Lo que pasa es que me tenés cansado Mariana.
Querías que te dijera y bueno, te digo: Me tenés cansado con esa martilladera
tuya, dale que dale que dale sobre lo mismo una y otra vez. No más. Me cansé.
Estoy
reventando de la presión Mariana, entendeme. Es que no se trata de que estés
todo el día buscándome las aristas, no soy un tronco viejo mujer, yo también siento,
yo también me duelo.
Si, es verdad, yo sé soy difícil y tengo mil imperfecciones, pero vos...
¿Vos?...
Vos lastimás Mariana. Me lastimás.
No, no me digas eso. ¿Por mi bien? Vos no estás tratando
de pulirme, no es eso. Es que sos así, vivís pegada de todo, de
cada pedazo, y taladrás, taladrás y taladrás como si quisieras llegar al fin
del mundo y me llenás de huecos y de cicatrices. Y me los veo, ¿sabés que están ahí cuando me miro en el espejo? Los veo. Veo los huecos y las cicatrices.
Termitas, esa es
la palabra que estoy buscando. Termitas. Estoy lleno de agujeros y solo quedan los nudos, esos que son como de piedra y que me amarran y no logro liberar.
¿Qué te entienda? Entendeme vos a mí, por favor entendeme. Me paso en ese taburete todo el día y vos me mirás así, y llegas y me decis que no, que así no es, y yo me siento tan... me siento tan…
¡No sé como me siento Mariana!¡Pero siento, eso es lo importante, que también siento! Eso es lo que me pasa.
¿Por qué te parás? No, pero no te vayás que quiero que hablemos. Que me expliqués. Siempre me decís que hablemos y ahora te ponés así. Yo te dije, yo te lo repetí.
No me dejés hecho polvo Mariana que no sabés lo que me cuesta decirte eso. Mariana no seas así.
No cerrés la puerta.
No te vayás, Mariana.