martes, agosto 29, 2006

Vacío

Me he prometido a mi mismo, desde hace unos días, escribir una entrada por semana. A veces es difícil porque el tiempo juega a correr más rápido de lo normal. A veces es difícil porque el alma se opone a escribir. A veces es difícil porque éste es un blog con una excusa de papel, y no siempre tengo modelos que justifiquen la acción de poner un texto. El hecho de que el tiempo corra más rápido es el impedimento que más odio de los tres, porque ese no lo he logrado aceptar (aceptar y no vencer, porque no seré tan imprudente de tratar de vencer al tiempo). El hecho de no tener un modelo que sirva como excusa me gusta mucho, en particular porque es un estímulo permanente a la creatividad. Queda entonces una dificultad más por vencer: que el alma se oponga a escribir…




No sé si a los lectores les habrán gustado las entradas de las últimas semanas, pero sé que al único lector permanente de este blog no le convencieron. Las leía como entradas “forzadas”, de aquellas que salen por el compromiso adquirido de escribir una vez a la semana, de no dejar que el silencio abrume… Eso me ha llevado a pensar sobre lo escrito, y sobre el que decir, sobre el como decir. Quienes me conocen (en directo y en tiempo real) sabrán que no hablo de mí ni de mis emociones, al menos no con frecuencia ni con un lenguaje verbal. Mis emociones las lleva el cuerpo y lo no verbal, la acción y no la palabra hablada. Saben los que quiero que soy oídos antes que boca, que siempre escucho a mis amigos, pero que casi nunca les digo lo propio, lo que llevo dentro. (Aunque, he de confesar que en estos días tengo los oídos cansados de oír y la boca cansada de callar, confesar que el hecho de solo recibir, de llenarse de escucha sin tener un camino para la palabra, también agota).

Lo que he descubierto últimamente (cómo casi siempre en estas soledades, después que la mayoría) es que estas palabras que escribo, una vez por semana, son la válvula de escape por la que digo lo que siento y pienso, que se me va el alma por las manos en los modelos y en las palabras que l•e•t•r•a • p•o•r •l•e•t•r•a llegan a la pantalla. Aún así, es un canal velado y secreto, que puede ser leído entre líneas con el consecuente peligro de errar las interpretaciones. Pero es, sobretodo, un canal propio. El canal por el que hablo, por el que me hablo. Un canal que siempre tiene dos caras, dos puntos de vista, dos lados de un espejo, un positivo y un negativo.

Este modelo es, precisamente eso: Dos lados de un mismo espejo. Me recuerda en particular una ilustración de Magritte, aunque es una asociación que solo sale después de crear el modelo, no antes. Esta basado, por supuesto, en los rostros creados por Joisel y publicados por la BOS. Por supuesto, agradecer a Gabriel Blandón de LAO quien me ha recordado la técnica y quien, a pesar de mis sugerencias de crear este modelo, prefirió no hacerlo. Sin el saberlo me hizo un favor, permitirme crearlo a mí.

Dudo mucho que este modelo quede en el “top of mind” de los modelos en papel, pero por lo menos como idea es buena. Permite conocer las dos caras de la moneda (que en este caso son 4). Positivo y negativo, adentro y afuera, oído y voz. Permite enseñar ambas caras del espejo, esas que los origamistas solemos ocultar. No existen, al menos públicas, fotos de la espalda de decenas de modelos que lucen hermosos solo por una cara. La hermosa ballena azul de Kamiya luce terrible vista desde encima, los modelos de Daniel Naranjo suelen ocultar su espalda a media humanidad, la mayoría de rostros solo se muestran de frente, y a los animales no se les muestra por debajo. Mostramos (o tratamos de mostrar) solo una cara al mundo, aquella que consideramos más hermosa, aquella que sabemos que el mundo quiere ver, que soporta. Nunca había pensado en ello, pero se nota también ahí que el origami es un pleno reflejo del alma humana…

domingo, agosto 20, 2006

Rostros

Los lectores frecuentes se habrán dado cuenta que durante las últimas semanas estas soledades han estado llenas de rostros. Un árbol lleno de rostros, un rostro que crea un árbol, uno que produce una persona, alegría y tristeza en una sola hoja. En fin, rostros y más rostros que responden a distintas emociones y realidades, a distintas voces.

