viernes, enero 31, 2020

Cotidianidades (XXII)

Hay una relación entre las palabras y la edad. No es novedad, lo sé, pero permítanme explicarlo.

Un día alguien te dice «señor». En ese momento, de golpe, envejeces 10 años y te encuentra la edad adulta.
Luego, otro día, alguien te dice «don». Allí descubres que las canas que creíste que "caminando rápido no se notaban", si lo hacen. Y que esas cosas que llamabas líneas de expresión, en realidad, deberían llamarse por su nombre, el de verdad, y no ese que te inventas para seguirte creyendo joven.

La cosa grave no termina ahí.

Un día cualquiera, al final final, llega la palabra que lo 
termina todo, aquella que hace que caigan sobre ti los años que aún no habían llegado. Ese día, un cualquiera, alguien que no conoces, un vendedor o el cajero de algún banco te dice, sin pensarlo: «padrecito».

Ese día comienzas a considerar comprar ese atractivo paquete funerario que no sabes bien por qué no habías visto antes y miras hacia el infinito como cuando ves que en el cine pasan los créditos que anuncian el final de la película y solo resta esperar The End.