Antes del mar fue
el río y antes del río fueron riachuelos y quebradas. Antes de ellas fue el
nacimiento y antes de todo, del mar, del río, el riachuelo, la quebrada y el
nacimiento, fue la gota. Y todo tuvo nombre, menos la gota, pues las gotas son
siempre iguales; por algo se dice que dos gotas de agua son idénticas la una de
la otra. Los nacimientos no. Esos son distintos. Los de agua y los de personas.
Hay nacimientos en piedra y nacimientos en bosque. Hay nacimientos que terminan
antes de tiempo; se quedan cortos y dejan vacíos, nacimientos que no llegan a
quebrada y se secan y se pierden y se mueren. Pero hay otros que crecen, que se
unen y reclaman un nombre propio.
¿Por qué se llaman cómo se llaman? Hay ríos con nombre, quebradas con apellido. Algunas se llaman por el lugar, otros por su presencia y otros por alguna historia. Dicen que una mujer gritaba arriba, en la montaña, y así nació “la loca”, aunque su cauce resulte tranquilo. En otros tiempos al lado del agua había un molino, y de allí tomó el nombre un río. En otro río apareció un muerto. Historias que nombran. Hay nombres por características y por eso hay ríos claros y ríos oscuros, quebradas piedras y quebradas seda, riachuelos que saltan y otros que se nombran tranquilos, aguas dulces y aguas frías. Antes de entrar a un pueblo, entre piedras una quebrada canta y así nació “la cantarina”. No todos los ríos se llaman igual porque, aunque todos los ríos cantan, no todos se nombran cantarinos. También hay nombres de familia, de pueblo, de ciudad. En una finca, vieja como la tierra, corría un río. Y el río tuvo apellido y el apellido se volvió nombre. Hay nombres que se unen, matrimonios que van creciendo y se llaman diferente como si las aguas tomaran el nombre del marido. Hay nombres que cambian en el tiempo, como un apodo que va cambiando cuando van creciendo y al fin llegan al mar. Y en el mar todo río pierde su nombre, porque el mar, para los ríos, es el olvido.
¿Quién distingue, mar adentro, los nombres del río?