Acrílico sobre madera
miércoles, diciembre 25, 2019
viernes, diciembre 13, 2019
Algunas veces
Algunas veces,
los domingos en la tarde,
me agarra de golpe una tristeza.
No se anuncia, no me avisa, no me advierte.
Sólo llega y se acomoda
en el vacío que dejaron
tristezas que antes
en mi vivieron.
En medio del desespero
emborrono poemas, arrugo papeles
pinto de negro cuadros viejos,
como si acaso entre tachones
pudiera sacar esto, que se me mete dentro.
Entonces vienes y me llamas
a una cama en la que compartes
almohada, lecho y cobijo.
Te recuestas en mi pecho.
Con voz queda le dices que se vaya,
que me deje.
Allí estás tú,
desnuda de vestido,
y de brillante armadura.
Tristeza y tu pelean mientras yo me duermo.
Despierto luego...
aliso los papeles, pinto cuadros nuevos, escribo este poema.
¿Entenderás, algún día,
lo tanto que te quiero?
los domingos en la tarde,
me agarra de golpe una tristeza.
No se anuncia, no me avisa, no me advierte.
Sólo llega y se acomoda
en el vacío que dejaron
tristezas que antes
en mi vivieron.
En medio del desespero
emborrono poemas, arrugo papeles
pinto de negro cuadros viejos,
como si acaso entre tachones
pudiera sacar esto, que se me mete dentro.
Entonces vienes y me llamas
a una cama en la que compartes
almohada, lecho y cobijo.
Te recuestas en mi pecho.
Con voz queda le dices que se vaya,
que me deje.
Allí estás tú,
desnuda de vestido,
y de brillante armadura.
Tristeza y tu pelean mientras yo me duermo.
Despierto luego...
aliso los papeles, pinto cuadros nuevos, escribo este poema.
¿Entenderás, algún día,
lo tanto que te quiero?
jueves, diciembre 12, 2019
Retrato de una mujer
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miércoles, diciembre 04, 2019
lunes, noviembre 25, 2019
Retrato
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jueves, noviembre 14, 2019
miércoles, noviembre 06, 2019
viernes, octubre 25, 2019
Retrato
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lunes, octubre 14, 2019
Cotidianidades (XXI)
Esta noche mi niño tiene una pijamada con sus primos. Y yo, padre que no sé si sea bueno o malo, los he mandado a la cama y les he dicho que les leeré un cuento antes de dormir.
En la cama tres pequeños, casi preadolescentes todos ellos. En mis manos un libro viejo, que conservo como uno de los tesoros de mi casa. Cuenta la historia de los dioses griegos, desde Caos hasta Zeus y la batalla de los titanes.
El libro fue un regalo de mi padre. Eran 6 tomos. 3 me los dio a mí. 3 se los dio a Manuela, una de mis hermanas.
Me acomodo a los pies de la cama y comienzo a leer. Las palabras salen de mi boca lentas, con una voz que es pausada y, a veces, profunda. Por momentos se aceleran, cambian de timbre, de registro, de intención.
Leo, y escucho cómo el silencio envuelve todo menos mi interior, menos mi voz. Es un silencio activo, expectante, que quiere saber. Y en mi, aquella voz que leo me suena conocida.
Hoy he tenido de nuevo escasos 6 años y he escuchado, sentado al borde de mi cama, a mi padre que me lee un libro que cuenta la historia de los dioses griegos, desde Caos hasta Zeus. Y me lee él con voz profunda, lenta y pausada. A veces sus palabras se aceleran y cambian de timbre, de registro, de intención.
Todo se vuelve silencio afuera. En mi, por dentro, resuena aquella voz. No recordaba a mi padre leyéndome ese libro. Recuerdo su regalo, pero no recordaba, hasta este instante, que lo hubiera leído para mi.
Aquellos pequeños aplaudieron después de la historia. He prometido pronto leerles más. Los escucho, a esta hora, hablar con sus voces bajas, tratando de evitar que los escuche.
Y yo, mientras, no consigo aguantar las ganas de llorar.
