lunes, julio 21, 2014

Rosario

Un taxi espera en la puerta. Son las 630 am y sorprende en el radio el sonido mecánico, monótono e interminable que sale de un rosario eterno sintonizado a través de los 1110 del am. La letanía de un "Dios te salve" en mi nunca ha ayudado a espantar el sueño.

Entonces el taxista habla. "Que idiota", dice, "mira mal cuando escucha el pito". No digo nada y levantó la cabeza. Un aveo color gris con un conductor y dos pasajeros. Una mirada en el retrovisor. Atrás pegada la imagen de una camándula que trata de representar el rostro de la Virgen. En el taxi SantaMaríamadredeDios es la lejanía de turno. No digo nada, sólo veo los ojos que responden cuando el taxista presiona de nuevo la bocina, buscando ver de nuevo esa mirada.

El semáforo cambia y un vehículo escolar se adelanta. El taxista grita: "Idiota, hijo de la gran prostituta que te mal parió, perro imbécil, es que acaso no vio el semáforo?" Acelera el taxi, con esa actitud de los animales al marcar su territorio. Pero el transporte escolar ya ha seguido su marcha.

Al fin llego a mi destino. El taxímetro marca 5.440. Pago con un billete de 10.000 y tres monedas. Le doy las gracias y veo que sube volumen al radio. Se escucha que los que rezan han llegado ya al tercer misterio del rosario. No lo conozco. Seguramente el taxista si.

miércoles, julio 16, 2014

Los pájaros de ceniza


Hubo un tiempo en el que los pájaros estaban hechos de ceniza. Blanco, negro, gris. No existían más colores. Tampoco cantos, pues no había palabras que merecieran ser cantadas. Los cielos se teñían de silencios, y los silencios de olvidos y recuerdos; bien sabido es que nunca han sido posibles los unos sin los otros.

Quiso un día la fortuna que desde la lejana bóveda celeste un arco iris a la tierra descendiera. Y quiso también que un pájaro, negro como pocos, se encontrará justo donde aquel arco cayera.

Aquel golpe por poco estuvo de acertar su cuello, pero fortuna quiso que en cambio marcara su pico duro como piedra. Y tan fuerte fue el impacto que se hinchó del ave aquella parte, inflamada de dolores y ahora teñida del color del sol. Durante 19 noches entre vida y muerte pasó aquel alado. Todas ellas soñó con palabras nuevas que podían ser cantadas si acaso buena voz hubiera tenido. El bosque que cuidarla quiso siempre dijo que su fortuna fue que sólo el pico se hubiera golpeado y que, aunque deforme, ahora podía contar.

Refugiado en el oscuro bosque, donde pocos vean su desfigurado aspecto cuenta aquel pájaro desde entonces historias que las demás aves escuchan. Al roce de su pico se tiñen sus plumas de colores. Se llenaron poco a poco de cantos cielos y silencios, que las demás aves ponen música a sus palabras, y piensan todos que nadie ha de ser más feliz que aquel tucán.

Tan sólo el cisne que de canciones sabe, con su plumaje blanco como el alma reconoce en las palabras del ave que su único lamento es que aquel arco en su caída no hubiese sido más certero.