miércoles, noviembre 10, 2010

Arrieros

Hace ya varios años, caminando por Medellín, me encontré encerrado en una de las avenidas principales. No recordaba que ese día se celebraba el llamado "desfile de arrieros", en el cual decenas y decenas de arrieros con sus mulas recorren las calles de la ciudad.

Jamás había visto aquel desfile, pero la verdad es que me emocionó a tal punto que días más tarde plegué por primera vez aquella mula con su carga que sirvió de homenaje propio a tantos arrieros en Colombia.

Entonces leí sobre arriería, y descubrí que no era un asunto exclusivo de Colombia, y que buena parte de américa de hecho tiene sus propios arrieros. Y me alegró.

No soy, por supuesto, el único que ha hecho homenaje a la arriería. Pero de tantos homenajes posibles, pocos tan bellos como un documental que habla, específicamente sobre el tema. La buena fortuna, esta vez, ha querido que de nuevo pueda hacer un homenaje a la arriería. Aquella figura que presenté en soledades años atrás, y que luego viajó a Nueva York ahora es parte de aquel documental.
Juan Baldana y Agustina Eyzaquirre han empleado aquella mula como imagen de su trabajo. Y soy yo el que me siento honrado.


Así que desde estas soledades quiero hacer un reconocimiento a ellos por el honor que me hacen de emplear aquella mula, y augurarles la mejor de las suertes. Desde el 15 de noviembre comenzarán a llegar los premios, que seguramente han de ser muchos (aún sin estrenar, y ya una nominación al festival internacional de mar de plata)

Y a los lectores de soledades, no dejen de visitar la página: www.arrieroslapelicula.com

martes, noviembre 02, 2010

Niebla


Algunos días, los recuerdos aparecen como fantasmas en la niebla.
Vienen despacio, y lo envuelven todo con su espectral presencia.
Oscuros, enturbian la mirada. Oscuros, impiden ver mas allá de su propia existencia.

Algunos, se amarran al pasado, con cadenas fuertes como el hierro. Con el sonido de sus pasos nos llenamos de espanto. Otros simplemente nos arrastran a la guarida del olvido, donde la memoria siempre esta dispuesta a traicionarnos.

La mayoría aparecen sin previo aviso. Los convocamos sin llegar a darnos cuenta y después ya no quieren irse. Se van tomando confianza y centímetro a cent
ímetro se adueñan de otras habitaciones del pensamiento. Abren la nevera y se sientan en la sala a tomar el té. Y a esperar. Esperan que suenen pasos en el corredor de la puerta y allí comienzan a hablar, a decir, a señalar. Y entonces somos nosotros mismos quienes nos vamos diluyendo entre la niebla. Nos volvemos fantasmas de otros, a quienes acechamos esperando su descuido.

Algunos días, los recuerdos aparecen como fantasmas en la niebla.

jueves, octubre 21, 2010

Cajón de sastre

Los origamistas tenemos, casi siempre en una habitación oscura donde pocas personas cercanas tienen acceso, un cajón de sastre. Para quienes no conocen el concepto (quizás, demasiado coloquial) el cajón de sastre se refiere a una caja en la cual los maestros de la aguja y el hilo guardan tanto aquellos proyectos que no llegaron a buen término, como los retasos de prendas terminadas. 

Los origamistas también tenemos nuestro cajón. Es cierto, no todos lo ubican en una habitación oscura, pero siempre lo tenemos. En él ponemos modelos inconclusos que esperamos que "en otro momento podamos terminar", o ideas que "aún no resultan como quiero", o incluso pedazos de modelos que pensamos que "tal vez pueda usarlo en un modelo diferente..." Casi siempre es una ilusión tonta. El cajón de sastre en muchas casas no es más que un agujero negro. 