La razón de estos modelos, o por lo menos la excusa para crearlos ha sido una exposición que está próxima a realizarse: Rasgos – máscaras en origami. La exposición se realizará en el Museo de la Universidad de Antioquia en la ciudad de Medellín y, como es habitual, se presentarán modelos originales creados por los miembros de LAO, y modelos de aquellos famosos del origami mundial.

No quiero hablar esta vez de los problemas típicos que trae el hacer una exposición así: Problemas de gusto, de coordinación, e incluso los problemas conceptuales que pueden surgir con las directivas del lugar en que se organiza la exposición o entre los propios miembros del grupo. Quiero señalar, esta vez, la oportunidad increíble que trae el realizar una exposición temática. Y es una oportunidad de estudio, de repasar aquellos rostros impresionantes que otros han creado, de estudiar técnicas y, si algún milagro ocurre, de crear las propias. Existen en origami algunos libros que son “piezas maestras” sobre el tema. El increíble “The Mask” de Tomoko Fuse, el recopilatorio “El libro de las Máscaras de Papel Plegado” del grupo Riglos, el boletín de la BOS sobre las máscaras de Eric Joisel, los “Origami VIP” de Carlos González y, por supuesto, las impresionantes fotos que se encuentran en la red.



Pero también es una oportunidad impresionante para estudiar sobre las máscaras y los rostros en general. Es un tema apasionante, porque el rostro es lo primero que dice quienes somos. Habla de la belleza y de la simetría. Habla del carácter. Eso es quizás lo más difícil de encontrar en una máscara plegada: Carácter. Pero es también la búsqueda más frecuente. Cada máscara de aquellos maestros del origami encierra un secreto que corresponde también a la época en que fue creada. Esa es, sin duda, una cuestión interesante. No estoy seguro de que la búsqueda haya sido desarrollada de manera independiente, especialmente porque el gran adelanto en la representación del rostro ha comenzado en los últimos 10 o 15 años, en los cuales el internet se ha convertido en método de transmisión de ideas y diagramas, o, como mínimo, de fotografías. Reconocer la mágica aparición de aquellos modelos que han dado nueva norma al arte de los rostros en origami es apasionante. Como breve recuento tomemos como punto de partida están aquellas máscaras tipo Yoshizawa, tan usadas por Gabriel Álvarez y por Kasahara, en las que el rostro es el resultado de dos puntas de papel. Una de ellas revela los ojos y la nariz, y la otra revela los labios. Máscaras hermosas que dominaron la escena del origami mundial durante años. Es esa la primera "norma del arte" de plegar rostros en papel.

Encontrar después las máscaras de “the mask” un paso en la misma dirección comenzada por los anteriores, pero con un giro más de tuerca. Los modelos de este libro son “lejanos” a lo que los occidentales acostumbramos ver como rostros, al menos en su temática. No aparecen en estas máscaras divinas proporciones ni tampoco esa identificación que tanto buscamos al ver a otros (especialmente aquellos que no son de papel).



Luego aparece la ruptura de dichos rostros con las máscaras de Joisel, en las que los ojos aparecen cada uno metido en medio de sus órbitas, dominando con su mirada, controlando, diciendo más de lo que antes había dicho cualquier ojo. He saltado, sin intención, los bustos de Elías, poco conocidos, poco señalados y plegados. Si se conocieran más, los espectaculares rostros plegados por Joisel no sorprenderían tanto por lo novedosos, sino por la forma en que lograron reinterpretar lo que otro planteó. Ese es uno de los caminos de la genialidad, el dar una nueva dimensión a lo que otros ya habían hecho. Esa genialidad la señala Saadya con sus rostros, tan llenos de carácter como los de Joisel. Parecidos, pero diferentes. Semejantes, pero distintos... Especialmente encantadores en su caso resultan sus mujeres, tema que en origami no me parece difícil sino imposible... Otra magia del arte. Hacer posible lo imposible.

