lunes, septiembre 04, 2006

Otros vientos

Todo comenzó con este barco, protagonista de los 8 versos. ¿Lo recuerdan?




Pues bien, ese pequeño barco ha navegado en los mares de aquello que podría ser creado durante algunos días, pidiéndome primero un delfín que lo acompañe, y luego, otros barcos más que pudieran llegar a puerto en su compañía. Fabián Correa, un compañero de LAO me sugirió ayer la idea de un rostro que acompañara la barca (cosa horrible esa que nos paso en LAO, que ya solo pensamos en rostros.) Esa idea me pareció hermosa. Podría ser quizás la imagen de un gigante que surgiera del fondo del océano, algún viejo titán o algún antiguo dios que gustara de jugar con aquellos barcos perdidos en el tiempo. Podría ser también que ese rostro fuera la imagen de algún coloso hoy hundido por las aguas, pero, en mi caso, he preferido mostrar a Eolo, dios de los vientos, dios viento, como un deseo y una petición de buenos vientos por venir. Para todos. Vientos que auguren un buen regreso a Itaca, aunque hacia ella el viaje fue tormentoso, vientos que traigan dulces cambios en la dirección que el alma los requiere, vientos que refresquen aquello que necesita ser refrescado… Pero pedir por vientos es una cuestión peligrosa. Un refrán popular ya entrado en desuso tenía a bien decir: “siembra vientos… y cosecharás tempestades”… Y pocas veces deseamos tempestades.
En las mejillas de Eolo se esconde el aire, que a veces es brisa suave y otras huracán. Se esconden consecuencias.


Hablando ahora en términos de papel, pedirle a una hoja (cuadrada como siempre) que oculte en sí vientos, barcas y mares no es una tarea simple… O quizás pedirlo sea simple, lo difícil sea conseguirlo. ¿Cómo puede representarse el viento? ¿Cómo ver aquello que es invisible? He encontrado en este modelo una respuesta que suelo odiar: viendo las consecuencias, no las causas. Pero en este caso por la vía de descubrir los resultados pueden imaginarse los motivos. Un oleaje tímido, una onda se desplaza sobre la superficie del papel permitiendo al espectador imaginar el viento que sale. Los cachetes del modelo (aunque sin boca que lo acompañen) guardan vientos que envían lejos aquella barca (si, lo sé, también podría leerse que en vez de enviar atraen, y que lejos y cerca siempre dependen del lugar en que uno se encuentra.) Las mejillas de Eolo cargan en sí los vientos que impulsan el modelo hacia otros mundos. Vientos de cambio, como los del origami.
Este modelo, aunque realizado en papel, en una sola hoja cuadrada y sin cortes, esta lejos de ser lo que se denomina origami tradicional. Aunque es posible “estandarizar” el modelo y obtener mediciones exactas para cada punto, para cada ola, confieso que no he usado ninguna. La confesión no es extraña, lo sé, porque quienes me conocen saben que mis modelos rara vez obedecen a puntos y medidas exactas. El barco se encuentra donde quiso estar, y las olas donde a bien tuvo el viento llevarlas. Otro tipo de modelos, otro origami, otra forma de decir más cercana a la escultura, pero aún y sin ninguna duda: Papel Plegado.
Por ahora solo me queda desear a los lectores: “buen viento, y buena mar”