martes, octubre 31, 2006

Aniversario

El 24 de octubre del 2005 (que en esa época fue lunes) colocaba la primera entrada de este blog. Era lunes, por la noche, y me dije que algo debía decir, abrir la boca, contar al mundo… Pero no sabía que contar, no sabía que decir…
Hoy ha pasado un año, y lo que menos a pasado son días. Hoy no abriría un blog público, porque descubro que cada vez es más complicado entender lo que digo, así que, mientras logro aprender a hablar de nuevo, preferiría guardar silencio. El primer año de estas soledades ha estado lejos de llevar a la madurez en lo escrito, aunque ha permitido recordar que, también para escribir, tengo mi estilo.
Ha pasado un año (tic, tac) aunque en estas soledades resulta que un año es 65 entradas públicas y 3 ocultas, más de 40 modelos, más de 7000 palabras, más de 14000 visitas (aunque creo que serán máximo unos 200 visitantes). Un año en estas soledades implica un par de cambios de enfoque y el nacimiento de otros hijos mucho más maduros que este. Un año implica cambios en la extensión de las entradas, en la frecuencia de publicación de las mismas y en lo que digo o dejo de decir.

El 24 de octubre pasado fue martes. Ese día no pensé en colocar entrada en el blog. Vinieron 78 personas, procedentes de España, Colombia, Estados Unidos, Francia, Chile, Viet Nam y algunos otros países que no sé como identificar. Ese día estaba cansado de cargar el mundo en la espalda y angustiado por la forma en que entendían las cosas las personas que quiero.

En todo caso, simplemente, quería celebrar que ya pasó un año y que en este momento (igual que en ese) me decía que algo debía decir, abrir la boca, contar al mundo… Pero no sabía que contar o que decir, pero no quería ni contar ni decir.

Felicitaciones, soledades, y que cumplas muchos más…

jueves, octubre 26, 2006

Déjame tocarte

Esta semana he terminado un diplomado que dictaba sobre servicio al cliente. El tema con el que terminé el diplomado (aunque los asistentes sabrán que hablé de él todo el tiempo) era comunicación. El tema me apasiona por lo complicado, por la forma en que interpretamos, en que cada vez nos volvemos más sordos y más ciegos. A la manera de Saramago: "Ciegos que, viendo, no ven..." Me apasiona la forma que tenemos de decidir sin preguntar, sin averiguar qué pensará el otro de lo que dice, o que dirá, o por qué dice lo que dice. Simplemente nos limitamos a juzgar...
Especialmente me resulta apasionante el estudio sobre aquellos lenguajes no verbales que forman parte de (que son) el mensaje. He hablado, por supuesto, de los planteamientos de Edwart T. Hall en cuanto a la distancia interpersonal. Apasionante discusión. He hablado (y quisiera creer que he comunicado) sobre los planteamientos que resume Flora Davis en la comunicación no verbal, sobre quienes dicen que el tono de la voz que es más importante que lo que dice la palabra. Quisiera, porque me pide el alma a gritos, hablar de aquello que las personas con quienes hablo no quieren preguntar, pero no lo haré, porque existe un tema del que no hablé en el diplomado que dicté...

No hablé del “hambre de piel” que vivimos. No hablé del tacto y de la necesidad desesperada que sentimos por tocar, aunque la cultura se oponga a afirmar que tenemos piel. Así pues, para no quedar pendiente del tacto uso estas soledades para decir. Y comienzo con una frase que no es propia y que me parece tan hermosa como dolorosa (¿Quién dijo que no puede doler la hermosura?). Dice:

“La impersonalidad de la vida en nuestro mundo moderno se ha vuelto tan acusada que hemos producido, en efecto, una nueva raza de Intocables. Nos hemos vuelto extraños unos para con otros, no sólo evitando sino defendiéndonos activamente de todas las formas de contacto físico “innecesario”.” MONTAGU, A., MATSON, F.: El contacto humano.

Me ha generado dolor hablar de aquellos intocables que ahora deambulan por las calles en las noches. De tantos y tantos que no quieren tocar ni que los toquen, y de aquellos que siempre lo queremos pero que nuestra cultura nos lo impide, de aquellos que tememos a la piel que cuando tocan se enciende y arde, a la que refresca.