Por último, como no, aparecen los rostros de Joel... Ir más allá de lo alcanzado por Saadya y por Joisel resulta difícil. Es necesario tomar otros caminos para llegar a ese destino. Y el camino tomado por Joel es bien distinto a cualquier otro. Sus teselados dan un nuevo camino al origami, y otro posible norte al arte. Sus rostros son a un tiempo extraños y conocidos. Ajenos a cualquiera, pero cercanos a todos.

Me queda igual una pregunta y una certeza. Sé, sin duda, que mis modelos están lejos de llegar a darle regla a nuestro arte, pero como es lógico, queda la pregunta de cómo llegar a hacerlo... Al mismo tiempo, en el amor propio herido surge una respuesta y una consolación. ¿Por qué habría de buscar el darle regla?... Pero igual la pregunta sigue, y la respuesta dice poco...

domingo, agosto 13, 2006

La mujer del caracol


(¿Pensará el caracol que camina lento?)


Normalmente escribir las entradas de este blog es una labor sencilla. Algunas entradas tardan más que otras, otras salen de un solo impulso... Pero ésta viene lenta, con las palabras a cuestas como caminar de caracol, ésta se toma su tiempo, sabiendo que, a la larga, ha de llegar a algún destino.

Empieza hablando sobre el tiempo, ese engaño que inventaron antiguos dioses para que las cosas no ocurran todas a un mismo tiempo. Hablando de la mentira y el engaño que el tiempo trae consigo. Bendición y maldición, premura y parcimonia. Tiempo que cura, tiempo que condena... Ante todo, tiempo que se vuelve relativo. En la felicidad el tiempo es corto, y en la tristeza suele ser eterno. En la guerra, cualquier tiempo es mucho, y en la paz siempre ha de ser corto. Es el tiempo un tirano que nos rige y que a veces nos colma de favores. Es el tiempo aquel bien extraño cada vez más difícil de encontrar.

Resulta entonces agradable encontrar un modelo como este. Sin prisas, conciente de su tiempo. De su propio tiempo. Un modelo que sabe que llegará a su destino alguna vez. No es una figura común, y se presta a encantadoras interpretaciones. Un caracol que lleva sobre si a una mujer que es su casa, una casa que es una mujer. (“Si esa mujer es una casa su sexo ha de ser mi cama” ). Una mujer, que es dueña del tiempo y sobre él camina. (“no somos otra cosa más que tiempo”). Una mujer que es de agua, y cuyo único rastro lo deja el caminar de un caracol. Una mujer que es un caracol.

Bonita imagen, y cercana a la realidad. Es la mujer un caracol que carga a cuestas a quienes la habitan. En el caracol de mi oído resuenan siempre palabras de mujer. Algunas dulces que hablan de amores. Otras que me hablan de recuerdos.



***

Este modelo, para ser honesto, ha venido lento. Lleva varios días dando vuelta en mi cabeza tratando de salir, pero solo ayer encontró un camino. El caracol está lógicamente basado directamente en los trabajos de Tomoko Fuse y sus hermosas espirales y, visualmente, en los hermosos caracoles de Manuel Sirgo y Nícolas Terry, aunque la forma de plegarlos es bien distinta. La mujer, por su parte, es una de las típicas mujeres que resultan de mis dedos cuando de acariciar una hoja de papel se trata. No sé si existen otros modelos similares a este. Surge de una sola hoja de papel cuadrada, sin cortes, que convierte mujer en caracol. En este modelo es especialmente atractivo la diferencia entre las dimensiones de los dos protagonistas. El caracol puede ser visto como un abuso, y la mujer como apenas un suspiro. Solo me queda entonces una pregunta: ¿Qué estará pidiendo mi alma en estos momentos que me dice a gritos que coloque a una mujer a lomo de caracol?

sábado, agosto 05, 2006

Dédalo:

