La búsqueda del arte que uno quiere hacer, ajeno al arte que el público quiere que uno haga, no es una tarea fácil. Nada fácil. En mi caso ha sido, de hecho, dolorosa. Con frecuencia uno se pregunta por qué alguna obra le gusta a la gente, pero esa pregunta, tan caprichosa como su respuesta, da paso a una que es más compleja: ¿qué me gusta de mi arte? En este caso, tengo claro que lo que me gusta de ella no es su soporte técnico, porque de hecho en muchas figuras escasea, pero de aquellas figuras que me gustan, aquellas que amo entrañablemente por motivos ajenos a las circunstancias en que fueron creadas ¿¿dónde está su magia, su atracción???
Una de las obras clásicas que me gustan es La ola de Hokusai. Una pieza célebre, famosa y cuestionada, pero que sin duda genera un cierto punto mágico que ha servido de origen a tantas y tantas representaciones. Para algunos sus crestas son garras que se lanzan sobre un indefenso barco, y para otros son simplemente un antecesor de los fractales. Yo no destaco ni lo uno ni lo otro. Lo que me gusta de la obra es la forma en que ha permitido que de la ola emerjan nuevas figuras. Ya sea los caballos que en el señor de los anillos salen de su cresta, o los tritones de una marca de wisky, esa ola a dado vida a tantas y tantas olas que ya no hay playas a las cuales llegar.
Alguna vez conocí una foto en origami de este modelo. Aunque no me encantó completamente si me ofreció un hermoso panorama: Tantos y tantos pensamos en el mismo tema, y cada uno lo interpreta de formas tan distintas... Durante algunos meses he buscado yo mi ola, pero sin demasiado éxito, principalmente a nivel estructural, es decir: no he conseguido una ola que se tenga en pie. Pues bien, una ola nueva a tocado a mi playa, y creo que esta al fin fluye como el agua.
Por ahora, aqui esta una de ellas...
y, además una frase con una claridad que me ha asustado:
..."La técnica emana del espíritu." Liszt