Y me ha generado placer encontrar o simplemente pensar en el origami como arte del tacto. He dicho desde hace mucho tiempo palabras robadas de Yoshizawa “el papel es otra piel”. Digo también que perderse en la piel de una mujer es la mejor comparación con el acto de acariciar una hoja. Arte de amantes es el plegar, arte de caricias. Me pregunto también si resultará entonces que para ser buen plegador habrá que ser buen amante. Si para ser buen artista habrá que saber de piel. Caballero amó la piel de cientos de hombres para que sus dibujos fueran lo que son. Modigliani amó la piel de cien mujeres y Picasso la de mil, Rodìn amó la piel de sus amantes tanto como para lograr llegar a su beso.

Observamos en los origamistas ese hambre de piel que se evidencia en sus manos al rozarse, o en ese deseo que tienen de tocar, de permitir que las cosas entren por la piel. De hecho, comparto y creo en ese principio fundamental de que las cosas entran por la piel y no solo por los ojos.

Vivimos la pasión de tocar, de acariciar, de sentir. Ojalá pudieramos simplemente reconocerlo y aceptarlo. Ojalá, después de aceptarlo, pudieramos dedicarnos a aquello que nos pide el alma a gritos: tocar.
Un abrazo (y una caricia) a todos los que lean.

domingo, octubre 22, 2006

El peso del mundo

Últimamente me siento cansado, muy cansado. Siento el peso del mundo en los hombros, y eso, creo que no hace falta decirlo, pesa. Así que me he puesto en la tarea de plegar un Atlas, personaje griego condenado a cargar el cielo sobre sus hombros para que con su peso no acabe con la fragilidad de aquellos mortales que vanamente nos escondemos y exponemos bajo él. A veces, de hecho, uno cree que alcanza a tocar el cielo con sus manos, pero afortunadamente el cielo está tan lejos que no lo tocamos más que en sueños.

Atlas era un titán. Su castigo por revelarse contra los dioses del olimpo fue sostener el cielo con sus brazos. Poéticamente es una idea hermosa: Sostener el cielo. Esta imagen poética ha sido tocada por múltiples mitologías que le dan un enfoque diferente cada vez, pero cuyo concepto prevalece. En algunos mitos el cielo lo sostiene un árbol, en otros un gusano gigante y blanco que evita su caída, en otras es en elefante cuyas piernas son columnas que permiten aguantar el peso. (Yo pienso que el cielo tiene forma de mujer, y que en los senos de otra se sostienen, pero creo que eso no viene al caso).
Bajo el peso del cielo, Atlas debe doblar una de sus rodillas para soportar. A veces, cuando se cansa, cambia el cielo de hombro y en su movimiento hace temblar la tierra. Lo mismo le pasa a uno cuando carga el mundo en sus hombros: tiembla la tierra cuando se desliza el peso hacia otro lado.

Creo que Atlas nunca se preguntó qué ocurriría si dejara caer el cielo. Esa es una cuestión preocupante. Imagínense la escena: cargar día a día, noche a noche, la cúpula celeste con sus estrellas que se disfrazan de constelaciones para que nadie las conozca (pero para que todos las reconozcan). Cargar el cielo cuando se llena de nubes de lluvia. Cargar el cielo eterno. Quizás hoy no creamos en Atlas por una cuestión práctica. Cargar además del cielo su contaminación y los millones de almas que suben cada año, cargar las oraciones que van en aumento y todas vía cielograma, cargar los cientos de aviones que lo surcan cada día.

Solo conozco en origami un modelo que trabaje sobre Atlas. Es un modelo bastante nuevo, que no tiene más de un par de meses y que creo mucho más estructurado que el propio. Una lástima lo ignorado que ha sido este titán por nuestros pliegues, especialmente porque creo que un cuadrado de papel pesa tanto como lo que en él pleguemos.

Este modelo no explota todo el potencial que podría explotar, sin embargo creo que ilustra bastante bien la escena. Lo dejo aquí entonces, esperando que por lo menos me sostenga el mundo que cargo por unos días.

miércoles, octubre 18, 2006

Soledades


Hace días, muchos, no pongo una entrada que me guste. Y no es por falta de inspiración o de provocación. No es por falta de tiempo (que ese no es que falte sino que se esconde). Creo que es por exceso de ocupación.
Últimamente he tenido solas a estas soledades recorridas por la palabra y visitadas por lo ojos y eso, la verdad, no me gusta.
Escribir se ha convertido en un canal de comunicación conmigo mismo, y los modelos un canal de comunicación con el mundo, que lee sin saber que lee. Así que me he puesto a la tarea de escribir algo que me guste, lo que sin duda es una irresponsabilidad con las musas. Bastante malo es tentarlas diciendo que las quiero (las requiero) como para, encima, decirles que quiero que me guste lo que me traen.
Pero esa es la realidad del día. Así que me he puesto a pensar en que escribir.

