Para el evento de origami Bogotá quise llevar un modelo nuevo, que nunca hubiera presentado en estas soledades. Hurgué en el cajón de los recuerdos, donde yacen abandonados cientos de modelos que nunca presente. Algunos no merecieron el silencio ni el encierro, pero igual allí andan prisioneros. Otros, como deformes recuerdos del pasado, parecen intentar ahogar a los modelos restantes (justo como los malos pensamientos ahogan la esperanza).
Mi cajón de sastre (o de los recuerdos como prefiero llamarlo), más que ser un cajón resulta ser un pozo. En él algo de agua se encuentra de vez en cuando, pero normalmente es tan profundo y oscuro que parecería lo más sabio no asomar el cuerpo al borde de su abismo.
En medio de la búsqueda pensé en crear algo nuevo. Así surgió este modelo, otra cabeza de animal. Y, esta vez una cabeza de caballo. Era lógico que surgiera. He creado cabezas de tigres, leones, toros, perros, babuinos, gorilas, jirafas, rinocerontes e incluso creo recordar que uno de los primeros modelos que inventé fue una cabeza de elefante. Pero nunca hice una cabeza de caballo.
Era lógico estar en deuda. Esperemos que ahora quede saldada.