Hace años descubrí
que algunos de mis silencios
no me pertenecen.
Lo descubrí con un reclamo:
-Ese silencio yo ya lo conozco- me dijeron.
Y pensé que no sólo es un asunto de silencios
sino también de palabras.
No le presté atención, lo confieso.
estaba ocupado,
en tratar de vivir mi propia vida.
Pero luego
hace tan sólo un par de semanas,
vi sobre la almohada vacía a mi lado
una mano que no era la mía
y que, sin embargo, claramente distinguía.
En ella,
escasos recuerdos de infancia se aferraban.
Volvió a ocurrir hace unos días,
esta vez frente al espejo.
Unos ojos me observaban.
Aquellos ojos, los míos,
me miraban
pero al mismo tiempo
miraban otro rostro
otro recuerdo
otro mirar.
Anoche, mientras acostaba a mi niño
tomé su mano.
Y reconocí en aquella mano
(apoyada en la mía)
la mano de mi padre
que tantas décadas atrás repetía el mismo gesto.
Y recordé entonces
aquella mirada de hace unos días
aquella mano de hace unas semanas
aquellas palabras que me siguen desde hace años
aquellos silencios que me atraviesan.
Esta mañana he comprendido
que también soy mi padre
sus gestos
sus memorias
sus lecciones
Gracias, papá.