Se me ocurre hablar (o tal vez monologar) sobre “el alma” de los modelos, pero Saadya acaba de dibujar ese tema en su blog. O mejor, se me ocurre decir sobre algo que atraviesa mi garganta hace mucho: el “estado preexpresivo de la pose”, descubrimiento hermoso de Eugenio Barba en la “antropología del actor”, pero la verdad creo que sonarían a palabras sordas en este momento. Digo que, mejor, voy a hablar de algo nuevo, de algo que nunca haya hablado en estas soledades, digo que pronunciaré palabras nuevas que recorran un abecedario entero, pero…. pero no se que podría decir que sea nuevo.

Digo que no sé que decir que me guste. Así que más bien me pongo a escribir como un desaforado buscando que una palabra invite a otra y que esa otra invite a una más que se amarre con hilos invisibles a la una o a la otra y que estas dos juntas se hagan tres mientras aquella de más allá abusa descaradamente de aquella que tímidamente se atreve a anunciarse provocada por la rabia del momento o por la sonrisa que ella (que también es palabra) le ha lanzado. Ya he escrito una tarjeta de navidad y dicho dos verdades inmaduras por cada mentira crecida, ya me he desnudado frente al teclado y me he vuelto a vestir con la ausencia de comas que separen una idea de la otra y la otra de la una. Ya he jugado con un par de figuras poéticas que parecieran no articulables (de hecho probablemente no lo son) y ya he llegado al punto final de este párrafo.


Así que ahora tomo distancia y miro hacia atrás (que en este caso es hacia arriba) y descubro que ellas (las musas) han sido benévolas con ellas (las palabras) porque el texto que escribí, aunque no diga nada, me ha gustado. Así que le doy las gracias a las unas y las otras, por venir a jugar conmigo en este texto.

jueves, octubre 12, 2006

Costo marginal

Ya me siento monotemático con este tema de rasgos. Pareciera que no sé hablar de otra cosa que no sea de dicha exposición, pero la verdad es que es buena. Muy buena… Tanto así que ha generado una serie de “costos marginales” que el museo no había contemplado. No son costos altos, pero… Permítanme contarles:

Costos fijos:
- Valor de la exposición (que ha sido comprada por el museo a precio “de huevo”)
- Salario al personal del museo (que no se cuanto sea)

Costo marginal:
- globos de colores…
- Chupetas (bombones, caramelos, etc)

El motivo de los segundos costos, los marginales, es simple: En este momento se realizan 5 exposiciones en el museo, y la más visitada es Rasgos. Buena parte del publico proviene de escuelas y colegios, pero… pero… Pero una vez llegan a la puerta ya no quieren entrar. Se paran a la entrada de la sala y de repente se sienten aterrados. Una gárgola vigila su entrada y muchos de ellos, al mirarla, dicen “que no quieren, que mejor no, que ya es tarde…” … Pero es tarde, porque deben entrar…

Y luego… los espera un rostro (figura que usa la técnica de joisel publicada por la BOS) Y ese modelo los mira fijamente de arriba abajo, de afuera hacia adentro y justo a la altura de sus ojos… Ha generado, miedo y espanto, incluso llanto…

Y al fin, superados algunos obstáculos surgen asombros y sonrisas, disfrute y sorpresa con algunos modelos vistos… Cientos de figuras más tarde cuando llega la hora de salir no quieren hacerlo, pero no es por la felicidad conseguida adentro….

Franqueando la entrada, justo al lado izquierdo donde nadie la vio al ingresar se encuentra ella, parca muerte, que con su metro y medio de altura advierte a quienes tratan de salir… Otra vez, de nuevo, comienza el llanto…

A mi, la historia me ha dejado feliz. Un par de compañeros de lao me dicen que “yo si soy mala persona por disfrutar de eso”, pero lo que disfruto no es el llanto: es la emoción. Saber que la exposición conmueve a quienes van, y que por lo menos los niños asistentes no pueden negar la emoción.

Eso me alegra, con una alegría dulce. Simple emoción.

domingo, octubre 01, 2006

GRULLA

“Yo vide una garza mora dándole combate a un río,
así es como se enamora tu corazón con el mío” (cantado por Caetano Veloso) (Canción 17 en este link)




Desde hace un mes o más que el GOP (grupo origami patrones) se encuentra resolviendo uno de los modelos propios a los que tengo más cariño. Me han pedido precisamente que hable sobre ese modelo, contando por qué la creé, qué buscaba con ella, y, en fin, cómo ha nacido.

