domingo, noviembre 25, 2007

Bajo perfil

Hace algunos cientos de años, en gran parte del mundo se empleaba una hermosa forma de arte llamada bajo relieve. Hoy, son pocos los artistas que emplean esta forma, que tanto enriqueció la arquitectura. Cuando más, puede verse en algunos cementerios, donde aún algunos piden que las lápidas tengan algo que permita ver “arte” en ellos. Pero los bajo relieve se han ido perdiendo, como tantas técnicas que misteriosamente caen en el olvido.


La semana pasada estuve visitando uno de los sitios que más amo de Medellín, el Museo Cementerio de San Pedro. Es un lugar hermoso, que recomiendo a todos los turistas pero sobretodo a quienes viven en Medellín que no saben lo que en el museo puede encontrarse. Perdidos, encerrados entre cientos de lápidas, el visitante pueden encontrar una arqueología de la sociedad antioqueña, y una cronología de personajes ilustres. Puede encontrarse, por ejemplo, la tumba de Pedro Nel Gómez, un muralista de dotes excepcionales (y en cuya tumba ningún mural se encuentra), o la de Jorge Isaac, autor de la novela más importante del Valle del Cauca, quien pidió ser enterrado en Medellín. Se encuentra también la tumba de Efe Gómez, ingeniero y poeta, o la de Fidel Cano, el fundador del periódico que fuera el más importante del país. También un monumento en donde antes se encontraba la tumba de Gardel (porque no se sabe aún donde nació Gardel, pero sí que en Medellín dejó su voz).



A mí, lo que me gusta del cementerio no es la cantidad de personas ilustres que yacen olvidadas, sino el arte que vive en él. Hace 100 años, San Pedro era el cementerio de los ricos, así que hermosas esculturas de gustos exquisitos adornan cada parte, cada rincón. Un ángel silencioso pide al visitante que guarde sus palabras, y otro, vigilante, empuña una espada que no debiera ser blandida. Tres mujeres caminan llorando sobre uno de los mausoleos, y una más, desconsolada, llora sobre la tumba de su hijo. Hoy, San Pedro, es en cierta medida el cementerio de los pobres. Resulta encantador entonces descubrir como en las tumbas más recientes el arte a dejado paso a nuevas manifestaciones también cargadas de significado. Ahora sobre las tumbas se colocan imágenes de equipos de futbol, se decora con pintura y con fotos, con muñequitos de plástico, con carritos de metal.


Pero hoy quiero seguir hablando de lo viejo, del arte de hace cien años. Las esculturas del cementerio cuentan, cada una, una historia distinta. Historias de dolores que la mayoría de las veces son más homenaje a la muerte que a la vida. Historias de quienes dejan dolores con sus partidas. Por ejemplo, aunque suene extraño, he de jurar que cada vez que veo a esa mujer tendida sobre la tumba de su amado tengo un irrefrenable deseo de consolarla.



Conocí San Pedro hace años, y desde eso me gusta visitarlo cada cierto tiempo. Me gusta el arte de Marco Tobón Mejía que se ve en diversos lugares, la Pieta que sigue siendo dolorosa y, en fin, tantas y tantas obras más. Esta última visita, sin embargo, ha resultado nueva. Vi por primera vez los bajo relieve con el detalle necesario para entender que no logro entenderlos bien. Quisiera lograr que ellos nacieran del papel, pero no logro entender cómo hacer para que surjan sin necesidad de esconder toneladas de papel.


Días antes de ir al cementerio trataba de plegar un nuevo modelo que, precisamente, surgía del bajo relieve. Un estudio sobre la forma y el contorno, que ya antes había hecho (1 y 2), pero esta vez de una forma diferente. En esta ocasión pensaría que es más cercano al origami (que ya son claros los dobleces), y sin embargo sigue manteniendo una enorme distancia que creo que aún no ha sido explorada por los origamistas.



Y aunque el tema no es de aquellos que puedan verse en el cementerio, sobra decir que el arte en él ha sido camino que ayuda a dejarla fluir. Que las curvas de este modelo, bajo relieve, sirvan para salir de este bajo perfil que llevo los últimos meses.