En la cama tres pequeños, casi preadolescentes todos ellos. En mis manos un libro viejo, que conservo como uno de los tesoros de mi casa. Cuenta la historia de los dioses griegos, desde Caos hasta Zeus y la batalla de los titanes.
El libro fue un regalo de mi padre. Eran 6 tomos. 3 me los dio a mí. 3 se los dio a Manuela, una de mis hermanas.
Me acomodo a los pies de la cama y comienzo a leer. Las palabras salen de mi boca lentas, con una voz que es pausada y, a veces, profunda. Por momentos se aceleran, cambian de timbre, de registro, de intención.
Leo, y escucho cómo el silencio envuelve todo menos mi interior, menos mi voz. Es un silencio activo, expectante, que quiere saber. Y en mi, aquella voz que leo me suena conocida.
Hoy he tenido de nuevo escasos 6 años y he escuchado, sentado al borde de mi cama, a mi padre que me lee un libro que cuenta la historia de los dioses griegos, desde Caos hasta Zeus. Y me lee él con voz profunda, lenta y pausada. A veces sus palabras se aceleran y cambian de timbre, de registro, de intención.
Todo se vuelve silencio afuera. En mi, por dentro, resuena aquella voz. No recordaba a mi padre leyéndome ese libro. Recuerdo su regalo, pero no recordaba, hasta este instante, que lo hubiera leído para mi.
Aquellos pequeños aplaudieron después de la historia. He prometido pronto leerles más. Los escucho, a esta hora, hablar con sus voces bajas, tratando de evitar que los escuche.
Y yo, mientras, no consigo aguantar las ganas de llorar.
jueves, octubre 10, 2019
Retrato
Retrato (Estudio)
Óleo pastel sobre cartulina negra
***
No he podido recordar en qué imagen me basé para este cuadro.
Si alguien reconoce el original, se agradece la ayuda
***
No he podido recordar en qué imagen me basé para este cuadro.
Si alguien reconoce el original, se agradece la ayuda
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domingo, octubre 06, 2019
miércoles, septiembre 25, 2019
Retrato
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jueves, septiembre 12, 2019
sábado, septiembre 07, 2019
Un cuento, un canto, un poema.
En la calle caminan mujeres,
cuyos rostros gritan las penas,
y los hombres ya no dicen nada...
Hay historias que no se recuerdan.
cuyos rostros gritan las penas,
y los hombres ya no dicen nada...
Hay historias que no se recuerdan.
Es un cuento, un canto, un poema
que te escribo en la tarde que llega.
que te escribo en la tarde que llega.
Recorro tus montañas, amada,
con callejones que nunca terminan.
En tus pliegues se esconden las yemas
que a mis pasos cansados dan tregua.
con callejones que nunca terminan.
En tus pliegues se esconden las yemas
que a mis pasos cansados dan tregua.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
como un canto que remueve la arena.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
como el aire que recorre la selva.
como un canto que remueve la arena.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
como el aire que recorre la selva.
Son mil madres que nombran sus hijos,
son mil niños que ignoran si hay mañana.
Y no queda nada, ni una voz, ni una vela,
más que un cuento, un canto, un poema
que se apaga en la noche que llega.
son mil niños que ignoran si hay mañana.
Y no queda nada, ni una voz, ni una vela,
más que un cuento, un canto, un poema
que se apaga en la noche que llega.
En tu gesto mil noches en vela.
Tu mirada que besa la hoguera.
Una risa que todo lo aleja.
Y un recuerdo de lluvia refresca.
En tu mano no hay llanto, nada queda,
más que un cuento, un canto, un poema
Tu mirada que besa la hoguera.
Una risa que todo lo aleja.
Y un recuerdo de lluvia refresca.
En tu mano no hay llanto, nada queda,
más que un cuento, un canto, un poema
Aquí estás, aquí estás, aquí estás.
Una ciudad de eternas primaveras
con flores que adornan el borde
de tumbas sin nombre o bandera.
Cielos de gris,
Aires de muerte,
Destellos de plomo,
No hay final a los días de guerra
Una ciudad de eternas primaveras
con flores que adornan el borde
de tumbas sin nombre o bandera.
