lunes, octubre 12, 2009

Entre la niebla

Desde hace algunos años he aprendido que el universo siempre conspira. Invariablemente. No importa el minuto del que hablemos, o el lejano paraje en que queramos escondernos. No pasa un segundo sin que el universo se abra camino para brindarnos sabiduría.

En nuestra lejanía al silencio a veces, sordos, nos negamos a escuchar. Pero de nada vale nuestro ruido cuando el universo quiere hablar, de nada vale que salgamos a la calle como si se tratara de asustar a los muertos en una noche de carnaval. O que nos escondamos a cal y canto, seguros en la soledad de una trinchera. Poco le importan al universo nuestros escondites y nuestros gritos. El universo simplemente repite la lección, con sutileza, con sigilo, o incluso y si lo requiere con una crueldad inusitada. De nada sirven nuestras súplicas o nuestras negativas. De nada vale que aquello que ha decidido enseñarnos no sea aquello que queremos aprender. El universo simplemente enseña. Es su naturaleza, así como la naturaleza de la voz es cantar...

Comprender que el universo quiere enseñarnos algo no siempre facilita el proceso. No siempre se entiende que quiere decirnos y vagamos como ciegos dando tumbos sin distinguir el camino que debemos seguir. Incluso, a veces es peor la claridad. Comprendemos que quiere enseñarnos, pero nos revelamos y nos negamos a aprender. A mi, con frecuencia me ha pasado lo segundo. Y duele.

Este año el universo tocó a mi puerta y dispuso 3 temas para que sobre ellos aprendiera. No me dio a elegir uno de ellos. Simplemente decidió que sobre ellos debía aprender.

Hoy, que me he detenido a pensar en aquello que he aprendido, he decidido dedicar al primero de esos temas este modelo.