jueves, abril 22, 2010

La mirada



"A fin de cuentas, al otro lado del espejo estamos nosotros mismos"




Con frecuencia se lee y entrelee en estas líneas sobre el tacto, sobre la relación entre piel y papel. Sobre cómo el alma emana por la punta de los dedos y de cómo la piel deseada tiembla como la hoja de papel al ser plegada. La caricia lene. No ha de ser extraño entonces que al acariciar, bien sea un cuerpo o un modelo, se genere una impronta profunda en lo tocado, que no es más que la huella que el alma marca al entregarse por los dedos (y un surco también se deja en uno mismo, pues el alma nunca se va entregando como si nada).

Pero hoy no hablaré del tacto, sino de la visión.

Si bien el alma se escapa por los dedos, también se dice que los ojos la reflejan. La visión es otro camino en la búsqueda del placer. Voyeristas, pasamos la mirada modelo a modelo, foto a foto, buscando aquella obra que estremezca nuestro espíritu. Con las pupilas dilatadas observamos curvaturas que locamente deseamos tornear. Mirando, conocemos el mundo y buscamos aquello que nos resulta bello.

¿Por qué observar nos resulta tan placentero? La razón más profunda es que vibramos con aquello que refleja lo que el alma de cada cuál es. Entre cientos de cuerpos sólo un par logran conmover el espíritu. Aunque gusten mil o un millar, no toda curva vibra a la misma frecuencia que el espíritu.

Pero existe un motivo más, en la mirada está la anticipación del deseo, el pensar que nuestras manos podrán hacer y tocar aquello que observan. Con la mirada anunciamos al alma aquello que habremos de tocar. Desde la mirada nos reflejamos, avisando que pronto nuestras manos han de posarse en lo tocado.


lunes, abril 12, 2010

vení a bailar conmigo...

En otra vida, años atrás, leí que “el cuerpo es el mensaje”. Lo que en algún momento me pareció una frase curiosa, con múltiples lecturas, se convirtió algunos meses después en una verdad con un poder innegable. El cuerpo habla incluso antes que la voz lo haga. E incluso cuando lo hace al mismo tiempo que la voz, su lenguaje es tan profundo y contundente que no hay palabra que pueda contradecirlo. Pero leer el cuerpo siempre ha sido un asunto confuso. Leer, de hecho, no deja de serlo. Cada cual lee desde quien es y desde quien desea ser. Así, el mismo objeto a leer se comprende de forma diferente según el momento del lector. Y, sin embargo, el cuerpo sigue siendo el mensaje.




Nada ilustra mejor ese concepto que la danza. El cuerpo en movimiento, fluyendo. Los músculos tensados mientras las manos se acarician siguiendo cada paso de baile. Los pies se levantan del piso, sólo un par de segundos en los cuales el mundo se recorre más despacio. De nuevo el piso y su irremediable atracción. El vuelo se convierte en caída, la caída en un rebote. Y luego el silencio. El cuerpo quieto, estático. El silencio más profundo y más pesado. El silencio que lleva un mensaje que sólo el cuerpo con un profundo impulso puede decir. Una exhalación. De nuevo, las manos se acarician tocando el cuerpo, la pantorrilla, la rodilla, el muslo, luego el brazo. Las piernas abiertas y tendidas al vuelo mientras tímidamente un brazo recoge el seno que locamente ha de abrazar. Y luego viene el beso, acaso sin jamás llegar a tocarse… Que profunda es la danza. No en vano, Nietzsche dijo que "Según la forma de andar de cada cual, se puede ver si ha encontrado el camino. El hombre que se acerca a su objetivo ya no camina, baila"

Hace unos días recordé que el cuerpo es el mensaje. Y sus palabras aún no las he podido borrar de la memoria.

lunes, abril 05, 2010

Impresiones sobre una convención

Lo que más me gusta de las convenciones es ponerle rostros y voces a las palabras. Es una cosa maravillosa. A veces, uno llega a conocer a las personas sin siquiera haber llegado a escuchar su nombre. Es el poder de las palabras y de la imagen, del leer y del observar.

La semana pasada he participado en el evento de origami en Bogotá, y sin duda, lo más placentero que viví en el evento fue precisamente esa oportunidad de tejer rostros con actitudes, palabras con intenciones, modelos con palabras. Conocer la dulzura de Noelia, o la permanente actitud de Beita, hablar directamente con Carolina y tener en mis manos (o más bien en la punta de mi dedo) uno de sus impresionantes modelos. Ponerle voz a Eric Madrigal, y rostro a Nicolás Gajardo, darle cuerpo a Lus y a los origamistas de Brasil.

Pero al mismo tiempo, las convenciones son un asunto triste. Nunca el tiempo es suficiente para hablar con todos aquellos con los que quisieras hablar, para plegar todo aquello que quisieras plegar. Tanta gente a la que sólo ves de paso, sin tiempo para hablar, para tocar, para plegar.

