miércoles, noviembre 10, 2010

Arrieros

Hace ya varios años, caminando por Medellín, me encontré encerrado en una de las avenidas principales. No recordaba que ese día se celebraba el llamado "desfile de arrieros", en el cual decenas y decenas de arrieros con sus mulas recorren las calles de la ciudad.

Jamás había visto aquel desfile, pero la verdad es que me emocionó a tal punto que días más tarde plegué por primera vez aquella mula con su carga que sirvió de homenaje propio a tantos arrieros en Colombia.

Entonces leí sobre arriería, y descubrí que no era un asunto exclusivo de Colombia, y que buena parte de américa de hecho tiene sus propios arrieros. Y me alegró.

No soy, por supuesto, el único que ha hecho homenaje a la arriería. Pero de tantos homenajes posibles, pocos tan bellos como un documental que habla, específicamente sobre el tema. La buena fortuna, esta vez, ha querido que de nuevo pueda hacer un homenaje a la arriería. Aquella figura que presenté en soledades años atrás, y que luego viajó a Nueva York ahora es parte de aquel documental.
Juan Baldana y Agustina Eyzaquirre han empleado aquella mula como imagen de su trabajo. Y soy yo el que me siento honrado.


Así que desde estas soledades quiero hacer un reconocimiento a ellos por el honor que me hacen de emplear aquella mula, y augurarles la mejor de las suertes. Desde el 15 de noviembre comenzarán a llegar los premios, que seguramente han de ser muchos (aún sin estrenar, y ya una nominación al festival internacional de mar de plata)

Y a los lectores de soledades, no dejen de visitar la página: www.arrieroslapelicula.com

martes, noviembre 02, 2010

Niebla


Algunos días, los recuerdos aparecen como fantasmas en la niebla.
Vienen despacio, y lo envuelven todo con su espectral presencia.
Oscuros, enturbian la mirada. Oscuros, impiden ver mas allá de su propia existencia.

Algunos, se amarran al pasado, con cadenas fuertes como el hierro. Con el sonido de sus pasos nos llenamos de espanto. Otros simplemente nos arrastran a la guarida del olvido, donde la memoria siempre esta dispuesta a traicionarnos.

La mayoría aparecen sin previo aviso. Los convocamos sin llegar a darnos cuenta y después ya no quieren irse. Se van tomando confianza y centímetro a cent
ímetro se adueñan de otras habitaciones del pensamiento. Abren la nevera y se sientan en la sala a tomar el té. Y a esperar. Esperan que suenen pasos en el corredor de la puerta y allí comienzan a hablar, a decir, a señalar. Y entonces somos nosotros mismos quienes nos vamos diluyendo entre la niebla. Nos volvemos fantasmas de otros, a quienes acechamos esperando su descuido.

Algunos días, los recuerdos aparecen como fantasmas en la niebla.