martes, octubre 19, 2010

Mariposa Austral


Hace unos meses, tuve el enorme placer de pasar unos días en Chile. Allí, me enamoré de la calle y de lo que enseñaba un país maravilloso, lleno de influencias, lleno de formas de hacer las cosas. No pude dejar de maravillarme al encontrar esa mezcla tan tipica de los suramericanos, y al mismo tiempo tan profundamente diferente al resultado que cada día veo aquí en Colombia.

Me deleité en sus diferencias, y me sorprendí con nuestras semejanzas. Aprendí mucho sobre su gente y su cultura, sobre su imaginario propio, y sobre el imaginario que el mundo percibe sobre ellos. 

Viéndolos, y sobretodo hablando con ellos, aprendí también algo sobre mí. Para aprender de uno siempre resulta útil mirar también al otro. Ha de ser por eso que dicen que el viaje no lo hace el destino sino el trayecto. Probablemente sea también por eso que digan que el verdadero viaje es el que realiza tu alma en el trayecto, en cada curva, en cada estación.

Una de las estaciones de ese viaje me llevó a plegar con algunos de los origamistas chilenos. Fue una experiencia maravillosa. Pude compartir con ellos el proceso de creación del cisne que hace unos meses presenté (y debo confesar que con confusos resultados para muchos de los asistentes, y genialidades para otros). Pero lo que mas pude compartir fue, precisamente, sobre esa filosofía de creación que el cisne representaba. En ese aspecto el resultado fue maravilloso.

A todos los origamistas de Chile que compartieron conmigo esa noche, quiero dedicarles este modelo, que surgio poco despues de la reunión y que apenas hoy coloco en soledades. Es para ustedes, en agradecimiento.