sábado, abril 28, 2007

Una Novia

Para Ana Sofía...


La simbología que cubre a las novias es, sin duda, hermosa. Pero es también poco conocida. Sabemos del vestido blanco, señal de pureza en estos tiempos en los que lo puro escasea. Algunos más saben del arroz, símbolo de la abundancia (y alegoría de la fecundación). Otros saben de los anillos, símbolos de lo eterno e infinito…

Toda cultura ha llenado de simbología el rito del matrimonio, y ha permitido además que diversos actos permeen y agreguen nuevo simbolismo. Algunos de esos actos son, sin duda, hermosos en su significado. Algunos significados se han olvidado y hoy son simplemente acciones que repetimos sin saber por qué. Algunos más son simplemente invenciones para dar teatralidad a un momento altamente escénico.

Hace poco más de un año, cuando mi esposa y yo pasamos por el rito del matrimonio, buscamos algunos significados de aquello que realizaríamos. Elegimos el mes del matrimonio sabiendo que ocultaba dicho mes, la ropa y la música sabiendo que querían decir, y nos sorprendimos al descubrir que, cuando preguntábamos, pocos sabían decirnos qué representaba cada parte del ritual. En estos tiempos, también esos ritos han perdido su sentido…

Una amiga de LAO, de aquellas que conocen sin juzgar y tienden la mano sin necesidad de conocer, paso a paso se acerca a vestirse de novia. Este modelo es para ella, pero quiero que antes de recibirlo conozca sobre uno de aquellos símbolos que esta siempre presente en el matrimonio, pero cuyo significado es para muchos un enigma: el yugo. Ese grupo de flores que la novia lleva sobre su vientre tiene una carga de oculta que la mayoría (novias incluidas) debiera conocer: Es un símbolo de fertilidad puesto sobre el vientre. La mujer (tierra que dará vida), recibirá al hombre (semilla), y para anunciarle que espera recibirlo lleva flores sobre su vientre.

El significado es profundo y poético, aunque algunos lo verán pasado de moda. No es la intención, aunque vale la pena señalar que tiene todos los motivos para considerarse un acto viejo: Varios siglos lleva recorriendo el mundo…

No conozco un texto que trabaje sobre la antropología del matrimonio y su significado, pero creo que sin duda sería una investigación hermosa para todos aquellos que gustan de preguntarse sobre el significado de lo obvio…


Hablando ahora sobre la parte técnica del modelo, y dejando la emoción en los ojos de la novia que recibirá el regalo, he de comenzar diciendo que este modelo no es únicamente mío. Combina el trabajo de Jorge Jaramillo en una de las líneas del origami que más rápidamente crece en estos tiempos (los teselados) y el propio en una de las formas más trabajadas (los box pleating). También combina, aunque indirectamente, una idea de Fabio Zapata en la última reunión de LAO.

Principalmente, es un modelo “altamente engorroso”, en oposición a aquellos “altamente técnicos”. Probablemente en sentido estricto el modelo no sea un teselado De hecho, he de confesar también que ésta no era la idea inicial de diseño, es más bien un “resultado marginal” de un proyecto que Jorge y yo tenemos en curso, que espero algún día llegue a un buen término…

Para terminar, quisiera ver este modelo plegado con un mejor papel. No cabe duda que realizar un teselado en papel para modelar es la peor opción posible, pero el proceso de plegado es una tarea árdua, que dejo para otros...

Dejo ahora a esta novia en estas soledades, mientras su dueña deja de estar sola para ser ahora, espero, una novia siempre acompañada.

domingo, abril 15, 2007

Por la boca muere el pez...

El dios que me vino a tocar en suerte al nacer es un dios del signo piscis. No creo en horóscopos, aunque todo parezca indicar que soy un típico géminis. Me cuesta además creer en un dios que no hace el amor. Me duele creer en un dios así. El dios que me tocó en suerte al nacer es uno que no tiene cuerpo, ni sexo. Y no sabe de lo que se pierde el pobre (o quizás si sabe, y por eso ha dejado de tomarse tan en serio). Afortunadamente tiene palabra (quizá sea un milagro de consolación). Con la palabra crea, con la palabra destruye, con la palabra castiga, con la palabra reconstruye.

