Sucedió, alguna vez, que en el reino de las ovejas una de ellas padeció de insomnio. Cosa curiosa, sin dudarlo, una oveja con problemas para conciliar el sueño. Pero, como dice el refranero: "pasa hasta en las mejores familias"
Así que aquella oveja, siguiendo toda la lógica ovejuna decidió ponerse a contar humanos. Los puso a saltar por encima de una cerca como es la tradición. Pero la idea no resultó muy buena. Había que ver a esos pobres humanos tratando de saltar por encima de aquella valla. La mayoría enredaba sus piernas en la carrera, y unos pocos tomaban impulso y salían disparados como resortes solo para terminar magullados al otro lado de la cerca.
Así que aquella oveja, lista como era, pensó que tendría mejores opciones contando tortugas. Su movimiento lento resultaría ventajoso, pues habría de incitar al sueño. Para mayor seguridad decidió quitar la cerca, pues aunque dotadas con casco natural, no se imaginaba a las pobres criaturas dando muestras de aquella agilidad saltadora. Asi que las puso, simplemente, a subir y bajar una colina.
La cosa al principio, iba bien... pero poco a poco la lentitud se fue tornando en desespero. Aquellas tortugas tardaban eternidades en llegar a lo alto de la colina. Honestamente era una tarea de nunca acabar. Pronto, el desespero se convirtió en angustia. Una vez alcanzada la cima, las tortugas resbalaban y caían por la pendiente dando tumbos y volteretas que las dejaban paradas de espaldas y de cabeza. Así que la oveja decidió dejar de contarlas. Quería dormir, si, pero no a costa de ser proclamada como la responsable de la extinción de las tortugas.
Su tercera, a todas luces, no fue la idea más acertada: Optó por contar lobos. Bien sabía que podían cuidarse solos, y que además no tenían problemas saltando cercas. La dificultad vino cuando una vez abierta la puerta a sueños de lobos no hay quien consiga dormir tranquilamente. Descansar en paz es otra cosa, pero ella no quería el sueño de los justos sino uno normalito de aquellos de 8 horas o 10 cuando más. Así que cuando al fin logró sacar a los lobos de su conteo, decidió pensarlo con cabeza fría, y escoger algún sistema que estuviese comprobado.
El método que eligió fue el único que dicen resulta infalible: seguir el ejemplo de los hombres, y ponerse a contar ovejas. La cosa funcionaba, hasta que fueron precisamente sus compañeras de rebaño las que vinieron a confrontarla: "Pero cómo se te ocurre, le decían, ahora nos toca trabajar triple jornada", ya no sólo era ir de pastoreo todo el día y después pasar media noche saltando cercas para que los humanos pudieran dormir. Ahora resultaba que además debían volver a toda velocidad para saltar la cerca propia porque una oveja desconsiderada las quería volver a contar.
Le dijeron que "dejara de ser la oveja negra del grupo y se pusiera a trabajar, que aún más de un hombre faltaba por dormir".
Pero la pobre oveja no quería. Su problema era de sueño propio, y no de sueño ajeno. Pero ya estaba claro que el asunto lo debía tomar por cuenta propia, que no podía confiar en otros animales.
Cansada, miro hacia el cielo, y lo descubrió lleno de luces. Comenzó a contar estrellas fugaces, y a pedir como deseo el sueño conciliar. Cuentan algunos que se quedó dormida cuando llegaba a contar el primer millón, y dicen que desde entonces sigue durmiendo. Bien sabido es que a las estrellas es mejor sólo pedir un deseo por vez...
domingo, noviembre 27, 2011
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