Cielos de gris,
Aires de muerte,
Destellos de plomo,
No hay final a los días de guerra
Y aquí estás, aquí estás, aquí estás,
en tu alma aún quedan lunas llenas.
en tu alma aún quedan lunas llenas.
No hay silencio.
No hay gritos.
No hay risas.
No hay mujeres que cuiden la vereda,
ni azadones que abran la tierra
No hay gritos.
No hay risas.
No hay mujeres que cuiden la vereda,
ni azadones que abran la tierra
Pero queda un cuento, un canto, un poema
que es de esperanzas, de futuros, de entregas...
Que le habla a la madrugada que aún no llega.
que es de esperanzas, de futuros, de entregas...
Que le habla a la madrugada que aún no llega.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás.
Y yo no tengo, amor mío, más que esta queja
corona de flores y laureles que ya no quedan.
Un lamento a una ciudad que espera
que alguien la ame de otra manera.
Y yo no tengo, amor mío, más que esta queja
corona de flores y laureles que ya no quedan.
Un lamento a una ciudad que espera
que alguien la ame de otra manera.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
Y yo te dejo un cuento, un canto, un poema.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
Porque hay quien cuenta,
quien canta,
quien crea.
Y yo te dejo un cuento, un canto, un poema.
Aquí estás, aquí estás, aquí estás
Porque hay quien cuenta,
quien canta,
quien crea.
viernes, septiembre 06, 2019
miércoles, septiembre 04, 2019
domingo, agosto 25, 2019
Retrato de una mujer altiva.
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jueves, agosto 15, 2019
Fumador de pipa (de Paul Cézanne)
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miércoles, agosto 07, 2019
Toro
Toro
Oleo Pastel sobre papel
A veces pinto rápido.
A veces, literalmente, el alma sólo entiende de brevedades y quiere decir, decirlo todo, en sólo unos minutos.
A veces, además, eso pasa mientras pinto toros.
viernes, agosto 02, 2019
Retrato de una mujer que guarda mi nombre en su boca.
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Retrato de una mujer, larga como la noche
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jueves, julio 25, 2019
Amantes
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martes, julio 23, 2019
La Chelista
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domingo, julio 14, 2019
Preguntas
¿Y quién consuela a la nube cuando cae bajo ella la lluvia?
¿Quién celebra a la flor que se olvida en fruto?
¿Quién conforta a las aves que en su canto lloran el árbol derribado?
¿Quién le dice al invierno que su partida saluda primaveras?
¿Y al otoño que aquel fruto que cae tal vez se vuelva árbol?
¿Quién acompaña a las estrellas que en el cielo se preguntan a dónde se ha ido la luna?
¿Y al marino que llora porque la estrella que seguía se ha soltado del cielo, temblorosa?
¿Quién guarda un minuto de silencio por la hoja en blanco que se volverá poesía?
Tal vez el tiempo ha borrado las respuestas.
Los hombres, cobardes, preferimos otras cuestiones
más simples
más ajenas.
Pero mientras quede alguien que se haga estas preguntas,
habrá quien llore y habrá quien cante
habrá quien consuele y quien sonría.
Mientras queden estas preguntas
estarás conmigo, vida mía.
jueves, julio 11, 2019
viernes, julio 05, 2019
Retrato de una mujer con un sombrero que hace juego con su vestido.
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miércoles, julio 03, 2019
torso
Torso
Oleo Pastel sobre cartulina negra.
Un ejercicio de dibujo en 5 minutos. La verdad no me gusta mucho el resultado, pero el ejercicio tiene su encanto.
martes, junio 25, 2019
Retrato de un hombre viejo con barba (y...)
Retrato de un hombre viejo con barba (y seguramente también con un par de alas enormes)
Óleo Pastel sobre papel
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jueves, junio 13, 2019
Colibrí (II)
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sábado, junio 08, 2019
Retrato de una mujer que pone la cabeza sobre su mano para pensar si está enamorada o no.
Retrato de una mujer que pone la cabeza sobre su mano para pensar si está enamorada o no.
