(¿Pensará el caracol que camina lento?)
Normalmente escribir las entradas de este blog es una labor sencilla. Algunas entradas tardan más que otras, otras salen de un solo impulso... Pero ésta viene lenta, con las palabras a cuestas como caminar de caracol, ésta se toma su tiempo, sabiendo que, a la larga, ha de llegar a algún destino.
Empieza hablando sobre el tiempo, ese engaño que inventaron antiguos dioses para que las cosas no ocurran todas a un mismo tiempo. Hablando de la mentira y el engaño que el tiempo trae consigo. Bendición y maldición, premura y parcimonia. Tiempo que cura, tiempo que condena... Ante todo, tiempo que se vuelve relativo. En la felicidad el tiempo es corto, y en la tristeza suele ser eterno. En la guerra, cualquier tiempo es mucho, y en la paz siempre ha de ser corto. Es el tiempo un tirano que nos rige y que a veces nos colma de favores. Es el tiempo aquel bien extraño cada vez más difícil de encontrar.
Resulta entonces agradable encontrar un modelo como este. Sin prisas, conciente de su tiempo. De su propio tiempo. Un modelo que sabe que llegará a su destino alguna vez. No es una figura común, y se presta a encantadoras interpretaciones. Un caracol que lleva sobre si a una mujer que es su casa, una casa que es una mujer. (“Si esa mujer es una casa su sexo ha de ser mi cama” ). Una mujer, que es dueña del tiempo y sobre él camina. (“no somos otra cosa más que tiempo”). Una mujer que es de agua, y cuyo único rastro lo deja el caminar de un caracol. Una mujer que es un caracol.
Bonita imagen, y cercana a la realidad. Es la mujer un caracol que carga a cuestas a quienes la habitan. En el caracol de mi oído resuenan siempre palabras de mujer. Algunas dulces que hablan de amores. Otras que me hablan de recuerdos.
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Este modelo, para ser honesto, ha venido lento. Lleva varios días dando vuelta en mi cabeza tratando de salir, pero solo ayer encontró un camino. El caracol está lógicamente basado directamente en los trabajos de Tomoko Fuse y sus hermosas espirales y, visualmente, en los hermosos caracoles de Manuel Sirgo y Nícolas Terry, aunque la forma de plegarlos es bien distinta. La mujer, por su parte, es una de las típicas mujeres que resultan de mis dedos cuando de acariciar una hoja de papel se trata. No sé si existen otros modelos similares a este. Surge de una sola hoja de papel cuadrada, sin cortes, que convierte mujer en caracol. En este modelo es especialmente atractivo la diferencia entre las dimensiones de los dos protagonistas. El caracol puede ser visto como un abuso, y la mujer como apenas un suspiro. Solo me queda entonces una pregunta: ¿Qué estará pidiendo mi alma en estos momentos que me dice a gritos que coloque a una mujer a lomo de caracol?