Gertude Stein
Esta entrada comienza hablando de papel. Del papel que estoy jugando frente al papel. He comenzado, desde hace un par de años, un viaje harto complejo hacia la investigación de un origami propio. Un origami que probablemente resulte igual al de tantos otros, pero que yo pueda percibir propio. Esa búsqueda ha sido gratificante porque me ha permitido encontrar un lenguaje, una voz, una forma de amar el papel que es mía, aunque use palabras de otros. Algún día contaré sobre las escalas de este viaje, sobre los descubrimientos que he realizado y los mundos y personas que he conocido y, si el tiempo lo permite, sobre las veces (tantas veces) en que me he perdido.
Pero hoy, hablaré solo sobre la que fue la última estación de un camino del que no conozco destino. Esta última estación ha sido dulce y calma, ha sido marcada por una zona de confort, de comodidad en lo propio. Sin duda, es una trampa peligrosa: El confort produce un estado en el cual la exploración se olvida y la comodidad se vuelve reina, un estado en el que se olvida el hambre. Y eso, en el arte, es un problema. En esos momentos es cuando viene bien tener un maestro filósofo, y ojala artista.
Para mi fortuna conozco a uno, que me ha dejado de regalo una de las posesiones más valiosas que he tenido: Preguntas.
Me han preguntado sobre el arte propio, sobre la expresión, sobre la técnica, sobre el qué quiero decir y cómo lo digo, sobre el material de la expresión y el material en qué se expresa, sobre lo simple, sobre el arte, sobre la vida. A raíz de eso ha surgido el último modelo que presenté, y también a raíz de eso ha venido el silencio a acompañar estas soledades. Mientras tanto, es una entrada que habla sobre empezar de nuevo, sobre olvidar lo que se sabe, sobre el desaprender para aprender de nuevo. El modelo presentado (alma) es el primero que aprendemos a hacer en papel, y el primero que los origamistas tratamos de desaprender. Es, como me decía Eric Madrigal en un correo, el alma de un niño.
Pero volviendo al viaje, debo confesar, sin embargo, que es temprano aún para enseñar aquello que he empezado a investigar. Creo, incluso, que no se notará una diferencia entre lo que he mostrado hasta este momento y lo que mostraré en el futuro. Solo podré decir que la diferencia existe y va por dentro, que es el alma la que está aprendiendo a plegar distinto.
Pero como nunca me ha gustado anunciar y no mostrar, tentar y no pecar, enseño solo uno de los primero estudios que hago en estos nuevos tiempos. Un modelo que estudia (brevemente) la superficie del papel, y la curvatura que lo habita. Un modelo simple en excesos. Origami subdiez en su plegado, aunque quizá para explicarlo necesite más de diez dibujos. Como verán, la nariz es muy similar a la del tigre de Román, aunque su proceso de plegado es mucho más sencillo y similar al de las cabezas de perros que realicé hace algunos años. Espero lo disfruten, aunque ojalá de lejos, porque los babuinos son como aquel personaje que busca la ruina del héroe que viaja: Peligrosos…
Para mi fortuna conozco a uno, que me ha dejado de regalo una de las posesiones más valiosas que he tenido: Preguntas.
Me han preguntado sobre el arte propio, sobre la expresión, sobre la técnica, sobre el qué quiero decir y cómo lo digo, sobre el material de la expresión y el material en qué se expresa, sobre lo simple, sobre el arte, sobre la vida. A raíz de eso ha surgido el último modelo que presenté, y también a raíz de eso ha venido el silencio a acompañar estas soledades. Mientras tanto, es una entrada que habla sobre empezar de nuevo, sobre olvidar lo que se sabe, sobre el desaprender para aprender de nuevo. El modelo presentado (alma) es el primero que aprendemos a hacer en papel, y el primero que los origamistas tratamos de desaprender. Es, como me decía Eric Madrigal en un correo, el alma de un niño.
Pero volviendo al viaje, debo confesar, sin embargo, que es temprano aún para enseñar aquello que he empezado a investigar. Creo, incluso, que no se notará una diferencia entre lo que he mostrado hasta este momento y lo que mostraré en el futuro. Solo podré decir que la diferencia existe y va por dentro, que es el alma la que está aprendiendo a plegar distinto.
Pero como nunca me ha gustado anunciar y no mostrar, tentar y no pecar, enseño solo uno de los primero estudios que hago en estos nuevos tiempos. Un modelo que estudia (brevemente) la superficie del papel, y la curvatura que lo habita. Un modelo simple en excesos. Origami subdiez en su plegado, aunque quizá para explicarlo necesite más de diez dibujos. Como verán, la nariz es muy similar a la del tigre de Román, aunque su proceso de plegado es mucho más sencillo y similar al de las cabezas de perros que realicé hace algunos años. Espero lo disfruten, aunque ojalá de lejos, porque los babuinos son como aquel personaje que busca la ruina del héroe que viaja: Peligrosos…
Ah, y a aquel filósofo y por demás maestro, a aquellos que han estado conmigo en este camino, gracias. A todos. A todas. Gracias.