Óleo pastel sobre papel
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jueves, junio 06, 2019
Retrato de una mujer con fondo de colores (ella, no la pared)
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miércoles, junio 05, 2019
Retrato
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Retrato de Andrea Mejía
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sábado, mayo 25, 2019
jueves, mayo 16, 2019
lunes, mayo 13, 2019
Retrato
Retrato de una mujer que tiene un vestido rojo, pero no sabe cómo bailar boleros con él.
Óleo pastel sobre papel.
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jueves, mayo 09, 2019
Colibrí (I)
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domingo, mayo 05, 2019
Retrato
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miércoles, mayo 01, 2019
Buho (VI)
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jueves, abril 25, 2019
Retrato de un hombre que no sabe a qué lado de la cámara pararse
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lunes, abril 22, 2019
Un perro
Un niño me ha pedido
que le dibuje un perro para jugar.
He pensado que no bastaba
con un perro cualquiera.
He pintado un perro
que me pide un niño
para salir a jugar.
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jueves, abril 18, 2019
sábado, abril 13, 2019
A flor de piel
Vos, mujer, no sos de primavera
No hay flores a tu paso
Ni pájaros viajantes
con su vuelo de estación.
Vos, mujer, no sos de tierra
No tenés geografía de montañas
Ni hueles al pasto después de la llovizna
que trae el amanecer.
Vos, mujer, no has sido nunca de fuego
No ardes como braza incandescente
Ni consumes
como el incendio que prepara el sembradío.
Vos, amada mía, sos de agua
de mar
de río
de tormenta
de lluvia
de rocío
De tus labios corren ríos
de tus ríos se hacen mares
Y yo,
que de pensarte me hago un océano
te tengo a mar de piel.
No hay flores a tu paso
Ni pájaros viajantes
con su vuelo de estación.
Vos, mujer, no sos de tierra
No tenés geografía de montañas
Ni hueles al pasto después de la llovizna
que trae el amanecer.
Vos, mujer, no has sido nunca de fuego
No ardes como braza incandescente
Ni consumes
como el incendio que prepara el sembradío.
Vos, amada mía, sos de agua
de mar
de río
de tormenta
de lluvia
de rocío
De tus labios corren ríos
de tus ríos se hacen mares
Y yo,
que de pensarte me hago un océano
te tengo a mar de piel.
miércoles, abril 03, 2019
lunes, abril 01, 2019
Buho (V)
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martes, marzo 26, 2019
Espejo
Escribo cuentos que nadie lee
y cuento historias que nadie escucha.
Pasa
cada cierto tiempo
que termino algo
y me miro en el espejo.
Tanto nos conocemos
mi reflejo y yo
que con sólo mirarme
ya sé de qué me acusa.
Pintas rostros que nadie admira
y caballos que sólo corren
en los ladrillos fríos que forman mi pared.
Imaginas relatos
y pájaros
y pliegues
(y silencios...
imagino siempre
tantos silencios)
Pero yo sé
que son siempre gritos
y mensajes que salen
como botella en el mar
que sabe que no tendrá respuesta.
¿Para qué sigues?
¿Para qué pintas, para qué bailas, para qué cantas, para qué escribes?
No importa,
le digo.
A mi puerta ha venido
un colibrí.
y cuento historias que nadie escucha.
Pasa
cada cierto tiempo
que termino algo
y me miro en el espejo.
Tanto nos conocemos
mi reflejo y yo
que con sólo mirarme
ya sé de qué me acusa.
Pintas rostros que nadie admira
y caballos que sólo corren
en los ladrillos fríos que forman mi pared.
Imaginas relatos
y pájaros
y pliegues
(y silencios...
imagino siempre
tantos silencios)
Pero yo sé
que son siempre gritos
y mensajes que salen
como botella en el mar
que sabe que no tendrá respuesta.
¿Para qué sigues?
¿Para qué pintas, para qué bailas, para qué cantas, para qué escribes?
No importa,
le digo.
A mi puerta ha venido
un colibrí.
lunes, marzo 25, 2019
Retrato
Retrato de una mujer que canta antes de que llegue la noche y deba ocultar la voz
Óleo pastel sobre papel.
