sábado, junio 23, 2007

Del pánico escénico y otros miedos nocturnos.

Hace cerca de 3 semanas no actualizo estas soledades. Los motivos, he de confesarlo, mucho han tenido que ver con el pánico escénico. Esta entrada es la número 100 y es un número para celebrar. ¿Cómo no escribir algo hermoso? ¿Cómo no celebrar con la palabra? Simple… Cierto pánico escénico me ha impedido recibir inspiración. ¿Por qué, entonces, me atrevo a escribir en este momento? Simple. Un pánico ha dado paso a otro.

A mi casa, hace solo unas horas, han entrado los ladrones. Digo los sin saber si era el, digo hombres sin saber si eran mujeres. Digo ladrones, aunque quizás debería llamarlos de alguna otra forma. Pero no, los llamo ladrones pues mucho me han robado. Lo material es lo de menos, lo otro es lo que duele.

Se han llevado un dinero que teníamos ahorrado pero han dejado a cambio los cajones revolcados y la ropa en el suelo, un reloj que fue regalo de una amiga que me olvidó pero que yo aún recordaba como antes cuando me vestía de etiqueta, un teléfono que había resucitado dos días atrás. Decentes los ladrones, han dejado en la entrada y ya empacado para llevarse el computador, el televisor y, en fin, todo aquello que esperaba por transporte… Se han llevado otras cosas materiales, pero no quiero hacer pública la lista, que de paso no hemos terminado aún.
Si, lo sé, no he perdido mucho, pero siento que se han llevado lo importante.

Se han robado tantas formas de confianza que me han dejado triste. Se han cargado, envuelto en un morral, la seguridad que sentía de estar en mi casa y han dejado a cambio el miedo de tener que dormir con la puerta abierta, pues la chapa la han reventado para poder entrar y “en fin de semana” no trabajan cerrajeros. Se han llevado también, porqué negar, la idea romántica de que las cosas malas no les pasan a las personas buenas, pero me han dejado a cambio la duda de si será que soy aún una persona buena. Se han llevado mi confianza en los vecinos, pues no entiendo como no escucharon que una puerta de metal es rota a martillazos, pero los ladrones, condescendientes, me dejan a cambio la duda. Se llevan también un gran pedazo de alegría, porque las cosas se sentían bien. Se llevan la también romántica ilusión de que en realidad se podía cambiar el mundo de a uno por vez. Se llevan tanto que me dejan lleno de dolores. Me dejan una esposa que toma un cigarrillo después de otro, aunque había dejado de fumar hace un par de años, me dejan miedos, porque hay días en que la casa permanece sola debido a la actividad docente que estamos realizando, me dejan la inseguridad. Me dejan unas enormes ganas de llorar. Me dejan un par de gatos con miedo de salir de debajo de la cama. Me dejan una enorme rabia, impotencia quizás…


Es curioso… Para la entrada 100 soñaba un gran modelo que no creé, un ensayo pensado sobre la belleza o sobre la relación entre técnica y arte, un texto hermoso que dijera que la belleza está en la vuelta de la esquina, o que es más fácil pasar de arte a técnica que de técnica a arte, pero a cambio, solo escribo un texto que habla sobre dolores y pérdidas.

En fin, feliz entrada 100, soledades, y que escribas muchas más.