Es cierto, estoy exagerando un poco, porque claramente no todos los cajones de sastre son iguales. Algunos, con un hambre voraz se van devorando todo lo que hacemos. Ya nos les vasta con modelos que no se terminaron, a veces incluso empiezan a llenarse con obras que meses atrás formaban parte de una vitrina, incluso de alguna exposición. Hay cajones, que con su sed infinita se llevan a su abismo modelos que no deberían terminar en cautiverio.

Sin embargo, en extraños días en los cuales se efectúan confusas conjunciones astronómicas, los origamistas nos atrevemos a poner nuestras manos en el interior de dicho cajón. Es un asunto que no deja de ser arriesgado, pues uno mismo corre el riesgo de ser engullido por sus fauces de cartón o plástico. Pero cuando se vence en tan singular combate, nos encontramos modelos que no merecían vivir allí, modelos que desean nadar por nuevos mares.

Hace poco he entrado en mi cajón de sastre, y este modelo me ha pedido salir. Esperemos viaje a buenos mares

 

martes, octubre 19, 2010

Mariposa Austral


Hace unos meses, tuve el enorme placer de pasar unos días en Chile. Allí, me enamoré de la calle y de lo que enseñaba un país maravilloso, lleno de influencias, lleno de formas de hacer las cosas. No pude dejar de maravillarme al encontrar esa mezcla tan tipica de los suramericanos, y al mismo tiempo tan profundamente diferente al resultado que cada día veo aquí en Colombia.

Me deleité en sus diferencias, y me sorprendí con nuestras semejanzas. Aprendí mucho sobre su gente y su cultura, sobre su imaginario propio, y sobre el imaginario que el mundo percibe sobre ellos. 

Viéndolos, y sobretodo hablando con ellos, aprendí también algo sobre mí. Para aprender de uno siempre resulta útil mirar también al otro. Ha de ser por eso que dicen que el viaje no lo hace el destino sino el trayecto. Probablemente sea también por eso que digan que el verdadero viaje es el que realiza tu alma en el trayecto, en cada curva, en cada estación.

Una de las estaciones de ese viaje me llevó a plegar con algunos de los origamistas chilenos. Fue una experiencia maravillosa. Pude compartir con ellos el proceso de creación del cisne que hace unos meses presenté (y debo confesar que con confusos resultados para muchos de los asistentes, y genialidades para otros). Pero lo que mas pude compartir fue, precisamente, sobre esa filosofía de creación que el cisne representaba. En ese aspecto el resultado fue maravilloso.

A todos los origamistas de Chile que compartieron conmigo esa noche, quiero dedicarles este modelo, que surgio poco despues de la reunión y que apenas hoy coloco en soledades. Es para ustedes, en agradecimiento.






viernes, octubre 08, 2010

todo comenzó por las orejas...

Hace algunos meses, algunos de los origamistas más importantes de américa latina comenzaron un proyecto que sonaba, por demás, apasionante. Una revista, una pequeña esquina del mundo en la cuál pudiera refugiarse, y a un tiempo mostrarse, algo del origami que desde el sur vuela al mundo.

Esa revista ya ha llegado al número dos, y en este he contado con la enorme suerte de ser invitado a participar. Y algo logré hacer para la revista. Algo que comenzó por las orejas.

Bien saben los lectores de soledades que muy poco diagramo. Me parece que la diagramación en sí es todo un arte, no sólo por el hecho de dibujar hermosamente, sino por el reto que implica sorprender y guiar a un mismo tiempo. En términos reales, la diagramación es cada vez más un arte perdido, reducido por muchos a la técnica. Pero me estoy desviando de la idea. Decía que poco diagramo, y sin embargo, en honor de la revista algo logré diagramar.



El resultado, muy a mi pesar, tiene algún par de errores que espero poder corregir pronto. Espero también que dichos errores no eviten a los plegadores del mundo plegar el modelo. Pero lo que más espero es que todos disfruten la revista. Y si el zorro no resulta de su agrado, los invito a que vean el resto de la revista, que algo maravilloso hay para todos. Y mejor aún, cuando se enamoren del zorro no duden en comentar.