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viernes, marzo 22, 2019
Retrato de un hombre joven que no sabe bien que sueña
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jueves, marzo 14, 2019
martes, marzo 12, 2019
El Minotauro
Cuando Ariadna entró al laberinto lo descubrió vacío. Valiente, tomó hilo y cuero, y se hizo una máscara de toro que ajustó, fuerte, a su cabeza.
Cuando se corrió la noticia de que el monstruo había regresado, la ciudad recuperó su esplendor y gloria.
No puede existir laberinto sin Minotauro.
lunes, marzo 11, 2019
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lunes, marzo 04, 2019
Pájaro
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viernes, marzo 01, 2019
Buho (IV)
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jueves, febrero 28, 2019
Los bebedores de Ajenjo
Los bebedores de Ajenjo (Estudio)
Oleo pastel sobre cartulina negra.
***
Basado en el cuadro de Edgar Degas
Basado en el cuadro de Edgar Degas
Mis padres son quienes más obras mías tienen. A veces se trata de regalos que les hago, obras que hago especialmente para ellos.
Otras veces ocurre que ven alguna obra y se antojan de ella: "yo quisiera ese cuadro", dicen, como quien no quiere la cosa. Y aquí voy yo y lo empaco, como no, que siempre es difícil decir que no a los padres.
Hoy es el cumpleaños de mi padre, y de regalo le he pintado este cuadro. El original, una obra de Degas con muchos nombres ("El ajenjo", "Los bebedores de absenta", "En un café, también llamado la Absenta") es una de sus obras favoritas, o por lo menos una de las obras que más veces le he escuchado mencionar.
Desde hace muchos años quería hacer una obra así, pero obviamente no puedo (ni quiero) evitar darle mi propia voz.
Esperemos que le guste.
Desde hace muchos años quería hacer una obra así, pero obviamente no puedo (ni quiero) evitar darle mi propia voz.
Esperemos que le guste.
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sábado, febrero 16, 2019
Mister Fox
En la vida he conocido todo tipo de turistas. Hay unos, extraños ellos, a los que denomino turistas express: son los que buscan devorar todo lo posible en cada minuto de su viaje. A veces creo que aquel será el único viaje de su vida y, quizás, por eso no paran de correr. Entre esos destacan unos, los más particulares, que buscan 10 ciudades en una semana. Nunca he logrado saber cómo se atreven a decir que lo conocieron todo. Son divertidos ellos. Despiertan cada día antes de salir el sol y corren, siempre corren, en una sola carrera en que no hay más meta que correr.
El otro extremo lo ocupan los calmados. Despiertan tarde, nunca saben a donde irán ese día. Creo que esperan, tan sólo, conocer realmente el pedacito de lugar al que llegaron. Si alguien que conociera aquel lugar les preguntara cómo les pareció, describirían aquel sitio con tal detalle que quien preguntó diría que el lugar debía haber cambiado mucho desde la última vez que fue. Por suerte nadie les pregunta nada, pues quienes los conocen temen perder el día entero escuchando su respuesta.
Hay otros, los turistas de caparazón, que van con la casa a cuestas. Esos son los que no tienen hogar en ninguna parte, pero a todas partes llaman hogar. Llegan a viejos con joroba y con memoria, pero también con desarraigo.
Están los turistas de celular, que buscan siempre los sitios famosos para tomarse, frente a ellos, fotos con cara de pato y cuerpo en curva para que también se vea su cola levantada. Esos son peligrosos. Cuando comen toman fotos de su plato y luego piden que lo cambien porque está frío. Algunos de ellos, los peores, suelen andar con un palo largo que agitan hacia los lados como si fueran armas de defensa personal. Perdón, dicen, y luego vuelven a poner la boca a punto para decir cuack.
Yo, por mi parte, soy un turista de librerías. Sospecho no somos muchos aunque tal vez me equivoque... Es una especie extraña, bien lo sé.