Ha de ser que las convenciones de origami son un poco como la vida: Lo mejor que tiene es la oportunidad de tejer con quienes conoces profundas relaciones, y lo más triste es que rara vez podrás profundizar tanto como quisieras con aquellos que pasan a tu lado.


Tanta gente junta, y al mismo tiempo tanta soledad.

domingo, febrero 28, 2010

Retrato

Hay retratos y autoretratos que buscan captar más allá de lo que a simple vista puede verse. Imágenes que presentan y representan algo oculto a la simple vista. Algo que se percibe, algo que está más allá de lo que el modelo original presenta. Algo.

A veces pareciera ser la idealización de quién crea la obra, una muestra de sus cualidades o incluso de sus defectos, de aquello que lo hace sujeto de ser representado. A veces es la búsqueda de aquello latente en lo profundo. A la manera del retrato de Dorian Gray, aquella imagen guarda quienes somos (o fuimos alguna vez).

Cuando esto se consigue en un retrato no deja de ser una enorme proeza. Pero cuando se consigue en un autoretrato es, además, una confesión. Una confesión de cómo se imagina el autor a sí mismo, una confesión de lo que cree que su alma dice.

En realidad eso es parte de la magia de los artistas. Lograr plasmar parte de quienes son, parte de su alma en aquello que realizan, y claramente esto se consigue no sólo en sus retratos sino en toda su obra. Pero leer dicha confesión no es un asunto fácil. Cada cual lee desde su contexto y su pretexto. Y ese contexto rara vez es el mismo que el vivido por el autor de la obra.

Quizás por eso es que estas soledades vienen siempre con palabras. Intentan que aquello que muestran las imágenes tenga un contexto que les permita ser leídas.

Es un intento, debo decirlo: inocente. Incluso es contraproducente. Una buena obra tiene el enorme poder de ser leída en múltiples contextos y en cada uno de ellos otorgar un nuevo significado a la obra. Tratar de coartar eso es de hecho mutilar la posibilidad de que el ojo de quien mira invente una historia propia.

Así que esta vez no he de contar que motiva este modelo, sino más bien he de dejar que cada uno cuente una historia sobre lo que en él lee. Para todos aquellos que quieran leer y jugar con las palabras, aquí dejo mi retrato




lunes, noviembre 09, 2009

Dama (otra vez)




Conocí una mujer que era un río, y de él bebía.

Ondulaba entre sus curvas

por las orillas del cause que marcaba su piel.

Llenaba de peces de colores su mirada,

que saltaba siempre

buscando azul.





Conocí a una mujer que era un río, y sus cabellos

me ahogaban al dormir.

A veces -las que más-

sus caricias recorrían el cuerpo como un torrente,

con sus palabras de riachuelo que bajaban por sus labios,

como el agua en la montaña.





Conocí a una mujer que era un río, y a su paso mi cuerpo temblaba.

Me sumergía en ella con mi red de pescar

y en sus aguas de cristal la veía fluir

de un

lugar al otro, del otro a uno más allá.

Mujer de agua, que a veces también me bebe.







Conocí a esa mujer que sigue siendo río,

y a su caudal cada noche me abrazo.








domingo, octubre 18, 2009

Lento pero viene

"Que lento pasa el tiempo" dice el caracol.
Luego se echa a correr.


Años atrás el alma me pedía una mujer a lomo de un caracol. Aquel caracol iba sin prisas, creo, marcando la entrada a un tiempo nuevo en el que muchas cosas que eran dejaron de ser. En mi caso, el origami siempre ha sido autobiográfico. No sólo es que deje el alma en el papel, es que además los modelos surgen como un llamado de lo que el alma pide o de aquello que el universo otorga.

Es un tema que, hasta donde sé, comparto con pocos origamistas, pero que seguramente he de compartir con más. A fin de cuentas el no saber si algo se comparte no implica que no se haga. Pensándolo bien, ha de ser un asunto común a todo nuestro que hacer: Dejamos el alma en lo que hacemos, en el momento en que vivimos. Nuestros actos, sean sobre papel o sobre piel, sean sobre piedra o sobre las cuerdas de una guitarra, sean sobre poco o sobre mucho... nuestros actos hablan de quienes somos.


Quizás al caracol también se le juzgue por sus actos. En su defensa, es claro que se toma su tiempo para lo que hace (sea lo que sea). Quizás el caracol logre que lo que piensa sea igual a lo que dice y eso igual a lo que hace. O quizás el caracol vive renegando de su suerte, diciendo que hasta ella debe tardarse en llegarle...

Que poco sabemos de caracoles, y que tanto nos parecemos a ellos algunos días. En esos en los que el tiempo pasa más lento, en esos en los que se quiere que el tiempo deje de pasar. Son los días del caracol, esos en los que nos escondemos en aquella caracola que lentamente sube al cielo, esos en los que pensamos salir y dejarlo todo atrás, y sin embargo permanecemos con nuestra historia a cuestas como si se tratara de una vieja casa que oculta lo que somos. Esos días en los que nos recostamos en la caracola del oído y nos llegan de regalo palabras dulces que nos recuerdan el mar (y el amar).