viernes, enero 20, 2017
lunes, enero 02, 2017
domingo, diciembre 18, 2016
Blanco y Negro y Blues (3)
lunes, diciembre 12, 2016
Pintar sin distinguir colores.
Mi relación con la pintura siempre ha sido tormentosa. Es culpa del color que en mis ojos genera una infinita complejidad. Quienes visitan Las Soledades de Babel desde sus orígenes, o quienes me conocen en lo personal saben que soy incapaz de distinguir colores. Es algo con lo que aprendí a vivir, de la misma forma que hay quienes aprenden a vivir con calvicie o quienes viven con ojos azules. A veces incomoda, por ejemplo con la ropa que nunca sé cómo combinar, o con los arcoiris que todos distinguen. A veces, duele.
Me pasa cuando trato de pintar, sea cual sea la técnica. Azul y morado son iguales a mis ojos. El verde a veces es gris, otras es café. El naranja es amarillo. El gris con frecuencia se vuelve rosa. O el rosa gris. Y así, puedo seguir color tras color explicando esta discromatopsia que algunos llaman daltonismo.
Por eso, en parte, pinto usando plastilina. Con sus nombres suelo poder saber que color es cada uno. Las mezclas, normalmente, son respetuosas de la teoría del color y entonces aunque a veces no logre ver los colores como los demás, sé que estoy usando aquello que mi cabeza quiere. El azul será azul, el rosado rosado y el gris será gris al final de esta historia.
Pero, lo confieso. En días como hoy, si pudiera, quisiera ver con los ojos de otro.
¿Veremos acaso, vos y yo, el mismo cuadro?
sábado, diciembre 10, 2016
domingo, diciembre 04, 2016
martes, noviembre 29, 2016
Las manos compartidas
Hace años descubrí
que algunos de mis silencios
no me pertenecen.
Lo descubrí con un reclamo:
-Ese silencio yo ya lo conozco- me dijeron.
Y pensé que no sólo es un asunto de silencios
sino también de palabras.
No le presté atención, lo confieso.
estaba ocupado,
en tratar de vivir mi propia vida.
Pero luego
hace tan sólo un par de semanas,
vi sobre la almohada vacía a mi lado
una mano que no era la mía
y que, sin embargo, claramente distinguía.
En ella,
escasos recuerdos de infancia se aferraban.
Volvió a ocurrir hace unos días,
esta vez frente al espejo.
Unos ojos me observaban.
Aquellos ojos, los míos,
me miraban
pero al mismo tiempo
miraban otro rostro
otro recuerdo
otro mirar.
Anoche, mientras acostaba a mi niño
tomé su mano.
Y reconocí en aquella mano
(apoyada en la mía)
la mano de mi padre
que tantas décadas atrás repetía el mismo gesto.
Y recordé entonces
aquella mirada de hace unos días
aquella mano de hace unas semanas
aquellas palabras que me siguen desde hace años
aquellos silencios que me atraviesan.
Esta mañana he comprendido
que también soy mi padre
sus gestos
sus memorias
sus lecciones
Gracias, papá.
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