miércoles, octubre 26, 2011
Velero
En el mundo del papel algunos modelos son poéticos por naturaleza. No me refiero a la gracia de sus pliegues, ni siquiera a la belleza del resultado final de la interpretación o de la composición. Algunos modelos son poéticos por si mismos, porque guardan en sí una profunda carga simbólica. En el origami asiático la grulla es uno de estos modelos. En el origami occidental el mejor ejemplo es aquel viejo barco de papel.
Para algunos es incluso la única figura que conocen, para casi todos es aquella figura que aprendimos en la infancia. Flotas enteras de barcos recorrían nuestros juegos de niños, a veces en profundas y poderosas guerras, a veces como cargueros de palabras, y otras más como simples navegantes de recuerdos ya hoy lejanos.
Quizás la poesía de los barcos se encuentre en todos aquellos recuerdos de la infancia. O tal vez se encuentre en que son síntesis de nuestros sueños de mar. Sería lógico, pues del mar venimos y no de la tierra como muchos se empeñan en decir. Será lógico, además, pues en el mar concluimos día a día. Van al mar los besos húmedos que damos, van al mar las gotas de sudor que acompañan nuestros amores, al mar van las lágrimas que no callamos. Es el mar una profunda metáfora de nuestras vidas en la que nos perdemos, a veces, envueltos en el lento vaivén de las olas.
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