Ocurre, con frecuencia, que hay modelos que se olvidan. El plegador olvida como se hacía aquello que una vez dobló y debe acudir de nuevo a los pasos del libro. Olvida el creador aquella secuencia que encontró y que le permitía llegar a aquel modelo que quería. El espectador también, a veces, trata de recordar en vano en qué página fue que halló ese modelo que le hizo quedar sin aliento. Ocurre, con frecuencia, que hay modelos que se olvidan. Se olvidan muchos modelos viejos, porque nunca llegan a la caprichosa categoría de “clásicos”, o porque quedan sumergidos por nuevos modelos más hermosos o más comentados que hacen que sus formas caigan en confines a los que el recuerdo no gusta ir de visita.
Yo, con frecuencia, he olvidado modelos propios. En los casos más afortunados, algunos de ellos me han sido enseñados por alguien a quien se los enseñé al ser creados (casos afortunados esos)…. Otras veces, también afortunadas, aquellos modelos plegados naufragan en aquel viejo cajón que se llena de ensayos y modelos que nunca fueron presentados. En ese caso es un proceso de doblar y desdoblar de nuevo, de releerse y sorprenderse con ideas que uno creía olvidadas.
Buena parte de los modelos que he presentado en estas últimas semanas son, precisamente, relecturas de modelos anteriores. Variaciones y reajustes de otros modelos que alguna vez creé. El caballo que va a galope, el toro, y un elefante que no he presentado aún son ajustes a modelos que plegué hace algunos años pero que no fueron presentados por diversos motivos. Espero sean versiones “mejoradas” de aquellos viejos modelos.
Este que hoy presento es también un modelo que ya plegué alguna vez, pero que tristemente fue olvidado. En su momento, era un modelo que me hacía sentir orgulloso, que representaba quizás por vez primera un pastor de árboles en origami. Pero el modelo no fue nunca comentado. Quizás se debió a la mala foto o el pobre plegado presentado. Quizás fue un modelo inentendible en su momento, o simplemente nació bajo el signo del olvido, no lo sé, pero ninguna palabra recibió cuando fue presentado. Y con el tiempo, el modelo, también para mí, cayó en el olvido. Doloroso olvido por demás.
Aprovechando entonces estos tiempos de recuerdos he querido plegarlo una vez más. Quizás las arrugas de esta vez sí parezcan ser tronco de árbol, y las puntas recuperen el verdor que lo lleven a caminar mejor. Quizás el signo zodiacal de este renacimiento sea uno de visiones y no de ocultamientos, o simplemente la foto esté mejor. Sea cual sea el caso, un viejo nuevo pastor de árboles camina por estas soledades, esperando que no sea su tiempo aún de volverse completamente arbóreo.