“Las palabras son de aire, y van al aire”
Siempre había creído en las palabras. En la capacidad mágica que tenían para conjurar, para realizar, para profetizar. Siempre había creído que eran, como ya alguien dijo, el recurso cuando todo lo demás falla. Confieso que había creído en el poder de la palabra que es verbo y acción, que es cualidad, que nombra…
Pero he descubierto que las palabras no dicen lo que deben decir, que son escasas, que se quedan cortas. Frente a aquellos momentos que son, por decir lo menos, gloriosos, son tantas las sensaciones y emociones, son tantas las ideas, los dolores, las alegrías y los recuerdos que se agolpan en la garganta, que las palabras no saben decidir. No saben salir. Olvidaron decir. No existen aún palabras que logren explicar realmente una emoción, no existe un mágico poder que permita que un par de fonemas o que una serie de sonidos articulados puedan interpretarse y traducir aquello que queremos expresar.
Pero he descubierto que las palabras no dicen lo que deben decir, que son escasas, que se quedan cortas. Frente a aquellos momentos que son, por decir lo menos, gloriosos, son tantas las sensaciones y emociones, son tantas las ideas, los dolores, las alegrías y los recuerdos que se agolpan en la garganta, que las palabras no saben decidir. No saben salir. Olvidaron decir. No existen aún palabras que logren explicar realmente una emoción, no existe un mágico poder que permita que un par de fonemas o que una serie de sonidos articulados puedan interpretarse y traducir aquello que queremos expresar.
Dudo mucho que el alma hable con palabras. No, no dudo, estoy seguro.
Cuando el alma se decide a hablar, no lo hace con palabras.