viernes, agosto 24, 2018

Cotidianidades (XIX)

Tomo un bus. Es de noche y me acomodo junto a la ventana. A mi lado una mujer. Tiene 40, o tal vez 45 años. Su pelo pinta blancos donde antes sólo habitaba el negro.

Llora.

Veo el perfil de su rostro, iluminado por la luz de la pantalla de su celular. 
De sus ojos, ríos. 
La piel, de blanca luna. 
Las lágrimas de evidente sal. 
Sollozos sin voz que son un grito.

Reviso mi morral y encuentro una servilleta del sánduche que aún no me como.

» “Está arrugada, pero limpia“, digo, mientras extiendo mi mano.

Ella la toma sin decir palabra. Trata de limpiar sus mejillas con aquellas servilletas, también sus ojos, pero aquello resulta tan vano como tratar de contener una cascada con un vaso. La miro y pienso en su tristeza. 
¿Será acaso la misma tristeza que llevo yo adentro? ¿La tristeza de las cosas que no fueron? ¿La tristeza de las cosas que dejaron de ser? Pienso en mi familia, en la lejanía cruel de estar y no saber, del silencio infinito de aquella soledad. Por dentro, de golpe, me agarran unas inmensas ganas de llorar.

Toda tristeza es un mundo, pienso.

A mi lado su llanto sigue, ya sin pantalla frente a esos ojos que son un mar que nada ve.

Quiero decirle que lloremos juntos. Ofrecer el hombro, o tal vez el pecho. Me pregunto si estará mal ofrecerle un poco del sánduche que llevo sin abrir, porque sé que las tristezas con la panza llena duran siempre menos. Pienso si, tal vez, será mucho pedir, que aquella noche duerma conmigo, que tal vez un abrazo ayude, que tal vez sonreiremos los dos después de llorar, que la mañana, juntos, tal vez nos regale incluso alguna risa...

Y mientras todo eso pienso, aquel bus sigue, 20, 30, 40 cuadras. No hago nada, torpe que soy. Al fin abro mi mano y la pongo sobre mi pierna. Es una invitación... tal vez.. sólo tal vez... Tal vez podamos comenzar por tomarnos de la mano para, por una noche no estar tan solos, tan tristes, tan desamparados.

Ella se pone en pie, con ese rostro, húmeda luna, y por un segundo acaricia mi mano.

» Gracias, me dice.

» Gracias, le digo yo.

Es de noche. Cada cual se aleja, con su tristeza a cuestas. Toda tristeza es un mundo, insisto.

miércoles, agosto 15, 2018

Hoja de vida

Me han pedido mi hoja de vida resumida. Aquí va:

"Me llamo Daniel Naranjo.
Nací un miércoles, cuando la noche acariciaba el final de la tarde.
Luego crecí, viviendo más unos días que otros.
Un día tuve un hijo.
Un día moriré. No hoy, aclaro, otro día.
Mientras tanto sigo vivo."

lunes, agosto 13, 2018

Escala musical

El RE, de resonar cansado, repite amores viejos. Renguea un poco de su pie, pero igualmente recorre cada día los recuerdos del pasado.

El MI lo quiere todo, egoísta como es, y el FA que está a sólo medio tono, se niega a estar con él. (Pero a veces, de bemol la una o de sostenido el otro, se vuelven uno solo)

Entre el SOL y el LA hay también una vieja historia. Se amaban, pero LA quería estar sola y sentía que con SOL sobraba una letra entre los dos

SI, por mucho, es la más feliz. Yo supongo sea porque está siempre dispuesta a todo aquello que le preguntan.

Lo contrario pasa con el DO, que a todo se niega, hasta a aliviarse de la gripa.

Y luego viene el RE, pero de ese no cuento nada nuevo, y no me quiero repetir.

jueves, agosto 02, 2018

Paraguas

» Buena noche mamá, ¿me presta el costurero?
+ Buena noche mija, está ahí en el cajonero, ¿se mojó mucho?
» No tanto amá
+ ¿Qué está haciendo mija?
» Aquí, arreglando un regalo que me dio el conductor del bus.
+ ¿Cómo así?
» Es que cuando llegamos al paradero se largó ese diluvio y el conductor del bus me regaló este paraguas. No está bueno, del todo, me dijo, pero por lo menos la tapa algo.
+ Mija, pero que lo va a arreglar. Los paraguas son muy baratos. Si quiere yo le regalo uno.
» No mamá, no es por eso, es que me gustó que el conductor me lo regalara.
+ ¿Y que está haciendo entonces?
» Cosiéndole la tela a las varillas.
+ No justifica mija
» Si justifica mamá. Es que hay paraguas que le mantienen seco el cuerpo a uno, pero yo creo que este es de los que mantienen seco el alma.
+ ...
» ...
+ ¿Me deja yo le ayudo mija?

miércoles, agosto 01, 2018

Cotidianidades (XVIII)

En una esquina tres vendedores conversan. Me acerco y pregunto a uno: ¿qué vale la guayaba? A 3000, me dice . Detrás de mi llegan tres personas más...¿Qué vale la guayaba? Pregunta cada uno de ellos, sin escuchar.
El vendedor se sonríe y me dice: "me lo voy a llevar a trabajar a un depósito cerquita de mi casa, o si usted puede más bien quédese un ratico más". Su compadre, al lado, me dice que "le compre algo para poder bajar bandera." El otro vendedor cierra la frase diciendo que "ni el nombre de Dios ha hecho".
Y yo me alejo, sonriendo, mientras pienso en la belleza de las palabras cuando sabes lo que dicen.