domingo, agosto 10, 2008

Lo que sueña el viento

Tiempo atrás dije que no era un diseñador de animales. Sin embargo, cada vez con más frecuencia las figuras que salen de mis dedos recorren una zoología de recuerdos que a veces resulta exitosa y otras no deja de ser un simple ejercicio técnico. En últimas, estos modelos me resultan entretenidos, pero normalmente dicen poco al (del) alma. Basta dar una mirada por este año en soledades para observar que llenos de animales han estado. De hecho, esta entrada debió estar dedicada a un mono que ha saltado en mi memoria en esta semana.

Pero no habla este texto de animales. Estos párrafos hablan sobre el origen del origami. No ha de ser una clase de historia, ni un debate más sobre el país de origen. Ha de ser una serie de preguntas que me hago, a veces, sin saber.

Hace unas semanas me encuentro en una búsqueda. No me pregunten que busco, que no lo sé. No me pregunten si ya lo he encontrado, que tampoco creo poder responder eso… Lo que ha resultado curioso es que a partir de esa búsqueda, Felipe Moreno me ha dicho una frase que me ha removido las entretelas de la memoria: “El origami que tu buscas no está afuera. Está adentro tuyo”.

La frase no solo parece surgida de un antiguo texto zen, o de una filosofía de vida más centrada en el conocimiento propio que en el ajeno. Escazas 11 palabras me han puesto a reflexionar por esa búsqueda incansable y normalmente infructuosa que de origami he tenido. También me han recordado una frase hermosa de emejota en la idea del norte “la técnica emana del espíritu”. Me han puesto a pensar en la vida en general. ¿Qué busca quien no sabe que busca? ¿Qué encuentra quien no sabe aún qué es lo que está buscando? ¿Dejará, alguna vez, el alma de buscar? Me ha puesto a pensar en tantas cosas que se dicen sin voz. En tanta gente que no sabe que tiene una voz para hablar, en tantas personas que aún sin voz logran decir. Y en tanto que se queda en palabras vacías. En tantos modelos que, como muchos de mis animales, se quedan sin decir. Esas 11 palabras han desatado en mí una búsqueda más: La búsqueda por el adentro, por el interior. Y para esa búsqueda sobra decir que no existen mapas ni batiscafos, ni brújulas ni un moderno google earth que te permita reconocerte desde afuera.


Y un poco sin saber que responder, y un mucho sin saber que preguntar, ha salido de mis dedos un rostro más. Ya sé que parece que en el origami de los rostros todo ha sido dicho, que no hay una línea más a donde llegar. Y, sin embargo, se filtra entre mis dedos otro rostro que busca decir algo distinto. Un rostro que deseo fluya. De paso sea dicho, es, probablemente, la primera figura que hago pensando en términos de exposición, pensando en una obra que se exponga a si misma.

En lo personal suelo cuestionarme profundamente cuando obtengo modelos como este. Sé bien que la parte inconsciente del cerebro obtiene respuestas mucho más rápido que la consciente, pero ¿Qué me quiere decir el alma, que no logra entenderla mi cabeza pero mis dedos sí?
Así que, buscando, pego los dedos a mis oídos tratando de escucharlos. Los acerco a la nariz, esperando respirar en ellos aquello que saben y ocultan. Los traigo frente a mis ojos, esperando ver en ellos los asomos de palabras por decir. Pero comprendo que ellos ya dijeron. Que han dejado sus palabras en el papel, y el papel en el viento…


¿Qué será aquello que sueña el viento?