Vuelvo a hablar sobre mi madre.
Hay mujeres así, sobre las que uno vuelve
invariablemente.
A veces la veo sentada en su costura.
(Así son todas, sospecho.)
Puntada tras puntada va arreglando ropas viejas
que en sus manos se niegan a morir.
Costura tras costura, remienda los agujeros que va dejando la vida.
Son curiosos los agujeros de la ropa.
Salen cuando menos se les espera,
sin pedir permiso,
sin avisar siquiera.
Pero allí está ella, aún con su costura.
Imagino no comprende la diferencia entre la costura y la vida misma.
Una y otra se tejen frente a ella
Y se destejen
En algunos casos se ve la cicatriz,
en otros, gentilmente,
se disimulan surcos con dobladillos,
y dobladillos con comisuras,
Yo no se coser. Nunca aprendí ni de agujas
ni de hilos.
Así que de cuando en vez
vuelvo y hablo con mi madre.
Y otra vez, sin que lo note, me cose un agujero
que se me había hecho en el alma.