La revista puede descargarse aquí. Y los diagramas del zorro, lógicamente, en el interior de la revista.

viernes, agosto 27, 2010

el sueño de dios

Un día, los humanos tuvieron la certeza: "no somos más que el sueño de dios."

Desde entonces, la humanidad se reúne a cantar eternas canciones de cuna, con la esperanza de que aquel dios jamás vaya a despertar.

jueves, agosto 12, 2010

Cisne

Pocos animales tan nobles como el cisne. No hablo de nobleza como una cualidad de su carácter, sino de la relación constante con la realeza e incluso, en muchos casos, con la divinidad.  
En otros tiempos estuvieron presente en mitos, cuentos y leyendas alrededor del mundo. Aún hoy en día, tras el paso de los siglos, la realeza inglesa es dueña de todos los cisnes salvajes que vuelan por el país.
Dicen los griegos que el dios de dioses se convirtió en cisne para amar a una mujer. Dicen los británicos que un caballero andante, venido de otras tierras en una barca halada por un cisne es quien defiende el honor de una antigua reina. Dicen que luego se convirtió en esposo y amante de aquella reina, y que más tarde aun, hubo de partir cuando ella le preguntó por su origen. Algo similar cuentan los normandos, aunque para ellos no es un caballero sino un antiguo dios. Los suramericanos cuentan de un cisne que, a su lomo, llevó a un dios infantil hasta el otro lado del mundo, desde donde gobernaría su creación. Un cuento infantil por todos conocidos habla de un pequeño pato que se convierte en cisne de gran belleza. Un filósofo clásico cuenta sobre el canto de los cisnes antes de morir, no como un canto de dolor y de agonía, sino como una celebración de lo vivido y sobretodo de la alegría de poder ingresar a lo que hoy llamaríamos cielo.
El cisne ha estado siempre presente, acompañando aquello que es noble y también aquello que es divino. El cisne ha estado constantemente tratando de representar aquello que quisiéramos llegar a ser.
También, aunque no lo sabia, ha estado presente entre mis dedos. Justo detrás de los caballos, el animal que más me ha pedido el alma es esta poderosa ave.  Puede ser que el alma me pida que me convierta en ave y entre mis alas abrace a una mujer, o que defienda el honor de alguna (poco probable pues todas aquellas que conozco son siempre honorables). O puede, simplemente, que lo que el alma pide es que cante de alegrías, que celebre la vida y lo vivido, y yo, terco, me he demorado tanto tiempo en entender.
Así que celebremos los amores, lo vivido y lo que falta por vivir. Y sobretodo celebremos la nobleza siempre divina de nuestra alma.

sábado, junio 19, 2010

EL RITUAL EMOCIONAL DE LOS TAIMAKUN (FRAGMENTOS)


[…] Así que, para dejar de querer, en aquel pueblo se arrancaban el corazón. Lo dejaban en cajas de colores claramente separados unos de otros siguiendo una codificación por cromática que, para quienes están familiarizados con sus costumbres, resulta claramente comprensible: Cada caja es marcada con un color que representa el tipo de amor perdido. Hay corazones que se guardan en cajas negras, pues negros amores fueron. Otros se guardan en cajas blancas intentando la pureza de aquel amor pueda preservarse. Algunos son guardados en cajas de un color rojo encendido, pues se supone que los amores profundos están marcados por este color que más que pasión representa para este pueblo un contacto con la deidad. No deja de ser curioso señalar que para muchos de ellos la piel es un regalo de lo divino, razón por la cual explorar la piel del otro es entrar en contacto con la divinidad. […]

[…] “La primera vez que te sacas el corazón es la más impresionante. Dudas si serás capaz de seguir vivo, dudas que te vuelva a nacer el corazón. Pero una vez vencido el miedo resulta una actividad bastante cómoda.” […]

