jueves, enero 17, 2008

Silencio

“Pero porque pido silencio no crean que voy a morirme
me pasa todo lo contrario, sucede que voy a vivirme”
Pablo Neruda


Hay mucho por decir acerca del silencio. Es hermano, mayor, de la palabra, y probablemente por eso sea más maduro y un poco más sabio. Es más antiguo que la voz, y más poderoso, y debiera ser más normal al ser humano. Es más íntimo, y más primitivo.
Quizás, el silencio me guste tanto como la palabra, porque dice tanto como ella. Conozco silencios de consuelo y silencios de alegría, conozco silencios de dolor y algunos de castigo. He pronunciado silencios que aún hoy me duelen. El lenguaje de la eternidad debe ser el del silencio.

Muchos creen que el silencio es árido, seco, como el cauce muerto de un rio inexistente. Conozco silencios así. Otros creen en silencios que cantan, que hablan, que fluyen. De esos conozco varios. Hay silencios de todo tamaño y medida, de todo color y edad. Hay silencios que deben ser guardados por obligación, otros por necesidad. Hay silencios que duelen porque deberían ser palabra, y también palabras que más valdría fueran silencios.

Una de sus diferencias fundamentales ha de ser la comodidad. La palabra es, a pedido de la modernidad, cómoda. Nos sentimos cómodos con ella (y algunos en ella). Prendemos la televisión o el radio al entrar en una habitación para no sentirnos tan solos, porque silencio y soledad suelen comenzar igual. Tememos al silencio y sus implicaciones, y eso se ha vuelto la norma en todas nuestras comunicaciones. Por chat, las personas escriben desesperadas, mandan sonidos y teclean en medio de la infinita necesidad de sentir que hay alguien (cualquiera) al otro lado de la línea. Tememos la soledad y la relacionamos con el silencio. Probablemente, una forma de saber que tan solos estamos sea ver que tanto silencio podemos guardar sin que nos consuma el miedo.
¿Por qué nos duele tanto el silencio? ¿Por qué resulta tan complejo? Nuestro silencio, por definición, es entendido como ausencia del ruido. Definimos el silencio como ausencia (hermana de la soledad), y en función del ruido. Quizás, resultaría de más valor que definieramos el ruido como la ausencia del silencio. De todos modos, algo de ventajoso tiene la definición al hablar de "ausencia de ruido" y no de ausencia de sonido, porque entre ambos términos existe una diferencia fundamental. No es lo mismo ruido que sonido. El silencio que conocemos no es el silencio natural, es un silencio que se pide a gritos, que se llama y se invoca como castigo, no como realización. El silencio, en la modernidad, pareciera hablar de incomunicación y aislamiento.
Que paradoja: el fundamento de la comunicación es el silencio, y hemos logrado convertirlo en su enemigo.



Las últimas semanas he tratado de guardar silencio, y también de recuperarlo. La nueva apariencia del blog busca resaltar un silencio que diga, que deje hablar. También he tratado de recuperar el decir de los dedos, y así surge este modelo cuyo tema base (un rostro del que saliera cabello hacia un lado) es idea de Fabián Correa.

Este silencio que he plegado hoy es un silencio fluido, un silencio que vive. Hace días quería plegar un modelo más cercano a mi alma, puesto que últimamente me dedico al mundo animal. Parte de una rectángulo de 2*1, y es resultado de la investigación en las técnicas de dobleces curvos y de bajo relieve. Solo presenta un par de dobleces “formales” en el diseño del rostro. Como línea de investigación y expresión, no puedo negar que me atraen estos diseños que hablan más de superficies que de pliegues, pero aún me resulta claro que la superficie ha de estar contenida por el pliegue. Como comentario, al margen de la hoja, esta línea de investigación es consecuencia de una serie de preguntas y recomendaciones realizadas por Saadya hace un par de años. A esas preguntas la única respuesta que he logrado dar aún sigue siendo, como lo fue cuando fueron formuladas, el silencio.