martes, julio 31, 2018

Cotidianidades (XVII)

Monto en bus, de nuevo. En la banca a mi lado escucho a un joven hablar con su madre:

"Le tengo una sorpresa mamá; es que me voy a graduar de técnico profesional. No entiendo mijo. Es que no me voy a graduar de técnico sino de técnico profesional; profesional mamá, profesional. ¡Qué es esa emoción mijo!. Si mamá, ya voy a poder trabajar en lo mío, no como si sólo fuera un curso mamá..."

Y la mamá, desde aquí la veo, no puede ocultar el brillo en sus ojos. Una parte de lágrimas, dos partes de orgullo.

sábado, julio 28, 2018

Caballo



No imagino un cielo
en el que no existan los caballos. 


Tras la muerte espero
de nubes un horizonte
en el que dioses nuevos y viejos
galopan a un mismo tiempo.

Si acaso resulta
que lo que sigue
después de aquello
es una nueva encarnación
seguramente pediré a quien toque
que me de la dignidad equina.

O si acaso tras cerrar los ojos
no queda otra cosa,
que la nada que siempre fuimos,
que mis átomos se vuelvan
de la tierra un alimento.

Que tal vez, resto de estrellas.

galope un día el firmamento.

***

Caballo, (estudio a partir de un cuadro original de Peggy Judy)
Acrílico sobre madera

viernes, julio 27, 2018

Cotidianidades (XVI)

Entro a la peluquería como hago cada par de meses. Me miro al espejo y encuentro la barba cada vez más larga y el cabello cada vez más blanco. Hay un peluquero nuevo. Mucho gustó: Daniel. Mucho gusto, tocayo.

Tiene 16 años, recién cumplidos, y comparte mi nombre. Me pregunta que corte quiero y luego me cuenta una historia. Que tiene 16, ya lo dije, y que corta el pelo desde hace cuatro meses de manera profesional. Es que antes lo hacía sólo con los vecinos, y no podía trabajar porque no se había graduado.

Le pregunto si le gusta el trabajo y me dice que si, que siempre, que mucho. Que cuando era niño su mamá cortaba el pelo y a el eso le gustaba y que cuando fueron al colegio a ofrecer un curso el le pidió a la mamá (rogó, dice, rogó) que lo apuntara. Usté pa qué mijo, pa trabajar amá que eso es lo que me gusta, usté verá mijo, gracias amá. La mamá no supo que el ya se había matriculado y que la pregunta era por si acaso. ¿Por si acaso que?, me pregunto... Por si acaso todo, me respondo.

Eso le gusta, insiste, aunque no sea muy bien pagado. En Europa un corte vale 60 euros, no como aquí que pagan es 10.000 devaluados pesos. Y en Estados Unidos pagan como 100, dólares, claro, que los euros son sólo en Europa. Eso es mucho, le digo, eso es mucho, me repite.

¿Se quiere ir?, le pregunto. No, no por ahora, que le gusta cuidar a la mamá porque ella ya no corta el pelo. Algún día si, seguro viaja, que puede trabajar en cualquier parte porque todo el mundo se corta el pelo. Pero a India no. En India les gusta el pelo largo, y allá los peluqueros se mueren de hambre. ¿Si será? Le digo. Eso dicen, asegura.

En la puerta alguien más se acerca: ¿Tiene turno? Acabó y lo atiendo, dice.

Me dice que gana la mitad de lo que hace, mitad para la barbería, mitad para el. Así es mejor porque no le toca a él poner los materiales. Deja la máquina de afeitar en la pared mientras comenta que su mamá tenía una igual pero de las viejas, que le duró más de 20 años y yo me río hacia adentro, pensando en que el sólo tiene 16.

Esta listo señor, muchas gracias Daniel.
¿Cuanto es? 14. Son 4 extra por la barba.

Le pago mientras le doy las gracias. En su bolsillo se guarda la mitad.

Mucho gusto: Daniel. Mucho gusto....

jueves, julio 26, 2018

Una habitación con ventana

Se llama Carolina y vive en la casa 206. Desde hace varios años se acompaña por un televisor que habla sin parar desde una habitación en el primer piso, con ventana hacia la calle. Tiene el vicio de dejarlo prendido cuando está en casa, sin importar el canal. Así se siente acompañada.