[…] Resulta sumamente conmovedor observar como unos pocos conservan el ritual de extirparse el corazón. Pero más sorprendente aún es observar cómo pueden sacar cada tiempo los distintos corazones que han guardado en cajas de colores, para usarlos nuevamente y volver a amar a quienes antes creían perdido. Aunque no es así como lo explican, parece que más que para dejar de querer, el ritual sirve para seguir queriendo sin dolor […]

[…] No hay regalo más valioso entre los Taimakun que un corazón ya usado, entregado en su respectiva caja. Para aquellos no iniciados en sus misterios resulta siempre un regalo amenazante, pues recibir el corazón de otro no deja de ser una profunda responsabilidad, pero quienes descubren el resultado de la actividad registran un cambio tan profundo que nunca más pueden amar sin dar a cambio el corazón. […]

[…] No puede hablarse de un único ritual para entregar el corazón. En algunos casos el ritual es altamente ceremonial, en otros la ausencia de elementos externos es manifiesta. El caso de entregar el corazón entre sexos opuestos resulta tan poético como ausente de materiales o recursos externos:
“Uno frente a otro se despojan de su ropas, y desnudos se sientan de forma que puedan tocarse uno a otro. Luego unen sus frentes y hablan. Evalúan los motivos por los cuales han de darle el corazón al otro, y luego simplemente se abren el pecho y lo intercambian.”

Entre personas del mismo sexo, el intercambio suele realizarse de manera más paulatina, pero no por esto menos comprometida. La ausencia de la desnudez es, en cambio, compensada por la abundancia de rituales de una sutileza difícil de comprender, incluso para ellos mismos. De hecho, no siempre puede decirse que se entregue el corazón de la misma forma. La mayoría de las veces se programan actividades, que aunque nos parezcan pequeñas, son sumamente importantes para el pueblo:

“...asistir juntos a celebraciones, participar en juegos colectivos. Normalmente no hablamos mucho, pero cada vez que asistimos a esos eventos y sudamos juntos nos entregamos uno al otro un poco del corazón.”


[…] Igualmente, no existe mayor insulto que dejar un corazón a la intemperie, en cajas que no soporten ni la luz ni el agua. Los Taimakun piensan que “un corazón dejado a la intemperie habla más de quién lo ha dejado afuera que de quien lo ha entregado”.

[…] Se han presentado casos en los cuáles el destinatario del corazón no resulta digno del regalo. Al preguntarles sobre este asunto a los Taimakun, su respuesta resulta inicialmente enigmática: “quien no es digno de recibir un corazón, jamás será digno de entregarlo”. Sin embargo, esta respuesta es más que una figura literaria pues, de hecho, de una forma que aún nos resulta desconocida, los Taimakun reconocen en el corazón de quien ha sido “maldecido” las huellas de su acto indigno, y al acercarse a él evitan cualquier tipo de contacto que ponga en riesgo su corazón. En cambio, para compensar a quien entregó el corazón en vano, suelen buscarse curanderos que con palabras y actos sanen viejos dolores y nuevamente permitan entregar el corazón.
Tristemente lo que no era un hecho común en aquel pueblo regido por las mismas creencias empieza a ser cada día más frecuente al encontrarse con personas provenientes de otras culturas. Algunos Tamakun, siguiendo el ejemplo de otras culturas han dejado de arrancarse el corazón. Se denominan a sí mismos “Taimakun-natapy”. Según dicen:

“el dolor de entregar el corazón a un indigno tarda tiempo en sanar. En cambio los Kutana (nombre que dan a quienes no pertenecen a su pueblo) nunca sufren de ese dolor pues aman de a pedacitos y siempre en lo superficial, y así se evitan el dolor”
Lo que los Taimakun-natapy no comprenden aún es que si bien evitan el dolor también evitan la alegría del amor profundo […]

martes, junio 08, 2010

El bosque

Años atrás leí que, en el fondo, éramos una combinación de todos los elementos del universo. Recuerdos de un lejano estallido en el cuál todos los elementos tuvieron origen. No somos, decía, más que la mezcla de pequeñas cantidades de aquella explosión.

