A veces despiertas del lado equivocado de la vida.
No sabes por qué pero todo se ha confabulado para que hasta el más mínimo movimiento duela de más. Puede ser un asunto de balanza cósmica y justo ese día el universo compensa por aquellos días en los que fuiste feliz. O tal vez sea el día de cobro y cualquier mal que hayas hecho en el mundo se te devuelve por cinco, por diez, por quince.
A veces despiertas en camas vacías. En camas de hospital, en camas que no son tuyas.
Tantas calles recorres que llega ese instante en que no recuerdas aquel colchón que llamabas tuyo, su dureza, su textura. Su olor. A veces es tu cama la que está vacía. Duermen a tu lado y sabes que el vacío es mayor aún. Infinito.
A veces vas y tratas de explicar algo, de enseñar una nueva forma, una nueva manera de ver. La intolerancia humana se te presenta y te pasa factura, te reclama porque las cosas son como son, porque nada debe cambiar. Te pasas las horas enteras de discusión en discusión. Crees que has ganado algunas y perdido otras, aunque en el fondo sabes que todas las has perdido por el simple hecho de discutir. A veces eres tú el que nada nuevo quiere aprender, el que nada puede. Es tu culpa a fin de cuentas.
A veces caminas por la calle y en una banca,
frente a una biblioteca,
en un parque,
encuentras una grulla de papel plegada.
Quizás después llegará la primavera.