domingo, octubre 18, 2009

Lento pero viene

"Que lento pasa el tiempo" dice el caracol.
Luego se echa a correr.


Años atrás el alma me pedía una mujer a lomo de un caracol. Aquel caracol iba sin prisas, creo, marcando la entrada a un tiempo nuevo en el que muchas cosas que eran dejaron de ser. En mi caso, el origami siempre ha sido autobiográfico. No sólo es que deje el alma en el papel, es que además los modelos surgen como un llamado de lo que el alma pide o de aquello que el universo otorga.

Es un tema que, hasta donde sé, comparto con pocos origamistas, pero que seguramente he de compartir con más. A fin de cuentas el no saber si algo se comparte no implica que no se haga. Pensándolo bien, ha de ser un asunto común a todo nuestro que hacer: Dejamos el alma en lo que hacemos, en el momento en que vivimos. Nuestros actos, sean sobre papel o sobre piel, sean sobre piedra o sobre las cuerdas de una guitarra, sean sobre poco o sobre mucho... nuestros actos hablan de quienes somos.


Quizás al caracol también se le juzgue por sus actos. En su defensa, es claro que se toma su tiempo para lo que hace (sea lo que sea). Quizás el caracol logre que lo que piensa sea igual a lo que dice y eso igual a lo que hace. O quizás el caracol vive renegando de su suerte, diciendo que hasta ella debe tardarse en llegarle...

Que poco sabemos de caracoles, y que tanto nos parecemos a ellos algunos días. En esos en los que el tiempo pasa más lento, en esos en los que se quiere que el tiempo deje de pasar. Son los días del caracol, esos en los que nos escondemos en aquella caracola que lentamente sube al cielo, esos en los que pensamos salir y dejarlo todo atrás, y sin embargo permanecemos con nuestra historia a cuestas como si se tratara de una vieja casa que oculta lo que somos. Esos días en los que nos recostamos en la caracola del oído y nos llegan de regalo palabras dulces que nos recuerdan el mar (y el amar).




lunes, octubre 12, 2009

Entre la niebla

Desde hace algunos años he aprendido que el universo siempre conspira. Invariablemente. No importa el minuto del que hablemos, o el lejano paraje en que queramos escondernos. No pasa un segundo sin que el universo se abra camino para brindarnos sabiduría.

En nuestra lejanía al silencio a veces, sordos, nos negamos a escuchar. Pero de nada vale nuestro ruido cuando el universo quiere hablar, de nada vale que salgamos a la calle como si se tratara de asustar a los muertos en una noche de carnaval. O que nos escondamos a cal y canto, seguros en la soledad de una trinchera. Poco le importan al universo nuestros escondites y nuestros gritos. El universo simplemente repite la lección, con sutileza, con sigilo, o incluso y si lo requiere con una crueldad inusitada. De nada sirven nuestras súplicas o nuestras negativas. De nada vale que aquello que ha decidido enseñarnos no sea aquello que queremos aprender. El universo simplemente enseña. Es su naturaleza, así como la naturaleza de la voz es cantar...

Comprender que el universo quiere enseñarnos algo no siempre facilita el proceso. No siempre se entiende que quiere decirnos y vagamos como ciegos dando tumbos sin distinguir el camino que debemos seguir. Incluso, a veces es peor la claridad. Comprendemos que quiere enseñarnos, pero nos revelamos y nos negamos a aprender. A mi, con frecuencia me ha pasado lo segundo. Y duele.

Este año el universo tocó a mi puerta y dispuso 3 temas para que sobre ellos aprendiera. No me dio a elegir uno de ellos. Simplemente decidió que sobre ellos debía aprender.

Hoy, que me he detenido a pensar en aquello que he aprendido, he decidido dedicar al primero de esos temas este modelo.


domingo, octubre 04, 2009

Mariposa simple

Hay memorias tan efímeras como las lágrimas de una mariposa
y recuerdos que se escapan entre los dedos como la lluvia en la tela de una araña.

La memoria es un engaño y nada más.

Hilamos nuestros recuerdos en futiles entretelas,
pensando que han de permanecer firmes al paso de los días,
y que el silencio y el olvido habrán de asentar el ruido interno que a veces nos impide escuchar.

Pensamos que el tiempo habrá de asentar aquello que atesoramos.

Pero el tiempo es engañoso
y le gusta revolver historias para dar origen a palabras nuevas.