Años atrás, escuché que en realidad no éramos más que bolsas de agua y carbono. Definición que curiosamente no dejaba de ser considerablemente acertada.

No dudo de la biología y de la razón que tenga, pero creo que no es la única explicación posible. Tampoco voy a ponerme religioso, a señalar que somos parte del espíritu de alguna deidad. Es sólo que creo que, más que agua, somos tierra. Parcelas de tierra a la espera de ser sembradas.

Algunas veces no sabemos cómo o quién lo sembró, pero en medio de esta tierra habita un enorme árbol de soledad. Sus frutos caen y generan nuevas soledades. Nos volvemos un eterno entramado de ramas que se abrazan en la noche.

Otras veces, un árbol de alegrías es quien nos habita. Y pequeñas alegrías nos recorren y nos siembran sin siquiera llegar a darnos cuenta. Entonces llegan las aves a atravesarnos y llenar los nidos con sus cantos.

A veces nos miramos y nos encontramos baldíos. Ocurre que no sabemos qué sembrar, o aunque sepamos qué, desconocemos el cómo hacerlo. Tierra sin sembrar que no sabe ser sembrada. Entonces conocemos gente. Personas que, sin esperarlo, llegan a sembrarnos. No siempre lo saben, pero nos siembran. Nos volvemos bosques de lo que otros plantan en nosotros. Las hendiduras de nuestra alma se llenan de forma tan profunda que los surcos que se generan nunca logran cerrarse de nuevo. Y a veces siembran promesas, y otras más siembran tristezas. A veces siembran sonrisas dulces y alguna que otra carcajada. Un sembradío toma forma en nosotros y las raíces de nuestros árboles se entrelazan y se anudan. Se lían como tejidos por palabras que empiezan a construirnos. Y es entonces que descubrimos que aquellos que conocemos se vuelven parte de quienes decidimos ser. Para bien o para mal quienes nos siembran se hacen parte nuestra.

Y llega aquel momento en el que, más que tierra, nos convertimos en un bosque.

miércoles, mayo 26, 2010

palabras sueltas

No puedo decir que soy un artista. Nunca he llegado a hacerlo. Estudié música desde los 4 años, hasta que un par de años atrás he dejado por completo los instrumentos. (Una renuncia dura, no puedo negarlo). Hace 15 años empecé a ganarme la vida contando cuentos. No buscaban generar la risa (aunque algunas veces lo hicieron). Hace 10 estudié teatro y hace un poco menos me gradué como actor dramático. Poco ejercí el teatro en las tablas del escenario, mucho en la vida y la docencia. Y todos estos años me ha acompañado el papel. A veces como partitura, a veces como dramaturgia, a veces como soporte a las palabras, y a veces también como plegado. Tampoco soy el origamista que espero algún día llegar a ser. No puedo, aunque quisiera, decir que soy un artista, o por lo menos no el que quisiera ser.

Y, sin embargo, he vivido muchas veces la crisis del arte. La crisis de buscar el qué decir y el cómo decirlo. La crisis del deseo de plasmar aquello que lleva el alma. El último gran cuestionamiento que tuve al respecto comenzó hace 3 años, con una profunda conversación con uno de los origamistas que más admiro: Saadya. Sus palabras me llevaron a la búsqueda de un camino en el origami que apenas hoy comienzo a dilucidar, y que por fin hace unas semanas tomó forma en mi cabeza completamente. Pero que algo tome forma en la cabeza no implica que de forma a las manos.