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Versión en portugués, Gregorio Vainberg



Centos de anos atrás, em grande parte do mundo empregava-se uma formosa forma de arte chamada baixo relevo. Hoje são poucos os artistas que empregam esta forma que tanto enriqueceu a arquitetura. Somente, pode se ver nalguns cemitérios, onde ainda alguns pedem que as lapides tenham algo que permita ver “arte” nelas. Mas os baixo relevo foram se perdendo, como tantas outras técnicas que misteriosamente caem no esquecimento.

Na semana passada visitei um dos lugares que mais amo em Medellín, o Museu Cemitério de San Pedro.È um lugar muito bonito que recomendo a todos os turistas, mas, sobre todo aos moradores de Medellín que não sabem o que pode encontrar-se no museu. Perdidos, presos entre centos de lapides o visitante pode encontrar uma arqueologia da sociedade antioqueña, e uma cronologia de personagens ilustres. Pode se encontrar por exemplo, o túmulo de Pedro Nel Gómez, muralista de excepcionais dotes, el fundador del periódico que fuera el más importante del país. También un en donde antes se encontraba la tumba de Gardel (em cujo túmulo mural nenhum se encontra), ou a de Jorge Isaac, autor da novela mais importante do Valle Del Cauca, quem pediu ser enterrado em Medellín. Encontra-se também o túmulo de Efe Gómez, engenheiro e poeta, ou o de Fidel Cano, fundador do jornal que fora o mais importante do pais. Também há um monumento onde antes se encontrava o túmulo de Gardel (se bem não se sabe ao certo onde nasceu Gardel, sabe-se, que foi em Medellín que deixo a sua voz).

O que eu gosto do cemitério não é a quantidade de pessoas ilustres que jazem esquecidas, senão a arte que neles mora. Há cem anos, San Pedro foi o cemitério dos ricos, razão pela qual formosas esculturas de refinado gosto, enfeitam cada parte, cada canto. Um anjo silencioso pede ao visitante que guarde suas palavras, e outro, vigilante, empunha uma espada que não devera ser brandida. Três mulheres caminham chorando sobre um dos mausoléus, e mais uma, desconsolada, chora sobre o tumulo de seu filho. Hoje, San Pedro é em certa medida o cemitério dos pobres. Resulta encantador então descobrir como nos túmulos mais recentes a arte há deixado passo a novas manifestações também carregadas de significado. Agora sobre os túmulos colocam-se imagens de times de futebol, decora-se com pintura e com fotos, com bonequinhos de plástico, com carrinhos de metal.

Mas hoje quero continuar falando do velho, da arte de cem anos atrás. As esculturas do cemitério contam, cada uma, uma historia diferente. Historias das dores que na maioria das vezes são mais uma homenagem à morte do que à vida. Historias dos que deixam dores com suas partidas. Por exemplo, porem possa parecer estranho, hei de jurar que cada vez que vejo àquela mulher deitada sobre o túmulo do amado tenho um irrefreável desejo de consolá-la

Conheci San Pedro faz anos, e desde então, gosto de visitá-lo cada certo tempo. Gosto da arte de Marco Tobón Mejía que se vê em diversos lugares, a Pieta que segue sendo dolorosa e, em fim, tantas e tantas obras mais. Essa última visita, porem, resulto-me nova. Vi por vez primeira os baixo relevo com o detalhe necessário para entender que não logro entendê-los bem. Quisera lograr que eles nasçam do papel, pero não consigo entender como fazer para que surjam sem a necessidade de esconder toneladas de papel.

Dias antes de ir ao cemitério tentava dobrar um novo modelo que, precisamente, surgia do baixo relevo. Um estudo sobre a forma e o contorno, que já antes tinha feito (1 y 2), pero dessa vez duma forma diferente. Mas nessa ocasião penso que está mais perto do origami (que já são claras as dobras), porem, continua mantendo uma enorme distancia que acho que ainda não tem sido explorada pelos origamistas.

E ainda que o tema não é daqueles que possam ver-se num cemitério, sobra dizer que a arte nele tem sido o caminho que ajuda a deixá-la fluir. Que as curvas deste modelo, baixo relevo, sirvam para sair deste baixo perfil que levo nos últimos meses.