Permítanme explicarme: Cuando llego a una ciudad busco primero el hotel y allí descargo las maletas y luego, como quien no quiere la cosa, preguntó al recepcionista si conoce la dirección de la librería más cercana. A veces compro, por supuesto, pero otras me limito a estar allí, mirando, tratando de entender lo que entre paredes aquellos libros quieren decir. Las librerías, aprendí, son una confesión del librero que las puso.
Cuento esto para explicar que, en mi último viaje, en Bogotá, tuve la fortuna de encontrar un sitio que no había visto antes. En esa ciudad hay librerías maravillosas, pero ésta de la que hablo destacaba por un simple motivo: allí los libros no están puestos por autor o por editorial. La sección de novedades, llena siempre en todas partes, es, de hecho, bastante pequeña. Es más: la librería entera se recorre en una sola exhalación. Lo curioso, lo realmente extraño, es que allí los libros están acomodados por dolencia.
No, no me he equivocado de palabra. Los libros están acomodados por dolencia.
Aquel lugar, más que librería, es una suerte de farmacia en la que en vez de libreros han contratado boticarios.
» Buenas tardes, señor, ¿qué le anda doliendo?
+ Tengo nostalgia de la familia, dice uno, entrado en años, que acaba de cruzar la puerta.
» Entonces venga por aquí, que está la sección con libros sobre madres y padres y hermanos y abuelos...
» ¿Tiene ausencia, tal vez, porque alguna muerte llegó antes de tiempo? Entonces camine conmigo, que en este estante hay historias de princesas que aprenden de la muerte de sus padres y de patos que se olvidan de nadar.
+ Lo mío es... (dice una señora de mediana edad)
» ¿Si, dígame?
+ Lo mío es que olvidé cantar
» Entonces venga, señora, que aquí hay libros de mujeres que le enseñan a recuperar la voz...
Entre preguntas supe leer de dolores y de angustias, de crisis y de padecimientos que no faltan, y todos ellos, allí, sonaban fáciles de diagnosticar. Entre recetas y prescripciones recordé a aquel zorro que hablaba de amor a un príncipe que no sabía dibujar.
Quise preguntar algo, cualquier cosa, pero mi cabeza estaba en blanco. Hubiera podido inventar algo, decir que estaba triste, que la risa se me había quedado enredada en el pelo de una mujer de la que no sabía ni el nombre, o que no sabía bien quién era, tal vez inventar alguna enfermedad... pero no pude pensar en nada. Nunca he sido de enfermedades imaginarias y la mayoría de las reales ya se han ido curando solas, aunque siempre han dejado cicatriz.
Me despedí de todos y agradecí la tarde.
Al llegar a casa escribí esto que aquí pongo.
En el reverso de la hoja he comenzado una lista de dolores. La tendré en el bolsillo del pantalón, o en la billetera, justo al lado del documento de identidad.
Tal vez, cuando sea grande, pueda volver a aquel sitio y, entonces, comenzaré a preguntar.
El otro extremo lo ocupan los calmados. Despiertan tarde, nunca saben a donde irán ese día. Creo que esperan, tan sólo, conocer realmente el pedacito de lugar al que llegaron. Si alguien que conociera aquel lugar les preguntara cómo les pareció, describirían aquel sitio con tal detalle que quien preguntó diría que el lugar debía haber cambiado mucho desde la última vez que fue. Por suerte nadie les pregunta nada, pues quienes los conocen temen perder el día entero escuchando su respuesta.
Hay otros, los turistas de caparazón, que van con la casa a cuestas. Esos son los que no tienen hogar en ninguna parte, pero a todas partes llaman hogar. Llegan a viejos con joroba y con memoria, pero también con desarraigo.
Están los turistas de celular, que buscan siempre los sitios famosos para tomarse, frente a ellos, fotos con cara de pato y cuerpo en curva para que también se vea su cola levantada. Esos son peligrosos. Cuando comen toman fotos de su plato y luego piden que lo cambien porque está frío. Algunos de ellos, los peores, suelen andar con un palo largo que agitan hacia los lados como si fueran armas de defensa personal. Perdón, dicen, y luego vuelven a poner la boca a punto para decir cuack.