Existen cientos de caminos en el mundo del origami. Hay quienes recorren el camino de la geometría, bien sea con hermosos teselados, o con estructuras modulares. Hay quienes recorren el camino de la complejidad, con una búsqueda del realismo o incluso del naturalismo en los modelos creados y plegados. Que luzca real, aún a costa de 1000 pasos. Otros más idealistas buscan más en menos. La expresión con menos dobleces. Para muchos de ellos la búsqueda de la realidad nunca podrá competir con la realidad real. Hay quienes buscan dejar el alma en sus pliegues. En tiempos como éste complejidad y realismo parecen ser el paradigma dominante en el mundo del papel.

Y es, precisamente en estos tiempos en los que más se necesita que alguien busque beber en otras fuentes. Sin embargo, la realidad es que para todos esos caminantes resulta un camino duro y solitario. Un camino por tan pocos recorrido, que a veces no deja más que el polvo de la desolación.

En esos momentos, es cuando más se necesita encontrar alguien que desee caminar. Aunque su destino sea otro, siempre se necesita con quien hacer el camino y detenerse de cuando en vez a beber

viernes, mayo 14, 2010

Pegaso

Un agradecimiento profundo a Marcio, quien con sus comentarios ayudó a que este modelo tomara vida propia.


Concepto o representación. Realidad o interpretación.

De nuevo, vuelvo a los caballos. He empezado a creer que lo que ocurre es que más que alma de caballo, lo que tengo es algún karma de jumento. Ha de ser por eso que tantos y tantos modelos equinos me resultan.




No es el tipo de caballos que suelo presentar (aunque dudo que exista un “tipo” de caballos en mi obra). La búsqueda de la simplicidad es lo que enmarcó la creación de este modelo. Sólo un par de versiones preliminares antes de salir, y por supuesto mucha ayuda de un par de musas que a bien tuvieron susurrarme en el oído….

Lejos de los pegasos comunes, espero que buen viento lo encuentre y a buenos prados llegue.


domingo, mayo 02, 2010

Zorro

Dedicado a Jorge Jaramillo, muchas gracias!!


Enseñando a plegar el toro a Carolina Aguilera (quien de paso sea dicho decidió aprender a plegarlo con una hoja de escasos 15 cm), planteé una idea que normalmente repito en todas las clases de origami en las que me veo involucrado: Si en medio del proceso observan un modelo que resulta propio o más atractivo que aquel que andan aprendiendo lo mejor es seguir el instinto propio y perseguir ese modelo.

Curiosamente, en medio del toro observé este modelo, que sutilmente me decía que quería salir. Y en contra de mis deseos no pude seguirlo para poder terminar de enseñar el toro aquel con el que comenzaba la historia.



Al día siguiente, sin embargo, pude tomar una hoja y buscar este zorro que me coqueteaba. No realicé ninguna versión previa, ni modificaciones a lo que de mis dedos fluyó. Simplemente dejé que el modelo surgiera como deseaba hacerlo.

No sé si esté a la medida de los zorros existentes. Román creó uno tan hermoso que mereció ser portada de su último libro. H. T. Quyet hizo otro que a mi juicio es el mejor zorro de origami. De todos modos, algo de magia le he encontrado como para evitar que caiga en el pozo aquel del cuál hace unos días hablamos.

sábado, abril 24, 2010

Cabeza de caballo

Para el evento de origami Bogotá quise llevar un modelo nuevo, que nunca hubiera presentado en estas soledades. Hurgué en el cajón de los recuerdos, donde yacen abandonados cientos de modelos que nunca presente. Algunos no merecieron el silencio ni el encierro, pero igual allí andan prisioneros. Otros, como deformes recuerdos del pasado, parecen intentar ahogar a los modelos restantes (justo como los malos pensamientos ahogan la esperanza).

Mi cajón de sastre (o de los recuerdos como prefiero llamarlo), más que ser un cajón resulta ser un pozo. En él algo de agua se encuentra de vez en cuando, pero normalmente es tan profundo y oscuro que parecería lo más sabio no asomar el cuerpo al borde de su abismo.

