sábado, agosto 05, 2006

Dédalo:

Existen en el arte obras maestras que uno sueña con haber inventado. Son de otras personas, pero por diversos motivos uno los siente tan cercanos al alma que uno desearía que fueran propias. Gabriel García Márquez lo hizo en sus “Memoria de mis Putas tristes” que es en últimas una excusa para hacer suya La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata, lo hace Picasso, cuando pinta los cuadros de otros para hacerlos suyos. Trató de hacerlo Gauguin con los Girasoles de van Gogh, aunque afortunadamente en ese caso no tuvo éxito su robo. Lo han hecho también algunos origamistas, algunos con mala intención y otros con cándida inocencia. Yo, hoy, lo hago con toda la intención y admiración hacia una obra maestra que no es propia (aunque uno siente que debería serlo).

Uno de los modelos que más me ha enseñado es el dédalo de Gabriel Álvarez. Un modelo de otros tiempos, que no busca el realismo o el hiper realismo, solo la expresión. La emoción. Así que me decido a buscar lo mismo, y para esto parto de una base que es, estructuralmente, similar a la usada por Gabriel Álvarez: Dos puntas para piernas, dos para alas. La intención, que no estoy seguro de haberla logrado por completo, es respetar aquella emoción que transmite el modelo original, solo que permitiendo decirlo a mi manera. Y eso es lo más difícil. Decir lo que dijo otro, volviéndolo propio, usando palabras que son ajenas. Pero las palabras, traicioneras, se vuelven propias aunque uno no lo quiera, y terminan haciendo que el modelo hable de uno más que de otro. Así, en el proceso de plegado ha surgido un dédalo que recuerda a su padre, pero que es sin duda distinto. Que vuela de otra forma, que añora de otra forma. Un modelo que cambia con el vuelo


No sé si Gabriel Álvarez lea esta entrada, pero sobra decir que este modelo es para él.

"Tengo una terrible necesidad
¿diré la palabra?
de religión...
Entonces salgo por la noche, y pinto las estrellas"
Van Gogh

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