miércoles, junio 21, 2006

INSPIRACIÓN

Hay días que uno odia. Hay semanas que uno odia. Incluso meses y años. Hay veces en que la inspiración se esconde. Uno cree que la ha dejado debajo de la cama, o quizás en la almohada, que la encontrará justo a la vuelta de la esquina (porque ahí la encontró antes), que puede llamarla por teléfono o mandarle señales de humo pidiendo que ella vuelva… Pero la inspiración es mujer, y las mujeres son temperamentales y no llegan solo con llamarlas, y mucho menos están dispuestas a dejar que uno ponga las manos sobre ella como si nada. A la inspiración hay que tentarla… Para evitarse esos problemas uno busca en otros lados. Quizás sea mejor un cambio de sexo, y en vez de buscar a “la” inspiración buscar a “el” duende. El duende suele aparecer especialmente en los bailaores de flamenco, pero también en los músicos, en los actores. Al duende le gusta visitar a los artistas. Entonces uno busca al duende como un desesperado, y como un desesperado descubre que el duende es un personaje fantástico con dotes adivinatorias y estos muy rara vez pueden capturarse.


Hay días, creo que ya lo dije, que uno odia, porque nada sale del alma. Es en esos días en los que lo mejor es recordar a aquellos maestros en el arte de la seducción. Hay muchas formas de seducir a “el” duende o a “la” inspiración. Por un lado, con “técnica”. Por otro lado, con “práctica”. Ambas son herramientas fundamentales en el quehacer artístico, ambas enseñan que, en la vida, las puertas solo suenan cuando uno esta preparado a oírlas (dolorosa verdad que también surge en el arte, proceso eterno de aprendizaje).

La mala noticia es que aunque se tenga técnica y práctica eso no garantiza que la puerta suene. La técnica es muy necesaria, pero en exceso convierte al arte en un ejercicio frío. La práctica es indispensable, pero sin duende se vuelve un acto de repetición. Quizás allí es donde radica la principal dificultad: el duende no se aprende, hay que tenerlo. Otra cuestión es saber seducirlo en uno mismo para que aparezca, o más complicado aún, hacerlo salir cuando se encuentra en otro que no sabe que lo tiene, pero ese es un asunto sobre el que hablaré otro día, uno que no odie…

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Dejando de lado los odios, las últimas semanas las musas se han ido de vacaciones, y lo peor es que no me han invitado. En esos días me dedico a plegar, juiciosamente, como forma de tentarlas. A veces funciona, y se acercan y preguntan como estoy (así ocurrió con la medusa) pero otras veces no logro tentarlas lo suficiente. La figura que acompaña esta entrada es precisamente uno de esos intentos por tentar la inspiración. Siempre me han parecido hermosas criaturas los faunos, aunque, por supuesto, difíciles de manejar. No significa eso que tenga un fauno escondido en el patio de mi casa (que de hecho patio no tiene), significa que son seres hermosos, pero que prefiero dejar en libertad. El modelo en origami obedece a este deseo (que más que mío es suyo). Su esencia, eso tan necesario de representar en un modelo se ha rehusado a aparecer. Pese a eso, es un modelo interesante en el cual coloco algunos elementos que permiten la caracterización del fauno: Por un lado, una cabeza astada, con pequeños cuernos, piernas de cabra o carnero, cabello desordenado que aparece en los antebrazos y por último, y por supuesto, el sexo (que decentemente se esconde en la fotografía). Aunque el modelo no me satisface aún, se presenta en sociedad, aunque cree (por ser criatura mágica) que nadie hablará de él… Pero de lo que si espera que hablen es de inspiración. De formas de tentarla, de seducirla. De duendes en el origami, en el papel… de musas.

Un abrazo a todos