Esa paradoja me resulta encantadora. Es un dios del signo piscis, y es un dios de palabra. Extraña combinación pues el pez muere por su boca, y harto cuesta a los peces hablar. Otra cosa es caminar siendo un pez. Quizá por eso sea que ese dios no tenga piernas para abrir o para cerrar, para entregar.

En la pasada semana santa estuve leyendo, después de semanas sin facilidad de acceso a Internet, las novedades del mundo origamístico. Me encontré con la imagen que tomó Román de una máscara en México, rostro que era perfecta representación de aquel dios/pez del que hablaba. Aunque quise plegar el modelo en esa semana, solo en pascua tomó forma. Sale así uno de esos modelos que pedía la entrada anterior, uno que sea dos en uno, uno que siendo uno sea dos. Le enseñé, de paso sea dicho, el modelo a Jorge Jaramillo, uno de los más estudiosos origamistas que conozco. Su referente fue Escher. He de confesar que yo no pensé en este referente, aunque es sin duda acertado. Los trabajos de Escher pasan de ser pez a ave, ave a ciudad, ciudad a ajedrez. Este modelo pasa de pez a rostro, con una transición fluida que permite al pez nadar, o al rostro pensar; al pez ser dios; al dios ser pez.



martes, abril 03, 2007

Mitología

Hace tiempo no compro libros. No porque no me guste leer, sino porque los libros se encuentran autocensurados. Se censuran solos, con su precio, como decía Eduardo Galeano. El último libro que adquirí fue un regalo de mi esposa: “Los Cuentos de Eva Luna” de Isabel Allende. Confieso que preferí “Eva Luna” a sus cuentos, pero que le vamos a hacer, es cuestión de gustos. Pero el hecho de no comprar libros no me impide asistir al ejercicio masoquista de ir a las librerías. En ellas, antros de perdiciones por la vía de la tentación, suelo mirar aquellos libros que quiero comprar y que termino leyendo porque otros me los prestan o porque, meses de ahorros después, logro vincular a mi biblioteca. Claro, también hay otros que quise leer y no leo porque nadie los consiguió o porque nunca los compré, o porque simplemente fueron parte de un deseo pasajero.
En la librería, hoy, me tientan “las pequeñas memorias” de Saramago, y “la quinta disciplina en la escuela” de Senge y otros, me tientan dos libros de Galeano y uno de “Comportamiento del consumidor” de Olson. Me tientan palabras de otros que conozco y muchos que desconozco. Me tienta el texto del último ganador del Nobel en literatura, de quien solo he leído su discurso de aceptación del premio. Me tientan cosas…

Pero, no solo es asunto de tentaciones, que también hay parte utilitarista en la visita. Me lleno de nombres. De nombres de libros, de palabras que inconexas nada dicen, de palabras que conexas dicen algo aunque no suene a nada y de otras que no dicen nada aunque suenen a todo. Me gusta cazar palabras para luego inventar nuevas combinaciones. Inventar, por ejemplo, una frase que hable de los nombres que vienen a mi boca y luego una más que hable de la muerte y su añoranza, o de la sonrisa de los que perdieron las palabras. Combinar palabras se vuelve un ejercicio creativo similar al que hago con el origami. Combino seres para crear otros nuevos, que inconexos dicen algo aunque no suene a nada, que conexos dicen cosas aunque no suenen a nada.
Hace días, de hecho, no creo nada sobre esa línea. Vamos a ver si logramos convencer al alma de que busque un par de seres que siendo dos quieran ser uno, como rigen los cánones de la mitología. Aunque, visto así, entiende uno porqué cuesta tanto encontrar a quien amar, encontrar un par de seres que, siendo dos, quieran ser uno.
Pareciera que también el amor es una criatura mitológica. Bendecidos resultan entonces quienes, como yo, aún hacemos mitología.