Pero yo me pongo terco, y no hablo solo de eso. Comenzaré hablando al revés, desde el hoy hacia el atrás, porque este es un modelo de cariños nuevos.

El primero de estos cariños, un cariño “agradecido” surge de lo simple, de su versatilidad que fue llevada al límite por Román Díaz en OPI en donde coloca una grulla hija de ambos, y hermana mayor de esta. Es un cariño sin muchas pretensiones, porque no es un modelo que haga historia en el mundo de los pliegues. Justo ahí, (a medio vuelo de grulla) surge el segundo de mis cariños por esta figura: Aunque no haga historia es el primer modelo que he creado que genera un “patrón”. No es un patrón grande (es posible que de hecho ni siquiera sea un patroncito) pero como tal lo sueño: Existen por lo menos dos modelos más que se han creado inspirados en esta grulla (probablemente mucho más hermosos, pero éste fue el primero). Este cariño se fortaleció hace unos meses cuando en la convención del grupo vietnamita de origami decidieron plegarla en gran tamaño, para que recibiera a los visitantes a la exposición y hace solo unas semanas uno de esos origamistas la usó en una composición para un concurso que actualmente desarrollan sobre dioramas. Precisamente, esas fotos me han hecho volver a plegar el modelo una vez más, buscando tomar nuevas imágenes que complementaran las que desde años atrás estan puestas en la web de Nícolas.


Por último, hablando de cariños, sigue el tercero, aunque este lo comparte con otros cientos de modelos que he creado: El "tema" me genera un gusto especial. Animal sagrado es la grulla, bailarina incansable, de vuelo hermoso, símbolo de la fidelidad, de la protección de la familia.

Pero yo sé, que hablo del modelo sin hablar de él, ni de su origen...

Comenzaré entonces (aunque debería decir más bien terminaré...) confesando que mi grulla está inspirada en otra, aunque no se parezca a ella. Nace de una fotografía de la “Dancing Crane” de Lang, modelo que me enseñaba una cosa hermosa que nunca había considerado con la suficiente claridad: Las grullas tienen patas además de alas, aunque normalmente el origami solo representara éstas o aquellas. La condenábamos a volar o a caminar, pero no le permitíamos ambas cosas. La grulla de Lang consiguió liberarla de esa realidad, y la mía quería reforzar esa posibilidad.


Sin embargo, aunque logró liberar a la grulla ató al plegador a un modelo con un alto grado de complejidad técnica obligando a una alta dosis de paciencia para su plegado (aunque eso solo lo supe mucho después que conocí los diagramas). En todo caso,
yo quería un modelo simple, que se plegara en 10 minutos, que se pudiera enseñar y sobretodo que se pudiera aprender. Aletea entonces este modelo en mi cabeza, surgiendo sin ensayos ni pruebas anteriores, usando un esquema general que decía (o tal vez graznaba) “dos puntas para las alas, dos para las patas y una para la cabeza… y otra más, pequeña, para la cola…” Las patas, estructura y rigidez, amarre al piso, son esquemáticas y con dobleces claramente definidos. Las alas, libertad del modelo, no tienen un punto único de salida, pudiendo cambiar libremente a voluntad y sin obedecer a referencias claras. En las cicatrices que el modelo deja sobre el papel las alas simplemente están indicadas en un punto en el que las manos de quien la pliega (cual si fuera viento) ha querido acariciarlas.




Esa misma base permitió la creación de otras aves, todas ellas de un grado de dificultad similar, exceptuando aquellas en las que procesos como poner garras complica el modelo. No fue entonces necesaria una base compleja, simplemente una tradicional bomba de agua en la cual la punta central ha de ser la cabeza. La mayoría de esas aves no conocieron la luz más que en un par de exposiciones en Medellín, pero como era de esperarse otros le dieron nacimiento. A fin de cuentas es un modelo simple en extremo.

Una última idea: La primera foto que tomé del modelo me enseño que la grulla no debe dejarse sola, que requiere compañía, que su vuelo es mejor si sabe de un destino, que su baile solo será hermoso si tiene un espectador que se seduzca con él, que enloquezca, que acompañe.


Dejo solo de tarea a quien quiera plegarla que no la deje sola, que mueva sus alas de vez en cuando, que a ella le gusta volar.