Existen en el arte obras maestras que uno sueña con haber inventado. Son de otras personas, pero por diversos motivos uno los siente tan cercanos al alma que uno desearía que fueran propias. Gabriel García Márquez lo hizo en sus “Memoria de mis Putas tristes” que es en últimas una excusa para hacer suya La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata, lo hace Picasso, cuando pinta los cuadros de otros para hacerlos suyos. Trató de hacerlo Gauguin con los Girasoles de van Gogh, aunque afortunadamente en ese caso no tuvo éxito su robo. Lo han hecho también algunos origamistas, algunos con mala intención y otros con cándida inocencia. Yo, hoy, lo hago con toda la intención y admiración hacia una obra maestra que no es propia (aunque uno siente que debería serlo).

Uno de los modelos que más me ha enseñado es el dédalo de Gabriel Álvarez. Un modelo de otros tiempos, que no busca el realismo o el hiper realismo, solo la expresión. La emoción. Así que me decido a buscar lo mismo, y para esto parto de una base que es, estructuralmente, similar a la usada por Gabriel Álvarez: Dos puntas para piernas, dos para alas. La intención, que no estoy seguro de haberla logrado por completo, es respetar aquella emoción que transmite el modelo original, solo que permitiendo decirlo a mi manera. Y eso es lo más difícil. Decir lo que dijo otro, volviéndolo propio, usando palabras que son ajenas. Pero las palabras, traicioneras, se vuelven propias aunque uno no lo quiera, y terminan haciendo que el modelo hable de uno más que de otro. Así, en el proceso de plegado ha surgido un dédalo que recuerda a su padre, pero que es sin duda distinto. Que vuela de otra forma, que añora de otra forma. Un modelo que cambia con el vuelo


No sé si Gabriel Álvarez lea esta entrada, pero sobra decir que este modelo es para él.

"Tengo una terrible necesidad
¿diré la palabra?
de religión...
Entonces salgo por la noche, y pinto las estrellas"
Van Gogh

10000 + 1

Hace algunos meses observaba, desde la barrera, una idea que hablaba sobre el oráculo. No era el de delfos, sino el de google. Un moderno adivino que obsequiaba a los visitantes, llenos de preguntas, respuestas que a veces son oscuras y engañosas, y otras veces son de una claridad que asusta… Provocativamente, esa idea se convirtió en un puerto al que visito todos los días. Hace algunos meses, menos de los que dije antes, observaba como celebraban los 10.000 algúnos de los blogs que son hermanos de este. Uno agradecía, el otro miraba atrás y descubría que había crecido. Hace algunos meses añoraba la mágica llegada a 10.000. Hoy, las soledades han sido plenamente concurridas. Con visitantes que han sido magos, críticos, enamorados, silenciosos, amantes…

Preguntando yo también al oráculo descubro maravillas que me permiten comprender que, en últimas también he construido un lugar ambiguo, oscuro y engañoso, y que a veces tiene una claridad que asusta.

Me he dedicado tambien a imaginar los rostros de los visitantes: Aquel que llegó buscando “mujeres en hilos” y que llegó a las soledades de babel. Pobre. Uno anhelando piel y viene a encontrarse con palabras. Aquel que buscaba sobre las “soledades de Ana” que en últimas no sé quien sea, pero que imagino que se siente sola. Existen también quienes han venido buscando diagramas o modelos nuevos para plegar, esos casi siempre han salido decepcionados… Y también, existen aquellos que se han sentido felices con uno. Porque sí. Porque uno dijo la palabra justa en el momento justo y con el tono justo. Y quienes se han sentido heridos, o defraudados. Otros han venido buscando mitos y se han sorprendido encontrandolos en papel, y otros han tenido la capacidad de leer lo que he escrito con más claridad que la que yo escribi. Esos sobretodo me sorprenden.