Yo, por mi parte, soy un turista de librerías. Sospecho no somos muchos aunque tal vez me equivoque... Es una especie extraña, bien lo sé.
Permítanme explicarme: Cuando llego a una ciudad busco primero el hotel y allí descargo las maletas y luego, como quien no quiere la cosa, preguntó al recepcionista si conoce la dirección de la librería más cercana. A veces compro, por supuesto, pero otras me limito a estar allí, mirando, tratando de entender lo que entre paredes aquellos libros quieren decir. Las librerías, aprendí, son una confesión del librero que las puso.
Cuento esto para explicar que, en mi último viaje, en Bogotá, tuve la fortuna de encontrar un sitio que no había visto antes. En esa ciudad hay librerías maravillosas, pero ésta de la que hablo destacaba por un simple motivo: allí los libros no están puestos por autor o por editorial. La sección de novedades, llena siempre en todas partes, es, de hecho, bastante pequeña. Es más: la librería entera se recorre en una sola exhalación. Lo curioso, lo realmente extraño, es que allí los libros están acomodados por dolencia.
No, no me he equivocado de palabra. Los libros están acomodados por dolencia.
Aquel lugar, más que librería, es una suerte de farmacia en la que en vez de libreros han contratado boticarios.
» Buenas tardes, señor, ¿qué le anda doliendo?
+ Tengo nostalgia de la familia, dice uno, entrado en años, que acaba de cruzar la puerta.
» Entonces venga por aquí, que está la sección con libros sobre madres y padres y hermanos y abuelos...
» ¿Tiene ausencia, tal vez, porque alguna muerte llegó antes de tiempo? Entonces camine conmigo, que en este estante hay historias de princesas que aprenden de la muerte de sus padres y de patos que se olvidan de nadar.
+ Lo mío es... (dice una señora de mediana edad)
» ¿Si, dígame?
+ Lo mío es que olvidé cantar
» Entonces venga, señora, que aquí hay libros de mujeres que le enseñan a recuperar la voz...
Entre preguntas supe leer de dolores y de angustias, de crisis y de padecimientos que no faltan, y todos ellos, allí, sonaban fáciles de diagnosticar. Entre recetas y prescripciones recordé a aquel zorro que hablaba de amor a un príncipe que no sabía dibujar.
Quise preguntar algo, cualquier cosa, pero mi cabeza estaba en blanco. Hubiera podido inventar algo, decir que estaba triste, que la risa se me había quedado enredada en el pelo de una mujer de la que no sabía ni el nombre, o que no sabía bien quién era, tal vez inventar alguna enfermedad... pero no pude pensar en nada. Nunca he sido de enfermedades imaginarias y la mayoría de las reales ya se han ido curando solas, aunque siempre han dejado cicatriz.
Me despedí de todos y agradecí la tarde.
Al llegar a casa escribí esto que aquí pongo.
En el reverso de la hoja he comenzado una lista de dolores. La tendré en el bolsillo del pantalón, o en la billetera, justo al lado del documento de identidad.
Tal vez, cuando sea grande, pueda volver a aquel sitio y, entonces, comenzaré a preguntar.
jueves, febrero 14, 2019
domingo, febrero 10, 2019
Marranito
Para celebrar el cambio de año chino, muchos origamistas al rededor del mundo han realizado cerditos de todas las formas y colores.
Hace unos años diseñé una familia de cerdos que aún recuerdo con cariño, pero para esta ocasión decidí crear uno nuevo.
Es un modelo simple, de esos que se hacen en menos de 10 minutos, lo que lo hace más encantador.
Como es habitual, plegado con aguapapel.
lunes, febrero 04, 2019
Retrato de Carolina Jaramillo
Retrato de Carolina Jaramillo
Oleo pastel sobre papel
A Carolina la conocí hace años.
Cantaba, y todavía lo hace, para exorcizar demonios, para escapar del llanto, para escapar de lo que no era, para luchar contra el sueño que quería devorarlo todo.
Hay gente así, que sabe que el arte es la única forma de seguir con vida. .
Hace unos días la pinté.
Pintar para seguir con vida.
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