En medio de la búsqueda pensé en crear algo nuevo. Así surgió este modelo, otra cabeza de animal. Y, esta vez una cabeza de caballo. Era lógico que surgiera. He creado cabezas de tigres, leones, toros, perros, babuinos, gorilas, jirafas, rinocerontes e incluso creo recordar que uno de los primeros modelos que inventé fue una cabeza de elefante. Pero nunca hice una cabeza de caballo.

Era lógico estar en deuda. Esperemos que ahora quede saldada.


jueves, abril 22, 2010

La mirada



"A fin de cuentas, al otro lado del espejo estamos nosotros mismos"




Con frecuencia se lee y entrelee en estas líneas sobre el tacto, sobre la relación entre piel y papel. Sobre cómo el alma emana por la punta de los dedos y de cómo la piel deseada tiembla como la hoja de papel al ser plegada. La caricia lene. No ha de ser extraño entonces que al acariciar, bien sea un cuerpo o un modelo, se genere una impronta profunda en lo tocado, que no es más que la huella que el alma marca al entregarse por los dedos (y un surco también se deja en uno mismo, pues el alma nunca se va entregando como si nada).

Pero hoy no hablaré del tacto, sino de la visión.

Si bien el alma se escapa por los dedos, también se dice que los ojos la reflejan. La visión es otro camino en la búsqueda del placer. Voyeristas, pasamos la mirada modelo a modelo, foto a foto, buscando aquella obra que estremezca nuestro espíritu. Con las pupilas dilatadas observamos curvaturas que locamente deseamos tornear. Mirando, conocemos el mundo y buscamos aquello que nos resulta bello.

¿Por qué observar nos resulta tan placentero? La razón más profunda es que vibramos con aquello que refleja lo que el alma de cada cuál es. Entre cientos de cuerpos sólo un par logran conmover el espíritu. Aunque gusten mil o un millar, no toda curva vibra a la misma frecuencia que el espíritu.

Pero existe un motivo más, en la mirada está la anticipación del deseo, el pensar que nuestras manos podrán hacer y tocar aquello que observan. Con la mirada anunciamos al alma aquello que habremos de tocar. Desde la mirada nos reflejamos, avisando que pronto nuestras manos han de posarse en lo tocado.


lunes, abril 12, 2010

vení a bailar conmigo...

En otra vida, años atrás, leí que “el cuerpo es el mensaje”. Lo que en algún momento me pareció una frase curiosa, con múltiples lecturas, se convirtió algunos meses después en una verdad con un poder innegable. El cuerpo habla incluso antes que la voz lo haga. E incluso cuando lo hace al mismo tiempo que la voz, su lenguaje es tan profundo y contundente que no hay palabra que pueda contradecirlo. Pero leer el cuerpo siempre ha sido un asunto confuso. Leer, de hecho, no deja de serlo. Cada cual lee desde quien es y desde quien desea ser. Así, el mismo objeto a leer se comprende de forma diferente según el momento del lector. Y, sin embargo, el cuerpo sigue siendo el mensaje.




Nada ilustra mejor ese concepto que la danza. El cuerpo en movimiento, fluyendo. Los músculos tensados mientras las manos se acarician siguiendo cada paso de baile. Los pies se levantan del piso, sólo un par de segundos en los cuales el mundo se recorre más despacio. De nuevo el piso y su irremediable atracción. El vuelo se convierte en caída, la caída en un rebote. Y luego el silencio. El cuerpo quieto, estático. El silencio más profundo y más pesado. El silencio que lleva un mensaje que sólo el cuerpo con un profundo impulso puede decir. Una exhalación. De nuevo, las manos se acarician tocando el cuerpo, la pantorrilla, la rodilla, el muslo, luego el brazo. Las piernas abiertas y tendidas al vuelo mientras tímidamente un brazo recoge el seno que locamente ha de abrazar. Y luego viene el beso, acaso sin jamás llegar a tocarse… Que profunda es la danza. No en vano, Nietzsche dijo que "Según la forma de andar de cada cual, se puede ver si ha encontrado el camino. El hombre que se acerca a su objetivo ya no camina, baila"

