martes, mayo 14, 2024

Ruido

A Juan, quien trata de enseñar a ser una voz en medio del ruido



Ya no nos queda sino el ruido,

    como la banda sonora de nuestros tiempos.

        Cacofonía de aviones que no paran, 

          infinitas autopistas

              colapsadas por infinitos autos

          ladridos de perros

             y maullidos de gatos en la noche. 

 

Abdicamos nuestro reino del silencio

     y ahora ensordece el ruido blanco

        de voces que no dicen

           gritan

             y gesticulan,

               insultan

                 y estallan.

 

No quedan sonidos nuevos

      ni voces que canten

           ni risas que reconstruyan

              ni tampoco el murmullo de amores nuevos.

 

Hoy sólo resuenan

     ecos de lo que fue,

          de lo que dejó de ser.

  También Ulises se dejó seducir

       por el blanco ruido de sirenas.

 

Se apagan las luces

      y las voces puras.

 

Queda el dolor

    y la sordera

       y la indiferencia

         y el miedo.

 

Ya nadie nos amarra al mástil

     de un navío que nos mantenga en curso.

 

Estrépito

  rugido

    trueno

      y estallido.

 

¿Habrá quien, terco aún,

    pretenda esconder, 

       caracola adentro,

         la semilla de algún canto que acalle el ruido?


miércoles, mayo 01, 2024

Pies ligeros

Para Naftalí, con el deseo de que al fin haga las paces. 

Aquiles, antes de ser el de los pies ligeros, el invencible, el despiadado, el pastor de hombres, el del escudo irrompible, antes de ser aquel que todo el mundo conoce era, simplemente, Aquiles.
Y a aquel hombre le ofreció el oráculo dos destinos: una vida corta y gloriosa, que le garantizaría la inmortalidad de su nombre... O una vida larga y sin gloria, con hijos y nietos, pero tras la cual caería en el olvido...

Años atrás leí aquella historia y me pregunté, puesto en su lugar, cuál hubiera sido sido mi elección: la suya también hubiera sido la mía. La gloria, por supuesto, se me antojaba dulce; la eternidad corta.

Hoy paso los 45 años. Sobra decir que no he alcanzado gloria alguna y mucho menos inmortalidad. Mi nombre se perderá en el tiempo como lo hará el de mi padre, el de mi abuelo y el de todos aquellos que estuvieron antes que ellos.

No habrá estatuas ni coliseos, tampoco epopeyas que hablen de mi ira o de mi viaje. Pero he amado y me han amado, he visto a mi hijo crecer y a mi madre envejecer, he tenido amigos, he cruzado vida con quienes encontraron su propio camino, he aprendido y he olvidado. He vivido, en fin, lo que debia vivir.

Como nos cambia la vida cuando entendemos que la verdadera gloria es vivir una buena vida.