sábado, octubre 13, 2012

Dios


Cansado de escuchar su nombre jurado en vano, decidió dios poner su casa en alquiler. La iglesia, ni corta ni perezosa decidió tomar la propiedad a un precio que, a decir verdad, le resultaba bastante conveniente.

Así que dios se encontró de repente sin casa, y peor aún con el don de la omnipresencia. Porque una cosa es ser omnipresente con casa, y otra muy distinta ser mendigo en todas partes al mismo tiempo.

Decidió mudarse a los moteles, donde su nombre se invocaba con frecuencia y siempre con mejores intenciones. Las diferencias entre esa casa y la pasada, en lo superficial, no eran tantas. Algunos disfrutaban flagelarse, y otros en cambio tenían una actitud más pasiva. No faltaba quien, de rodillas, tuviera la mirada baja, y menos quien se sentía allí más culpable de sus pecados. De fondo, el principal cambio es que allí se cumplían correctamente sus preceptos de amarse los unos a los otros, y sobretodo los unos a las otras.

Desde aquella acertada decisión, vive dios mas contento, y comprende mejor aquello de que amar es lo único que importa.