Esta entrada la he escrito por lo menos 5 veces. Cada vez descubro nuevas formas de hablar del tema, o un enfoque que dejé olvidado, o un ejemplo que pueda servir o, en fin, tantos de esos caprichos que cuando uno escribe surgen de la nada y lo torturan evitando publicar. Me he decidido entonces a partir este texto en dos, por lo menos. La primera parte ha de ser sobre la técnica y, a manera de catarsis la publico hoy.
No se si por natura o por cultura el ser humano es voyerista. Completa, total y satisfactoriamente voyerista. El caso del arte no es ninguna excepción pues, de hecho, gran parte del placer del público es la contemplación de lo exhibido. Otra parte del placer es la espera (por algo se llama a si mismo espectador). Un hermano del voyerismo es la imitación, punto sobre el cual valdría la pena hablar con calma: Imitamos lo que vemos (a veces el modelo visto es la naturaleza), imitamos lo que vemos que otros hacen (que puede ser o no la naturaleza), imitamos lo que antes hicimos.
El problema fundamental en términos del origami es que estamos olvidando la imitación y estamos cayendo en la reproducción. Y la imitación es enriquecedores en dos sentidos: enseña y produce una nueva manifestación artística. En cambio la reproducción no produce una nueva manifestación, se limita a ‘copiarla’ y aunque para el público pueda ser lo mismo, para el artista no lo es (de hecho, para el público tampoco debería serlo). Un ejemplo que viví en carne propia se lo debo a muchos impresionistas. Su cuadros, la verdad no me han gustado mucho… son borrosos, como “entre niebla”… y bueno, es lo lógico que se vean así cuando uno solo ve los afiches y las n mil reproducciones… Otra cosa es ver el original, el grueso de las pinceladas, la textura de la pintura…
Un gran problema de muchos de los origamistas es que son devoradores de obras de otros. Buscan reproducir sin más lo que otro hizo, buscan plegarlo “tal cual”, hacer que quede “como el del autor”, devoran diagramas en busca de una originalidad que no se encuentra en la reproducción.
Propongo entonces rescatar el origami técnicamente imitativo por encima del reproductivo. Un origami que permita variar, cambiar… un origami que se base en el conocimiento de la técnica por encima de la secuencia. Un origami que enseñe y que se enseñe a si mismo. Es claro entonces que el origami imitativo esta íntimamente ligado a la variación, a la modificación, a ver un toro en la misma base en la que alguien vio un centauro, o una planta carnívora en la base que alguien uso para un rostro. Como me escribió un Andrés Sánchez al hablar de la copia accidental: “…de tanto crear híbridos y bases compuestas nos encontramos con la similitud de la figura en su cp pero lo importante esta en la figura terminada y en su estética, eso nos diferencia entre los creadores”.
Se me ocurren varias formas de implementar un rescate del origami imitativo, pero por ahora las dejaré para otro texto que algún día no muy lejano publicaré… Y claro, si alguien tiene propuestas son bien recibidas, porque esto de escribir monólogos no siempre es agradable…
No se si por natura o por cultura el ser humano es voyerista. Completa, total y satisfactoriamente voyerista. El caso del arte no es ninguna excepción pues, de hecho, gran parte del placer del público es la contemplación de lo exhibido. Otra parte del placer es la espera (por algo se llama a si mismo espectador). Un hermano del voyerismo es la imitación, punto sobre el cual valdría la pena hablar con calma: Imitamos lo que vemos (a veces el modelo visto es la naturaleza), imitamos lo que vemos que otros hacen (que puede ser o no la naturaleza), imitamos lo que antes hicimos.
El problema fundamental en términos del origami es que estamos olvidando la imitación y estamos cayendo en la reproducción. Y la imitación es enriquecedores en dos sentidos: enseña y produce una nueva manifestación artística. En cambio la reproducción no produce una nueva manifestación, se limita a ‘copiarla’ y aunque para el público pueda ser lo mismo, para el artista no lo es (de hecho, para el público tampoco debería serlo). Un ejemplo que viví en carne propia se lo debo a muchos impresionistas. Su cuadros, la verdad no me han gustado mucho… son borrosos, como “entre niebla”… y bueno, es lo lógico que se vean así cuando uno solo ve los afiches y las n mil reproducciones… Otra cosa es ver el original, el grueso de las pinceladas, la textura de la pintura…
Un gran problema de muchos de los origamistas es que son devoradores de obras de otros. Buscan reproducir sin más lo que otro hizo, buscan plegarlo “tal cual”, hacer que quede “como el del autor”, devoran diagramas en busca de una originalidad que no se encuentra en la reproducción.
Propongo entonces rescatar el origami técnicamente imitativo por encima del reproductivo. Un origami que permita variar, cambiar… un origami que se base en el conocimiento de la técnica por encima de la secuencia. Un origami que enseñe y que se enseñe a si mismo. Es claro entonces que el origami imitativo esta íntimamente ligado a la variación, a la modificación, a ver un toro en la misma base en la que alguien vio un centauro, o una planta carnívora en la base que alguien uso para un rostro. Como me escribió un Andrés Sánchez al hablar de la copia accidental: “…de tanto crear híbridos y bases compuestas nos encontramos con la similitud de la figura en su cp pero lo importante esta en la figura terminada y en su estética, eso nos diferencia entre los creadores”.
Se me ocurren varias formas de implementar un rescate del origami imitativo, pero por ahora las dejaré para otro texto que algún día no muy lejano publicaré… Y claro, si alguien tiene propuestas son bien recibidas, porque esto de escribir monólogos no siempre es agradable…
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