Hace unos días recordé que el cuerpo es el mensaje. Y sus palabras aún no las he podido borrar de la memoria.

lunes, abril 05, 2010

Impresiones sobre una convención

Lo que más me gusta de las convenciones es ponerle rostros y voces a las palabras. Es una cosa maravillosa. A veces, uno llega a conocer a las personas sin siquiera haber llegado a escuchar su nombre. Es el poder de las palabras y de la imagen, del leer y del observar.

La semana pasada he participado en el evento de origami en Bogotá, y sin duda, lo más placentero que viví en el evento fue precisamente esa oportunidad de tejer rostros con actitudes, palabras con intenciones, modelos con palabras. Conocer la dulzura de Noelia, o la permanente actitud de Beita, hablar directamente con Carolina y tener en mis manos (o más bien en la punta de mi dedo) uno de sus impresionantes modelos. Ponerle voz a Eric Madrigal, y rostro a Nicolás Gajardo, darle cuerpo a Lus y a los origamistas de Brasil.

Pero al mismo tiempo, las convenciones son un asunto triste. Nunca el tiempo es suficiente para hablar con todos aquellos con los que quisieras hablar, para plegar todo aquello que quisieras plegar. Tanta gente a la que sólo ves de paso, sin tiempo para hablar, para tocar, para plegar.

Ha de ser que las convenciones de origami son un poco como la vida: Lo mejor que tiene es la oportunidad de tejer con quienes conoces profundas relaciones, y lo más triste es que rara vez podrás profundizar tanto como quisieras con aquellos que pasan a tu lado.


Tanta gente junta, y al mismo tiempo tanta soledad.

domingo, febrero 28, 2010

Retrato

Hay retratos y autoretratos que buscan captar más allá de lo que a simple vista puede verse. Imágenes que presentan y representan algo oculto a la simple vista. Algo que se percibe, algo que está más allá de lo que el modelo original presenta. Algo.

A veces pareciera ser la idealización de quién crea la obra, una muestra de sus cualidades o incluso de sus defectos, de aquello que lo hace sujeto de ser representado. A veces es la búsqueda de aquello latente en lo profundo. A la manera del retrato de Dorian Gray, aquella imagen guarda quienes somos (o fuimos alguna vez).

Cuando esto se consigue en un retrato no deja de ser una enorme proeza. Pero cuando se consigue en un autoretrato es, además, una confesión. Una confesión de cómo se imagina el autor a sí mismo, una confesión de lo que cree que su alma dice.

En realidad eso es parte de la magia de los artistas. Lograr plasmar parte de quienes son, parte de su alma en aquello que realizan, y claramente esto se consigue no sólo en sus retratos sino en toda su obra. Pero leer dicha confesión no es un asunto fácil. Cada cual lee desde su contexto y su pretexto. Y ese contexto rara vez es el mismo que el vivido por el autor de la obra.

Quizás por eso es que estas soledades vienen siempre con palabras. Intentan que aquello que muestran las imágenes tenga un contexto que les permita ser leídas.

Es un intento, debo decirlo: inocente. Incluso es contraproducente. Una buena obra tiene el enorme poder de ser leída en múltiples contextos y en cada uno de ellos otorgar un nuevo significado a la obra. Tratar de coartar eso es de hecho mutilar la posibilidad de que el ojo de quien mira invente una historia propia.

Así que esta vez no he de contar que motiva este modelo, sino más bien he de dejar que cada uno cuente una historia sobre lo que en él lee. Para todos aquellos que quieran leer y jugar con las palabras, aquí dejo mi retrato