Hoy, he llegado a los 10.000 y encuentro que no hay nada que celebrar…

He llegado también a los 10.001 y he descubierto que tengo mucho por agradecer. Especialmente agradecer al 1. Ese uno que ha venido y me ha dado las gracias, ese uno que se volvió compañía de las noches, ese otro uno que es un crítico implacable y detestable que por sobre todas las cosas considero maestro y amigo, ese uno que se casó conmigo y una vez al mes lee estas soledades, ese uno que entendió que busco convertir el origami en un medio para comunicar. Ese uno sin pelos en la lengua que se rodea de sus propios pliegues que con seis patas y un par de alas llenan los rincones. Ese uno que también es colombiano y que no lee todos los días, pero que siempre esta pendiente. O ese otro uno que se queda despierto hasta las 3 de la mañana para preguntarme como estoy y que sin duda pliega mejor que yo aquello que yo mismo creo. Ese uno que supo entenderme mejor que yo mismo. Ese uno que se sorprende, ese uno que regresa ese uno que esta aquí en este momento…

Solo me resta, a todos esos unos decirles algo: 10.001 gracias, a cada uno de ellos…

martes, agosto 01, 2006

La triste alegría

Suele existir un asunto extraño en nuestra cultura. Pensamos en opuestos: Blanco es blanco. Su antónimo es el Negro. Negro es negro. Cada vez con más frecuencia nos olvidamos de pensar en aquellos opuestos que son complementarios, aquellos que no existen solos, que no son salvo cuando están el uno y el otro. Como los del Yin Yang, el masculino y el femenino, como los de estas célebres máscaras: Tragedia y comedia, alegría y tristeza...

Este es un tema que, por muchas razones me es especialmente cercano. Por un lado, estudié teatro mucho tiempo, y por el otro, siento que gran parte de la vida se ha movido así, entre la alegría y la tristeza. No deja de ser hermoso, o mejor, alegre, saber que a miles de kilómetros del mundo alguien siente lo mismo: que su vida pasa entre la alegría y la tristeza. No deja de ser triste saber que en últimas, como humanos, nos pasamos la vida, sin reconocer que lo único que hacemos es mecernos, como un viejo péndulo entre la sonrisa y el sollozo.

Risa y llanto. Dolor y alivio. A fin de cuentas la vida se pasa haciendo eso: regalándonos cual Pandora tristes alegrías e, incluso, alegres tristezas. En parte, una de las lejanías del origami con el arte es la falta de expresión de la emoción en el motivo artístico, tema del que me he cansado ya de hablar en este blog, y que, afortunadamente, empieza a mostrar excepciones con diversos autores de los que, aunque no me canso de hablar, no diré nada en este blog.

Ayer, precisamente, estuve recordando este tema. Regresé al escenario como espectador, cosa que hace algunos años no hacía, a ver contar cuentos. Contar historias. Decir memorias. Encontré tres espectáculos que me llevaron de la risa al llanto, aunque creo que nadie más que yo lo supo. Hablaban de llorar las historias que contaban, pero el público solo entendía reír. En últimas creo que es un problema que causó el hecho de que contar cuentos se volviera moda: El espectador solo busca reír, no pensar. No pido por un arte de la razón, porque harto me gusta el de la emoción: Pido por entender que necesitamos comprender que la risa no es la única emoción. Y, probablemente en términos del papel está pasando algo similar: El público esta pidiendo un arte de la razón (de la técnica y el realismo) y cuando se atreve a presentársele un arte de la emoción no sabe como responder.


***

Conozco en origami solo un modelo que representa este tema, una pieza hermosa de Akira Yoshizawa publicada por el grupo Riglos en “El libro de las máscaras de papel plegado”. Existe otro modelo, aunque confieso que nunca lo he plegado de Neal Elías. Sea este entonces un tercer modelo sobre el tema: No pretendo que cause risa… tampoco llanto. Pero si una sonrisa le genera a aquel lector que se atreve a ver, si alguna lágrima o algún recuerdo antiguo viene a su memoria, sabe bien que puede escribir un par de líneas bajo esta…

“Nuestra generación no ha sufrido una gran guerra. Tampoco una gran depresión. Nuestra depresión son nuestras vidas. Nuestra guerra es espiritual.”