Escribo cuentos que nadie lee y cuento historias que nadie escucha. Pasa cada cierto tiempo que termino algo y me miro en el espejo. Tanto nos conocemos mi reflejo y yo que con sólo mirarme ya sé de qué me acusa. Pintas rostros que nadie admira y caballos que sólo corren en los ladrillos fríos que forman mi pared. Imaginas relatos y pájaros y pliegues (y silencios... imagino siempre tantos silencios) Pero yo sé que son siempre gritos y mensajes que salen como botella en el mar que sabe que no tendrá respuesta. ¿Para qué sigues? ¿Para qué pintas, para qué bailas, para qué cantas, para qué escribes? No importa, le digo. A mi puerta ha venido un colibrí.