Cuando Ariadna entró al laberinto lo descubrió vacío. Valiente, tomó hilo y cuero, y se hizo una máscara de toro que ajustó, fuerte, a su cabeza.
Cuando se corrió la noticia de que el monstruo había regresado, la ciudad recuperó su esplendor y gloria.
No puede existir laberinto sin Minotauro.