando colores. En cambio, cuando usamos pigmentos, pintamos restando colores. ¡Qué contradictorio! ¡Qué contra intuitivo! Tardé muchos años en encontrar quien me explicara lo que ocurría. Fue una profunda alegría encontrar una respuesta.

La luz blanca está compuesta por todos los colores, por eso al sumar todas las luces obtenemos blanco. Pero los pigmentos son objetos que absorben colores y reflejan sólo alguno en particular. Entonces, cuando sumamos pigmentos estos absorben más y más colores cada vez, por ende mientras más sumemos más nos acercamos al negro.

Así que, la suma de luces de colores primarios suma para acercarnos al blanco, y en cambio la suma de pigmentos de colores primarios resta para acercarnos al negro.

Nota mental: hay personas que son como los colores: mientras más llenas de luz, más suman; mientras más objeto material, más restan. En otras palabras: aléjate de los materialistas.


jueves, septiembre 06, 2018

El día que se inventó el color (0 y 1)



El día que se inventó el color.


Capítulo cero: un prólogo daltónico.

Quiero que hablemos un poco sobre el color. Es gracioso que yo diga eso, a fin de cuentas soy daltónico, pero quizás por eso mismo me parece un tema tan bonito para hablar. Me gustan los misterios de aquello incomprensible, y también me gusta ver las cosas de manera diferente a los demás. (Bueno, no siempre, solo a veces: cuando era niño más de un llanto me causaron mis toros verdes y mis cielos morados, pero esa historia la cuento luego)

Quizás, por esa misma extrañeza, me resulta interesante el tema: me hago preguntas que para la mayoría son tan obvias y evidentes que hacen que, normalmente, no tengan sobre el tema ningún cuestionamiento.

Seamos honestos: pocas cosas tan valiosas y al mismo tiempo tan ignoradas como el color. Lo rodea todo, lo toca todo, lo afecta todo y sin embargo, ¡sabemos tan poco sobre el! Lo damos todo por hecho, por sabido… El color termina siendo como ese vecino al que saludamos todos los días, pero en realidad no sabemos nada sobre él, tan familiar pero tan desconocido.

Cuando nos adentramos en su comprensión descubrimos que es al mismo tiempo un universo de contradicciones, de paradojas, de bellezas inesperadas e insospechadas.

Pero entremos en materia.


Capítulo Uno: de luces y colores.


Lo primero y más básico que deberíamos conocer es que en cierta forma el color es luz, y la luz es color. Que cosa tan complicada. No es que sean sinónimos, no es que sean exactamente lo mismo, es que, en realidad, son dos asuntos íntimamente relacionados. La luz es un tipo de energía. Es parte de la radiación electromagnética, más exactamente, la parte visible de dicha radiación.

Lo hermoso del caso es que la luz está compuesta de ondas que se mueven a diferentes longitudes. Juntas generan el haz de luz blanco que solemos ver a la luz del día.

Cuando no hay luz hay oscuridad, que es, en últimas, ausencia de color. Cuando hay luz se hace la fiesta.

Isaac Newton demostró esto de manera maravillosa. Al poner un prisma frente a un rayo de luz se abría el espectro completo de colores. En otras palabras, descubrió como tener un arcoíris de bolsillo.

Luego hizo lo contrario: reunió todos los colores de nuevo a través del prisma y al otro lado obtuvo un haz de luz blanca. Como dato curioso, al pobre Newton casi lo condena la Inquisición, porque eso de crear luz blanca era más o menos una herejía que iba en contra de la lógica que decía que el blanco era la pureza de Dios, y por ende el hombre no podría crearlo. Nota mental: el color es hermoso pero peligroso.

Una de las cosas más bonitas de ese descubrimiento de Newton es la implicación de que no sólo los prismas descomponen la luz: en realidad todos los cuerpos hacen algo similar.

Cuando vemos el color de una cosa en realidad lo que vemos es el reflejo de algunas de las ondas que componen la luz. Como ya vimos, un rayo de luz blanco contiene dentro de si todos los colores al mismo tiempo. Al golpear con un objeto los diferentes colores se separan. Algunos son absorbidos por el objeto, otros son reflejados. Cuando vemos un objeto de algún color en realidad sería más acertado decir que “no es” de ese color, pues ha absorbido todos los demás y reflejado aquel que vemos. Bien visto, el color que vemos es pura apariencia, y también pura poesía.

¡Ah! ¡La belleza del color! Cuando comes una fruta amarilla, en realidad, estas comiendo todos los colores, excepto el amarillo. ¿Puede haber más paradoja que esa? ¿Acaso no es una perfecta sinestesia aquella de comer el color, pero además desde su ausencia en vez de su presencia?