Una noche, a las 7:38 exactas, la luz que sale a través de la ventana muestra los deportes. En la calle, sin que ella lo sepa, Víctor camina. Tiene unos 40 ya vividos y desde hace varios meses pasa sin falta frente aquella casa a esa misma hora. Nadie lo espera nunca, así que cuenta sus pasos como quien trata de no llegar.

Esa noche la fortuna quiere que Víctor se detenga. Un grito de gol hace que mire a través de una cortina suave que da a la luz del televisor una sutil imagen, levemente borrosa.

Dentro, Carolina descubre aquel reflejo en la pantalla de la televisión. No siente miedo. Ese reflejo, sea de fantasma o de ladrón, implica por lo menos una compañía distinta a la que aquella voz del televisor produce. Espera, sin atreverse a voltear su rostro. Piensa, acaso, que aquella imagen desaparecerá si vuelve su cara hacia la ventana.

A las 7:53 aquel reflejo desaparece. Carolina se queda pensando. No puede evitar una ligera sensación en el estómago.
Al día siguiente aquella misma historia se repite. Víctor no se da cuenta que ese día, la cortina está ligeramente abierta en la mitad de la ventana.

Así pasan los días, o más bien las noches. Cada vez aquella cortina un poco más abierta. Hasta que una noche, está abierta por completo. En la televisión la misma escena de cada noche, pero Carolina, valiente, no está en el sofá. Caminando por la calle se acerca a Víctor y, sin duda alguna, lo invita a entrar.

Él se niega. No puede, dice. Le da pena, insiste. Ella repite, por favor. El dice no, disculpe usted. Ella piensa si volverá. El piensa si volverá. Sigue su camino. Ella entra de nuevo a su casa. El entra a la propia. Los dos, sin entender bien por qué, lloran el mismo llanto a unas cuadras de distancia.

La noche siguiente, a las 7:30, Carolina ha quitado la cortina y dejado la ventana abierta. Ha puesto sobre aquel andén dos sillas, una mesita, dos pocillos y una pequeña jarra de café. La escena parece sacada de alguna postal de un café francés.

A las 7:38 Víctor camina por la calle. Se sonríe y se sienta en aquella silla.

Desde aquella noche aquel televisor nunca ha vuelto a estar encendido en la noche. Pero, si alguien mirara a través de la ventana, vería dos siluetas que se miran. Adentro, sus bocas se sonríen en una sola fiesta.

domingo, julio 22, 2018

Sobre el mar la noche



Sobre el mar la noche

Plastilina.
(70*50 cm)



Desde hace unas semanas he pasado varias horas, día tras día,  sobre este mar y esta noche.
Ha sido un trabajo duro, lo confieso, pues es hasta el momento el cuadro más grande que he realizado.

Lo más bello, como siempre, ha sido el proceso. Disfrutar y sorprenderme con el temperamento del propio material al usarse, su forma de negarse y entregarse, su forma de ofrecerse y ocultarse.

Siempre me gusta el arte en el que el material tiene cierta vida propia.


lunes, julio 16, 2018

Regalo

Te regalo tu primera palabra, cortica, de dos sílabas.
Te regalo tu primer abrazo, seguro y temeroso.
Te regalo también aquella primera sonrisa que no sabía que tenía
y el pedazo de corazón que no sabía que esperaba aún por estrenar.

Te regalo tu primer cuaderno. Y un lápiz y un crayón.
Mi primer regaño, que me duele más a mí que a vos.

Te regalos mis errores. Serán muchos, tantos que no acabarás de listarlos en toda la vida.
Espero algún día me regales tu perdón por ellos.

Te regalo también mi historia y la de tus abuelos:
Hay anhelos y dolores,
cuentos a los que les he quitado el polvo y sacado un poco de brillo
En unos años sabrás que es lo único que tuve y tengo.
Y son tuyos, te los regalo. Algún día también tu les sacarás brillo y quitarás el polvo.
Agregaremos juntos historias nuestras que, después, serás tu quien cuente.
Ese día sabrás que eso es lo único que somos.

Con el tiempo entenderás, mi dulce niño,
que te regalo todo lo que tengo.